Amor del pasado.

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— Bill, ¿Dónde estamos? —Leah miró a su alrededor.

Estaban frente a una pequeña casa, en el medio de la nada. La joven se incomodó un poco, tanto leer sobre sucesos paranormales hacían que en ella se despertase el miedo almacenado. El guardaespaldas no respondió y caminó hacia las pequeñas escaleras, las subió y miró la puerta. Tenía un aspecto de haber sido abandonado hace unos años, todo estaba sucio, hasta podías encontrar botellas de cerveza y cenizas sobre algo que prendieron fuego.

— Aquí no podrán encontrarnos, estaremos aquí hasta el amanecer.

Empujó la puerta con su hombro de manera brusca, y esta se abrió. Bill giró a observar a la joven y acomodó su pelo, sonriendo presumido, Leah revoleó los ojos negando con la cabeza. Ella ingresó y no pudo ver nada por unos instantes. Una luz cegadora evitó que pudiera estabilizar su vista, pero luego se dio cuenta de que una linterna disparaba en su cara.

— ¿Quieres bajar eso? Me está matando. —Dijo tapándose con una mano el rostro.

— Lo siento. —Desplazó la linterna por todo el lugar, y encontró un barril de metal.

Sonrió de lado y dejo el objeto en el suelo, lo arrastró hasta que éste se encontró en el medio de la sala y empezó a buscar cosas que pudieran quemarse, tales como papel, madera, entre otros.

Leah solo le miraba, observaba como aquellos brazos, un tanto musculosos, se tensaban al tomar los objetos con sus manos. Movió su cabeza, no era de esas muchachas que lo único que pensaban era en saber a cuántos hombres podían tirarse en un año. Tal y como le había dicho a Ness: ella iba a esperar al indicado.

— ¿Qué haces? — Preguntó la muchacha.

— Quemando todo porque mi vida no tiene sentido.

— Chocolate por la noticia. —Leah se cruzó de brazos y suspiró —Pero, si quemas algo, probablemente esos gorilas vean que esta casa está ocupada y van a venir a investigar.

— ¿Ves esas ventanas? —Bill señaló las mismas, Leah volteó a verlas y asintió. -Están selladas, no pueden ver si hay alguien adentro y aseguraremos la puerta para que nadie pueda entrar.

— Muy bien, ¿Así que ahora sabes pensar? —Se burló ella y el rubio le dio una mirada.

— Muy graciosa. —Acotó Kaulitz.

Cuando todos los objetos encontrados estuvieron dentro del barril, Bill puso un poco de alcohol en su interior que su madre le había puesto en la mochila y encendió un fosforo, lo arrojó adentro y todo se prendió fuego. Ahora tenía un poco de iluminación en el lugar. Bill aseguró la puerta con unos muebles viejos, y limpio un sofá para que Leah pudiera dormir allí. También hizo agujeros en las ventanas de atrás para que el humo se vaya por ese lado y no mueran asfixiados.

— No es una cama matrimonial con sabanas traídas de Francia, pero esto es más cómodo, su Majestad.

Leah le lanzó una mirada y se sentó en el sofá.

— Y bien, yo no puedo dormir. Cuéntame algo para que tenga sueño.

— ¿Ahora resulta que soy una niñera? ¡Qué vida!

— Vamos, no seas un idiota y cuéntame. —Se rió divertida la muchacha.

— ¿Qué cuento quieres que te narre? Uno de terror, o suspenso o tal vez...

— Cuéntame la historia de Lauren contigo. —Se atrevió a decir Leah, Bill le miró un tanto sorprendido.

—Am, no creo que sea conveniente.

Te protejo, ahora y siempre. [Bill Kaulitz Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora