Capítulo I

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Nunca es fácil renacer, recomenzar, menos después de saber que lo has perdido todo...
Pero lo más difícil es no rendirse, no después de que costó tantas vidas, tanto trabajo mantenerme con vida, porque yo, yo fui una vez El Sinsajo....

Maldición me duele la cabeza, me levanto de mi mullido sillón a buscar analgésicos del Capitolio, al ponerme en pie giro miro el sillón y recuerdo al estúpido gato rasgándolo con tanta pasión, traicionero pienso de pronto.

Encuentro las pastillas me dirijo a beber un poco de agua y de pronto escucho sonidos, no puede ser pienso de pronto me recuerdan a una pesadilla que tuve hace poco en la que llegaban los agentes de la paz a matarme en mi propia casa corro por el arco y me dirijo al lugar donde proviene el sonido y veo a una horrible bola de pelos ingresar por la puerta de la cocina relajo mi respiración y mi pecho al ver que se trataba del tonto y comestible Buttercup, viene un poco herido y maulla sin cesar como si estuviera buscando a Prim, a mi Patito.

- Que diablos vienes a buscar, a Prim acaso? Ella no está ella... -mi voz se corta y lágrimas incesables corren por mis mejillas- Ella murió criatura estúpida, murió y no la veras nunca más, entiendelo.

El animal no deja de gruñir o de maullar creo que lo ha entendido, por eso llora porque ahora tendrá que quedarse conmigo.

Tardo horas llorando lo sé porque ni siquiera he comido lo que Sae ha preparado y ya está oscuro. Miro al gato mas detenidamente y noto que tiene unas espinas incrustadas en las patas y una herida en el lomo; pobre animal pienso, tuvo que venir a rastras desde el distrito 13, de pronto pienso en Prim y en su deseo de curar al animal, ése al que le tenía tanto amor le doy un poco de leche y el estofado de ardilla que hizo Sae, como un poco y le tiro el resto. Sin embargo su presencia me exaspera y decido volver a mi habitación y llorar sola mi pena, la pena a la que el maldito Capitolio me condenó a vivir, llevar siempre la carga de unos juegos que se transformaron en revolución y libertad, mas con ellos venía incluida la muerte y de personas tremendamente invaluables.

Decido que es hora de dormir no se ni que puñetera hora será pero dejo q mis lágrimas y sollozos me arrullen, como la mayoría de mis noches, se que tendré pesadillas pero solo quiero quedarme inmóvil en mi cama... Sola, realmente Sola.

Los Juegos del Hambre, La liberación del SinsajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora