Poemas de melancolía

Musa celeste "Canto III"

Era el día 1 todavía y aconteció el primer error cometido.

Le pedí a mi acompañante que me presentara formalmente al ser de nombre divino.

¡Oh, pero que insensato fui al cometer tan vulgar acto! Pero no me culpen, estaba bajo el hechizo de una sirena y su canto. Y como dicta el mito, para mi infortunio, en futuro fui arrastrado de mi barco.

¡Y que me perdone ella por compararla con un monstruo de mares! Siendo ella un ser divino que mora en celestes lugares.

Contemplaba tu foto mientras pasaban los días ¡Qué diferente eras a las mujeres que conocía! Mis ojos eran jóvenes, vírgenes de presencia divina.

No recuerdo cómo fue que empezamos a compartir dialogo. Solo sé que mientras más lo hacíamos, te ponía en un pedestal más alto. Tu criterio y tu léxico, dignos de un anciano.

Vivimos tales alegrías que son dignas de olvidar, sufrimos juntos tales penas que apuesto solo yo puedo recordar. Recuerdo que te sentí llorar; tu voz quebrada me dolía. Escuchaba tu voz cuando me hallaba en cólera, mi ira transformada en paz por tu melodía.

Y fue entonces que hallé respuesta nueva a mis preguntas, y aunque la mayoría han quedado en el olvido, la primera y última aún perdura.

Me diste la identidad del amor al prójimo. Me enseñaste a como secar las lágrimas de terceros. Me mostraste empatía dando ejemplos. Me iniciaste en el camino del desinterés.

También me enseñaste lo que es a admiración, aunque esta resultara ser errada. Admiré tu imagen y tu voz, voz mágica cual hada.

¡Fatal, fatal fue el día en que lo siguiente a mencionar aconteció!

Sucedieron pues dos actos distintos entre sí. Uno afectaba tu vida, el otro a mí.

Entonces me hallé tendido en el suelo. Perdí de vista tu imagen, a pesar estar siempre mirando al cielo. Grité tu nombre y mi voz hizo eco en el silencio. Ese día dejé de respirar y lentamente morí.

De tu nombre y tu poder no volví a saber más. Rompí entonces en llanto eterno, el cual por definición, al día de hoy, no ha llegado a su fin.