Central Park

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—Te queda genial. —Comentó Lauren observando a Leah con ojos alegres.

Se le notaban las bolsas debajo de los mismos, había estado llorando por media hora en el baño, y aunque la joven lo había notado, no quería preguntarle porque sabía por qué lo había hecho.

—Gracias Lau —Sonrió fijándose en el espejo. —Es muy sofisticado.

—Es un vestido al que Vanessa mataría grasa por usarlo. —Dijo burlona.

Leah se dio cuenta, en ese momento, que no veía mucho a Ness y que en cierto modo la extrañaba, no solo por su actitud negativa y/o pesimista, sino porque, dentro de todo, ella tenía con qué hacerte reír. Era una oveja blanca dentro de un disfraz de oveja negra.

— ¿Sabes dónde está ella?

La rubia negó. —No la he visto mucho, ella terminó de desayunar y desapareció.

La joven hizo una mueca.

—Ven, vamos a maquillarte. —La tomó de las manos, juntas se dirigieron al baño. Casler llevaba en su mano libre una cartera llena de maquillaje, de todo tipo de colores. La hizo sentar en un taburete y le dijo que se relajara, que ella no le haría nada malo, la otra le obedeció, cerró sus ojos y dejó que Lauren hiciera el trabajo.

Tardaron unos diez minutos, en maquillar y hacerle un peinado que la hacía ver como una mujer, una verdadera mujer. Leah abrió los ojos y se vio en el gran espejo.

—Oh por dios. —Solo pudo decir, se inclinó hacia su reflejo, observando detalladamente cada transformación que el maquillaje había realizado en su rostro. Lo que resaltaba de su mirada era el labial rojo sangre, le daba una mirada definitiva y cautivante, lista para hacer caer a todo neoyorkino que se atravesase en su camino.

—Ahora que estas hermosa. —Lauren soltó una voz tierna. —Podemos ir y ver como a Bill se le cae la baba.

La otra se giró mirándola.

—No quiero que le de un infarto. —Apenada, Leah se levantó del taburete e inspeccionó el vestido negro al cuerpo, con lentejuelas en forma de S a lo largo de su tela en la parte delantera, llevaba el cabello recogido y unos mechones adornaban su rostro, tenía unos tacos oscuros altos. Realmente estaba para aniquilar a cualquier diva.

—Tal vez tengas tu primer beso con él esta tarde. —Le animó. — ¿Quieres chicle?

Le tendió una tableta de esos mentolados.

— ¿Debería lavarme los dientes? —Exhaló e inspiró, quiso sentir su aliento pero no pudo, lo sintió a medias.

—No me refería a eso, digo, instantes antes, cuando sabes que se va a dar, te van a agarrar unos nervios terribles que hasta te vas a cagar en las bragas.

—Ay, qué sutil eres. —Le dijo indiferente.

—Soy realista —Le sonrió e insistió con el chicle, a lo que la otra aceptó y se metió uno a la boca.

—Eso, mastica sexy. —Vio la boca de Leah. —No, así no.

Movió su mano en señal de negación y frunció el ceño. —Pareces un camello. Mastica tranquila, con suavidad, sin apuro.

Y lo hizo, la de cabello ondulado obedeció sin rodeos y logró seguir el consejo de su mentora.

—Vamos, seguro nos deben estar esperando.

Tomó su cartera y las dos salieron. Caminaron por el pasillo haciendo sonar sus tacos, ingresaron al ascensor y se dirigieron a la planta baja.

Las puertas se abrieron, y divisaron a tres hombres y a una mujer en el vestíbulo, parados en su círculo hablando entretenidamente, la primera en verlas fue Vanessa quién sonrió débil y las saludó con la mano.

Te protejo, ahora y siempre. [Bill Kaulitz Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora