Tom Riddle #1

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T/N: ¿¡¿Podrías dejar de ser tan arrogante por un momento en tu vida Tom!?!- te enfrentaste llena de furia. Su cara tenía una expresión de sorpresa y un leve tono de ira o incluso desprecio...
Tom: mira T/N ese niñato se merecía lo que le sucedió- reprochó sin mirarte ni siquiera a la cara- y tuvo suerte de que solo le hiciera eso...- añadió por lo bajo.
T/N: Tom, no puedes levitar por los aires a todo aquel que te molesta, es inmoral- insistías en que eso no estaba nada bien- y ahora sí no te importa me voy- notaste como él iba a abrir la boca para preguntar dónde ibas- ni te molestes en preguntar ni en buscarme- te adelantaste en un tono tajante.
Saliste por la puerta sin girarte. Te consumía la rabia, querías un montón a Tom y últimamente comenzabas a pensar que se estaba echando a perder. Cuando le conociste no era así. Era un niño solitario desde el primer momento que le viste en el orfanato y eso fue lo que hizo que te acercaras a él, necesitaba alguien en quien confiar. Los demás niños comenzaron a dejarte de lado por ello, pero a ti no te importaba, solo había que saber llevarle y entenderle. Tardó un par de años en contarte lo de sus poderes, eso fue la gota que colmó el vaso, ya que tú también tenías. Desde esa confesión jamás se separaron. Hasta el día de hoy... Tom había maldecido a un niño de primer curso que por lo visto se había burlado de ti por lo bajo. Por un lado te hacía sentir halagada que Tom te defendiera pero por otro no querías que se metiera en ningún lío, y menos si tú eras la causa...
De pronto te viste frente a la puerta de la sala de los menesteres, al parecer mientras estabas perdida en tus pensamientos la sala se abrió para ti. Entraste en ella. Era una sala de altos techos con estatuas de gárgolas en las bóvedas, todo esto esculpido en una piedra de textura suave y color pálido. Dentro de la sala no había nada a excepción de una silla en medio de la sala. Te sentaste en esta y sin previo aviso comenzaste a llorar. ¿Por qué estabas llorando? Sentías rabia pero... También sentías pena y amor al mismo tiempo. ¿Por qué todo era tan raro y estaba tan desenfocado?
De pronto una de las gárgolas de la bóveda comenzó a hablar.
+Ay cariño, ya sé yo lo que te pasa- replicó con un tono dulce la estatua. Esta tenía el rostro de una mujer anciana con unos ojos que inspiraban confianza, entre estos se encontraba una nariz regordeta pero con buena forma. Su boca era pequeña con unos finos labios en los cuales se dibujaba una triste y nostálgica sonrisa.
+Es por un chico, ¿Verdad?- preguntó en un tono confidencial- venga cariño, conmigo puedes hablar, no diré nada a nadie, total, cuando salgas por la puerta probablemente desapareceré hasta dentro de muuuucho tiempo- bromeó con una débil risa. Su comentario te saco una leve sonrisa.
T/N: pues si, es por un chico- confesaste- le conozco desde hace mucho pero... Se está echando a perder- dijiste con una expresión de perseverancia.
+Cariño, no soy ninguna experta, pero...- dudó rodando los ojos hacia arriba- debes de hacerle saber que estás ahí, que no está solo. La soledad es el peor de los castigos inventados por el hombre- razonó sabiamente la estatua- Ahora cariño, deja de llorar, secate las lágrimas y ves a por él, házselo saber- concluyó dulcemente. No sabías como agradecérselo, te había abierto los ojos.
T/N: Gra- gracias- agradeciste mientras te levantabas y elevabas la cabeza para mirar su rostro esculpido en piedra.
+Nada cariño, y ahora ves a por él- replicó burlonamente gesticulando con las manos un gesto de modestia- y vuelve cuando quieras- añadió giñandote un ojo.
Saliste por la puerta a toda prisa, te giraste y la puerta ya no estaba pero esto no te preocupaba. Tom, Tom era a quien necesitabas. Fuiste a todos los lugares posibles del castillo.
T/N: el lago negro- susurraste mientras salías a toda prisa del castillo. Estaba oscureciendo, pero eso no importaba.
Llegaste al lago negro y ahí estaba. Sentado con la espalda apoyada sobre el tronco del gran olmo situado a las orillas del lago. Tenía la mirada perdida en el lago e incluso jurarías que los ojos un poco llorosos.Te aseguraste de que no quedaban restos de lágrimas en tu rostro y te acercaste a él.
T/N: ho- hola Tom- comenzaste mientras te sentabas a su lado, él se apartó un poco de ti sin girar la cabeza para mirarte siento haberte dicho todo eso- de golpe, así tal cual se lo soltaste- lo único que quiero es que no tengas problemas por mi culpa- "Hazle saber que no está solo" resonó en tu cabeza el fantasma de la voz de la gárgola. Hubo un incómodo silencio durante al menos 2 minutos, la tensión se podía cortar con tijeras.
Tom: por dios T/N háblame, dime algo- replicó levantando más de lo normal la voz- mejor dicho, sé sincera- exclamó girando la cabeza. Sus ojos reflejaban un pozo de tristeza y soledad. "El peor de los castigos inventados por el hombre" volvió a resonar la voz en tu cabeza- ¿Soy importante para ti?- preguntó entrecortado. Viste como en sus ojos se reflejaba la duda.
T/N: Tom, yo...- te miraba como un condenado a muerte miraría a su verdugo- eres especial, pero...- tenía los ojos llorosos- pero... Eso no importa, porque aún así te quiero. Me gusta cuando sonríes, pero también me gusta cuando te enfadas. Porque te quiero tal y como eres, con todas esas imperfecciones que te hacen un ser humano,  no has de ser perfecto- confesaste. No creías haber dicho todo eso. Definitivamente te estabas volviendo loca. De pronto (para tu sorpresa) Tom tomó tu mano entre las suyas.
Tom: ¿Así que me quieres?- preguntó inexpresivo, tú asentiste varias veces con la cabeza- creo que eres la primera que lo hace en toda mi vida- dijo con una débil risa mientras entrelazaba sus dedos con los tuyos. Entonces Tom acortó distancia entre sus rostros y se derritieron en un beso largo y dedicado. Cuando despegaron sus rostros ninguno dijo nada, sino que se acurrucaron juntos y contemplaron el lago negro durante toda la noche.

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