Capítulo 9: Primer deseo

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Brisa se despertó dentro de la cabaña de Buck, en aquel improvisado colchón que el hombre había preparado para ella. Se incorporó lentamente y frotó sus ojos dando tiempo a su cerebro a despertarse por completo. Miró a su alrededor algo confundida, ¿qué había soñado la noche anterior? Celebi, viajes en el tiempo y aquel joven llamado Heliodoro. Cubrió su boca cuando empezó a bostezar y negó con su cabeza. Aquello había sido todo un sueño. La ranger se levantó de la cama y tras ponerse los zapatos se dirigió hacia la cocina.

Buck había preparado el desayuno aquella mañana. El olor a tostada se mezclaba con el aroma a café y consiguió arrancarle un rugido a las tripas de Brisa que rápidamente se había sentado y había atacado el desayuno.

— Mufas grafias — agradeció la castaña en medio de un mordisco. 

— No hay de qué. No es nada. — reconoció el anciano mientras le colocaba un pequeño plato a Pichu Kelele. — Tienes que tener fuerzas para el día de hoy. No se por qué, pero me da la sensación de que será una nueva aventura. — rió caminando hacia el taller para llevarle una taza de leche a Nico, su aprendiz. — Creo que tienes un imán especial para ellas. 

Sin duda la Ranger tenía un imán especial para los problemas, más que para las aventuras. 

— Bueno, no me importaría que fuera algo menos intenso. — confesó mientras se levantaba de la mesa y recogía su plato y tazón para dejarlos en el fregadero. Abrió el agua y echó un poco de jabón para que la espuma comenzase a formarse, pero Buck apareció rápidamente para apartarla de la pila. 

— Anda, deja esto. — pidió el hombre cerrando el grifo. — Ya se encargará Nico de esto. Tú tienes cosas más importantes que hacer. — el constructor de barcos señaló un pequeño macuto de color marrón que estaba colado cerca de la puerta. — Te he preparado un poco de comida, ya sabes, para el camino. La casa de Rodel no está muy lejos, pero estoy seguro de que os entrará hambre. — los ojos del anciano se encendieron, como si se acabase de acordar de algo. — ¡Por cierto! Se me olvidó decirte una cosa. La hija de Rodel es toda una manitas. Siempre está cacharreando con las máquinas, seguro que puede ayudarte con ese aparato tuyo. — dijo señalando el navegador de la Ranger. 

— Estoy... Prrrr.... Perrrrrrr.... fectamente —  respondió de forma entrecortada la máquina.

Buck acompañó a la joven hasta la puerta y apoyó una de sus manos en el hombro. 

— Estoy seguro de que os irá bien. 

— Gracias por todo Buck. — respondió Brisa colgándose la mochila en uno de sus hombros. Los ojos avellana de la Ranger se agacharon hasta Pichu y con cuidado se inclinó para poder acariciar su cabeza. — Y tú enano, note metas en más líos. 

Brisa salió del hogar de Buck y contempló una última vez aquel gigante azul. En la lejanía del océano se podía observar Isla Dolzor. La ranger dejó escapar un suspiro que se mezcló con los sonidos del mar antes de comenzar a caminar hacia el este. Quizá en casa de Rodel encontraría las soluciones que necesitaba. Sin embargo, antes de alejarse demasiado algo llamó su atención. 

— ¡Brisa! ¡Espera! — la voz de Buck resonó con fuerza. 

— ¡Pichu! — chillo el pokemon corriendo hacia ella. 

— Creo que Pichu quiere ir contigo. — dijo el hombre bajando su mirada hacia el peculiar Pichu. — Quiere de verdad liberar a sus compañeros... 

Brisa se agachó hasta quedarse en cuclillas y así poder estar a la misma altura que Pichu Kelele. 

— Quieres recuperar a tus compañeros, ¿verdad? — preguntó mirándole directamente a los ojos. Brisa sabía como se sentía aquel enano, sabía lo que era perder a un compañero, a un amigo. — Haremos todo lo posible para que vuelvan contigo. — dijo tomando al pokemon de tipo eléctrico entre sus manos y colocándole en la espalda. 

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