Capítulo 7: El héroe de Oblivia

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— ¡Lo he visto con mis propios ojos! — clamaba el anciano alzando el bastón que le ayudaba a mantenerse en pie. — ¡Ha cruzado el pueblo como si se tratase de un rayo! — reconoció mirando a los curiosos que le habían rodeado. — El gran Raikou, el mismo os digo. ¡Raikou! — se aclaró la voz y apoyó con cuidado su bastón. — He tratado de esquivarle, con elegancia ya sabéis — musitó encogiéndose de hombros. — Pero no me ha sido posible y he terminado con estos rasguños. 

— ¡Antonio, déjate de pamplinas! — le reprendió una anciana que se encontraba a su lado. — Lo que ha pasado es que te has caído del susto. ¡De culo además! — rio acompañada de la multitud mientras agitaba su cabeza y le daba unas palmaditas en el hombro.

— Sea como sea, debería mirar esos rasguños. — un hombre vestido con una bata blanca se acercó hacia el anciano y le ayudó a sentarse en una de las butacas que había en el porche de una de las casas. — ¿Le duele cuando le toco aquí? — preguntó el medico mientras comenzaba a examinarle. 

El médico rondaría los cincuenta, pero aparentaba muchos menos. En su rostro no se podía observar ningún rastro de la edad, solo tenía arrugas alrededor de los ojos, seguramente de sonreír. Su cabello tenía un color grisáceo y estaba peinado hacia atrás para que ningún mechón se escapase. Parecía un buen hombre al que le encantaba su trabajo. 

Rafa y Talo alcanzaron a la Ranger algo asustados. 

— ¿Qué ocurre? — preguntó Rafa con los ojos muy abiertos por culpa de la alerta. 

— Ha sido una falsa alarma — reconoció la Ranger mientras se acercaba hacia el joven, fue entonces cuando la voz del médico se alzó para llamarles la atención. 

— Pero bueno, que ven mis ojos. — el hombre se retiró con cuidado el fonendoscopio de las orejas para dejarlo colgando del cuello. —  Pero si es Talo, tan robusto como siempre. — rió mientras se acercaba hacia ellos y le daba un golpe en el hombro a Talo. 

— Eduardo, buenas. Me alegra verte, aunque espero que no haya nadie herido. —  reconoció el leñador algo preocupado. 

—  No ha sido nada, un susto, unos rasguños que pronto curarán. —  aseguró antes de dirigir su mirada hacia la Ranger, que se había alejado de Rafa y Talo para poder hablar con la pareja de ancianos. —  ¿Y qué tenemos ahí? —  preguntó entrecerrando sus ojos. 

—  ¡Es Brisa! Una Ranger que han mandado a Oblivia. Creo que es una Top Ranger, así que ha tenido que hacer muchas misiones. — a Rafa le brillaban los ojos de la admiración.

—  Supongo que tendré que presentarme ante tal celebridad —  rió el medico abrochándose uno de los botones de su bata.

Brisa se había acercado hacia el porche donde descansaban los ancianos y el hijo de ambos. 

—  Espero que se encuentre bien tras la caída. — dijo Brisa llevándose la mano al pecho para así presentarse. —  Soy Brisa, una Ranger que ha venido a ayudar. Quería hacerle unas preguntas, si no le molesta. 

El anciano agitó su cabeza y le dio un pequeño sorbo a su vaso de agua. 

— Por supuesto niña, cualquier cosa. 

—  Gracias —  Brisa sonrió levemente, sus preguntas eran muy sencillas. —  Cuando vio a Raikou, ¿Iba persiguiendo algo? ¿Hubo algo que le llamase la atención? 

El anciano apretó sus labios de manera pensativa y en su rostro se dibujó una mueca pensativa, incluso llegó a rascarse la frente, como si de aquella manera los recuerdos fueran a llegar antes. 

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