Recuerdos

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Los chicos ingresaron exhaustos por aquel calvario. Bill y Leah estaban abrazados, Hagen y Lauren tomados de las manos, y Thomas se sentía más solo que un perro, preocupado porque Vanessa no había respondido ninguna de las llamadas y mensajes de textos que le había dejado.

—Al fin en casa. —Dijo la rubia.

Los tortolos pasaron de largo y fueron al cuarto de Bill. Entraron a la habitación y la de cabello ondulado se tiró a la cama.

— ¿Cómo sabían que estaba ahí? —Preguntó mirando el techo. — ¿Cómo sabían que viajé tantos kilómetros solo para dejar de vivir esa vida?

El rubio la miró, apenado, y se acercó a ella sentándose a su lado. La miró, ella también, él puso sus labios en una línea y le frotó el brazo.

—Algún idiota que quiere dinero —Dijo él.

—Y ese idiota lo conocemos todos. —La muchacha adoptó un tono casi irreconocible. —Estoy harta, quiero estar en paz.

Bill se acercó a ella y le besó la mejilla. —Estarás bien, solo es algo temporal.

Pasó su mano por el cabello de la muchacha barriéndolo hacia atrás, ella alzó los ojos para observarle, sonrió.

Estar con él le hacía olvidar hasta su nombre, aquellos ojos color miel eran las puertas a una dimensión desconocida, a un lugar dónde no existía la persecución, la obligación y la violencia. Kaulitz era como estar en el mundo de bolas de estambre (En el caso de los gatos), y como estar rodeados de muchos huesos (En el caso de los perros). No podría describir exactamente como se sentía estar con él, pero haré el intento.

Bill era como estar en un prado, o en medio de un campillo, sin vehículos que contaminaran el ambiente, sin bullicio de ciudad, sin gente que solo empujaban para llegar a sus trabajos, ni insultos que lo único que hacían era ponerte de mal humor. Él era todo lo contrario, era silencio nocturno de campo, era el canto de los pájaros al amanecer, era el ocaso en pleno otoñó, era la nieve que caía sobre ti, y te daba una sensación agradable, era una brisa de verano que jugaba con tu pelo y sonreías ante aquello.

—Deja de ser tan lindo. —Dijo Leah y él la miró, algo sorprendido. Un tono rosa se asomó a sus mejillas, era casi imposible que lograran eso en él y la mujer que amaba lo había realizado con éxito.

—Y tú deja de halagarme, se supone que yo debo hacer eso. —Se rió, ella se levantó, sentándose a su lado y se miraron.

Ella juntó las plantas de sus pies haciendo que se chocaran, juntó sus manos y las yemas de los dedos se golpeaban entre sí.

—Y pensar que nos conocimos discutiendo —Comentó el rubio. Ella subió las curvas de sus labios, convirtiéndolo en una cálida sonrisa.

—No nos aguantábamos, esa era la realidad. —Le dijo la joven.

—Yo de verdad estaba celoso de que bailaras en la pista, y todos te miraban, por más que ahora me digas que no es así.

Swanson negó con la cabeza. —Eso no es verdad, nadie me miraba, todos se concentraban en mis amigas.

—Deja de decir tonterías —Le dijo él. —Había unos jóvenes que te miraban, y juro que me controlaba por no partirles la cara.

— ¿Desde cuándo te gusto? —Preguntó curiosa. —Sé sincero, ¿Desde la primera vez que me viste?

Él suspiró, recordando el primer incidente que tuvieron los dos.

Había pasado una semana desde que el rubio comenzó a trabajar en la mansión Swanson, Daniel siempre lo tenía de un lado para el otro, junto con Jost siempre custodiaban el perímetro en la noche.

Te protejo, ahora y siempre. [Bill Kaulitz Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora