La carta

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El reloj marcaba las diez y media de la noche. Los muchachos aún no regresaban con Vanessa, la desesperación de Lauren aumentaba cada minuto transcurrido.

Leah estaba intentando distraerse jugando a la Ps2 con Bill. La rubia los miraba, estaba tumbada en otro sofá, con la vista clavada en la pantalla pero no le prestaba atención a los gráficos sangrientos que el juego de zombis transmitía.

— ¡No, por ahí no! —Chilló Leah.

— ¿Estás seguro de continuar con la historia de Sobrevivientes*? —Dijo la voz del narrador del juego cuando la pantalla se puso roja, los personajes habían perdido por una turba de muertos vivientes que se les aparecieron de repente.

—Te dije que debíamos huir hacia la Plaza Congreso en vez de seguir derecho luego de salir del subterráneo. —El rubio apretó el botón para continuar desde la partida derrochada.

— ¿Eso puede pasar? —Lauren les miró, pero ninguno pudo hacer lo mismo, habían empezado de cero.

—Es solo un juego de ficción. —Comentó Bill mientras no dejaba de mirar la pantalla. Le daba consejos o coordenadas a su compañera para que la misión tuviera éxito.

—Es aburrido. —Dicho eso, Casler se levantó y los inspeccionó. —Iré a lavar un poco de ropa o algo por el estilo.

Bill movió la mano en señal de que podía hacer lo que quisiera, ella revoleó los ojos y se dirigió a la lavandería que tenían instalado en su casa.

Vio el cesto de mimbre que contenía bastantes prendas sucias, negó con la cabeza y se ato el pelo poniéndose manos a la obra.

Se inclinó frente al lavarropas y miro los tiempos, el modo en que querías lavar. Se puso pensativa, había usado uno en su casa hace bastante tiempo. Tomó las primeras prendas: un pantalón de jean de Thomas y una remera oscura de Vanessa, las depositó en el interior del aparato. Tomó un pantalón de vestir negro, tanteó los bolsillos para verificar que algo no estuviera adentro, como por ejemplo papel, dinero o lo que fuera, algo que no estropeara la tela.

Sintió un papel fino sobre sus dedos, lo tomó y lo sacó, observó. Se trataba de un sobre, vio que se dirigía a Bill, y que el que lo enviaba era Daniel, el padre de Leah.

Frunció el ceño y caminó hasta el living nuevamente con el sobre y el pantalón en mano. Al ingresar, vio al rubio mirando hacia la nada, Leah no estaba.

— ¿Leah? —Preguntó mirando a todos lados, el guardaespaldas le miró.

—Fue a darse una ducha antes de dormir.

—Oh, bueno. —Le tendió el sobre. —Encontré esto en tu pantalón, menos mal que verifiqué los bolsillos, podría haberse estropeado.

Kaulitz se levantó y fue a por el sobre, lo agarró y lo miró un poco confundido. Cuando vio de quién se trataba, cayó en la cuenta. Era la carta que el oficial McGwire le había dado cuando asistieron a la delegación por el tema del testamento y demás, recordó que lo guardó pero que en ningún momento se puso a leer.

Se sentó en el sofá, sin dejar de mirar el papel, la letra de Daniel sobre ella.

Lauren volvió a su labor dejándolo solo.

Rompió el sobre con sumo cuidado, del interior saco la carta, dio un vistazo ligero y notó que de los dos lados estaba escrito, buscó el principio, se aclaró la garganta y enfocó sus ojos en las primeras palabras que estaban escritas.

La carta decía lo siguiente:

"Bill, no te molesta que te diga así, ¿Verdad?
Siempre me inspiraste confianza y seguridad, desde el primer instante en que Jost te presentó ante mí, fue algo espontaneo, algo inesperado. Tienes ese espíritu por mantener a salvo a la gente que quieres, y sé que quieres mucho a mi hija, como si fuera tu hermana pequeña.
Sé que cuando esta carta llegue a tus manos, yo no estaré entre los vivos, y por eso estoy escribiendo esto, porque quiero que hagas un último favor para mí, en realidad, el favor es para Leah.
En Alemania, más precisamente en Berlín, se encuentra un sujeto llamado Andrew Hamilton, tú lo conociste una vez en una reunión. Lo que quiero que hagas por mí es lo siguiente: Quiero que lleves a mí adorada Leah con él, sé que tú estarás junto a ella por el resto de la vida, pero creo que al lado de Hamilton no le faltará nada. Pero claro, tú tendrás mis negocios a tu cargo, me refiero a que mi pequeña tendrá que convivir con Andrew, él ya sabe de este acuerdo, la única que no sabe es mi hija pero lo entenderá, sé que lo hará. Quiero lo mejor para ella, quiero que tenga una vida satisfactoria, que no le falte nada, que pueda ser alguien el día de mañana.
Te diriges a su mansión y podrás ocuparte de mis negocios, sin la necesidad de preocuparte por Leah, ya que ella estará bien en manos de su prometido Hamilton.
No sabría qué más decirte, tan solo agradecerte por estar a nuestro lado, cuidar de mi preciosa Leah y formar parte de esta pequeña pero gran familia.
Te saluda atentamente, Daniel Swanson.

Te protejo, ahora y siempre. [Bill Kaulitz Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora