El cuaderno

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—Estas sentado; desesperado.
Desesperanzado como el cielo a retomar su color.
Se perdió el brillo del negro, el cielo se tornó blanco.
Blando corazón de capa de hierro que hace oír tu voz.

Gritaba esto mi libreta
Y yo triste le escuchaba,
Usando mi pluma como espada para consolarla y apaciguar su dolor.

—Eres tonto y talentoso; un perdedor exitoso que la meta que se propuso la ganó.
Un rey sin corona,
Un bufón sin gracia,
Un ciego que escribe lo que cree que vio.

Esto mi cuaderno decía,
Parecía que sufría pero el que lloraba era yo.

Y detrás de la ironía,
Las palabras vacías y del vividor suicida
Se escondía una verdad de amargo sabor.

La voz con la que hablaba el cuaderno
Era la misma del espejo,
Ese que me mata cada que le veo,
Asesino de sueños y yo tonto sobre mí poder le doy.

—Frágil, débil y cobarde; la decidía de ti se adueñó.
No es mi blanco cuerpo el que te mata,
Ni tu pluma espada la que atraviesa mi corazón.

Son tus ojos traicioneros,
Presencian defectos en el que se muestra perfecto
Cuando habla en salón.

Y es por esto que me odias; porque muestro al indefenso,
Ese en el que por momentos
Le imaginas muerto,
Pero su frío intenso está más vivo que el calor del sol.

Poemas de melancolíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora