Musa celeste "Canto II"

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Musa celeste, creer que eres buena va contra mis reglas. Tu divinidad va por encima de la moral. Tan perfecto ser es el ser tuyo que habita solo en la mente mía, pura fue la imagen que me hice de ti.

Pero la realidad como siempre es la encargada de asesinar a la fantasía, a la mentira. Tarde o temprano mis ojos he de abrir. Y es que te mire con gran admiración, que no noté tus fallos. Era yo apenas un niño, un crio que se crecía y crecía a los demás.

Para mi infortunio, no tuve la oportunidad de conocer tu real cara, siempre portando un viejo disfraz que yo mismo te puse.

Pero ahora he de contar la historia que dio origen a mi nueva línea con la que mido mis memorias; antes del celeste (A.C) y después del celeste (D.C).

Atrévanse pues a llamarme loco, infantil y tonto por querer hacer mi propia división temporal, por no han de negarme que en la vida de todo ser humano hay un momento, un suceso que marca un antes y un después para aquel que lo sufrió.

Bueno pues en mi caso fue una persona, un ser celeste.

En el año 3 a.c, en una escuela un niño yacía, ajeno al mal y al bien, adoctrinado por su familia.

Lo que veía no lo veía, creía que lo hacía, mas no era así.

Sin dar atención a lo matices subsistía, vagando por el mundo no mundano, feliz.

Había cosas más importantes para preocuparse, pensaba él sin pensar.
N importaba la situación socio-política de su tierra, cuando los demás no le dejaban de molestar.
Ciego a la sociedad e invisible para ella. Jugaba, dormía, lloraba y reía si pena.

¡Oh, alma mía! No llores una imagen del pasado; llorar da pena.

En el 1 a.c peculiares cuestiones llegaron. Se preguntaba cosas complejas, como la vida en marte, como la muerte en vida. Pero ese día preguntas sencillas cuyas respuestas desconocía se hicieron ver.

Cuál era su identidad, a quien amaba.
Por qué vivía, por quien vivía, por quien mataba.
A quien conocía, a quien odiaba.
A quien aborrecía, a quien admiraba.

Tenía un nombre, que supuso era su identidad.

Tenía también una compañera a la que decía amar. La vida era buena y por eso vivía. Su madre se la pudo dar. Sin malicia en su corazón, no pensaba matar. Tenía amigos que conocía y enemigos para odiar. A la maldad la aborrecía, admiraba a papá y mamá.

Sin embargo, estas respuestas no le dejaban satisfecho. Pensaba nuevas respuestas, pero ninguna le hacía el gusto un hecho.

Año 0, día 1. Un hermoso nombre en medio de gritos y voces se hace escuchar. Un ser celeste, proveniente del cielo ha venido hacer honor a su nombre; a darle claridad. 

Poemas de melancolíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora