Capítulo 4 | Aprender a aceptar

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La oficina del señor Philips se sumió en un incómodo silencio sepulcral en el instante en el que la puerta fue cerrada. La habitación era pequeña, con unos pocos muebles de algarrobo y dos estantes repletos de libros detrás de su escritorio.

Su silencio logró incomodarme durante los primeros segundos pero al encontrarme con su mirada, pude ver por fin una emoción diferente a la que había presenciado en el pasillo: comprensión.

Me sentí comprendida con una sola mirada. A estas alturas, seguramente ya se habría enterado de todo el incidente, y no podría sentirme más cómoda para hablar del tema como con él. Pues claro, ambos habíamos pasado por lo mismo, la traición de una pareja.

Hace cinco años, el señor Philips se había enterado por boca de su ex esposa fallecida acerca de la verdad sobre el padre de Stacy. Ciertamente él no era el padre, pero al saber de la muerte del verdadero padre de la niña, él no podía simplemente dejarla sin una figura paterna; así que asumió el rol de padre sin refutar y decidieron divorciarse pero la pequeña seguiría portando su apellido.

Por lo tanto, él comprendía bien lo que sentía. Puesto que a pesar de ser un hombre bondadoso y amable, era humano y sintió la misma rabia que sentía yo. —Pequeña Annabelle, debiste hablar conmigo antes de actuar...

De inmediato exploté en llanto, descargando todo lo acontecido; el engaño, la humillación. —Tú me entiendes mejor que nadie, Philips. Me sentía demasiado humillada como para admitirlo en voz alta. Ni siquiera puedo mirarme al espejo sin pensar que soy patética e ilusa...

—No, cariño. No eres patética. Eres una buena persona —De inmediato, rodeó el escritorio para estrecharme entre sus brazos de manera paternal—, tanto tú como yo, somos buenas personas porque creemos que aún existe la bondad dentro de toda la miseria del mundo. Creemos que existen buenas personas a pesar de habernos topado con las peores, vivimos llenos de esperanza, esperando y buscando la felicidad. Y cuando la encontramos en una persona, no dudamos un minuto en dar todo de nosotros para ser felices junto a las personas que amamos. Tal vez somos ingenuos y siempre creemos a ciegas pero eso sucede porque somos tan geniales que esperamos que las demás personas sean como nosotros, pero a veces no es así, Belle —Me observó con determinación y los ojos aguados conteniendo las lágrimas—. Sólo nos queda aceptar los baches que nos otorga la vida y aprender a aceptarlos, porque al final sólo hay dos caminos; vivir con resentimiento en contra de la humanidad...

—O aceptar los aprendizajes que nos otorga el destino porque algún día encontraremos a alguien que nos ame con la misma intensidad que amamos nosotros, y mientras tanto, debemos disfrutar la soledad porque si nos tenemos a nosotros mismos, estamos completos.

Philips me observó con orgullo luego de terminar de emitir esas palabras y de pronto volvió a estrecharme contra su pecho luego, susurrar contra la coronilla de mi cabello; —Tu padre estaría realmente orgulloso al ver a la mujer tan libre en la que te has convertido con el paso de los años.

Luego de conversar por otra media hora, me sentía liberada en algún punto. Hablar con una persona que sentía como un padre, era realmente tranquilizante. Ahora debía hablar con mi madre, quién se pondría hecha un volcán a punto de explotar al enterarse; cuando se trataba de mí, era como una mamá osa. Pero el único problema era cómo diablos contarle que una de las personas que hizo mi corazón hecho pedazos, fue su pequeña hija.

—Bien, ahora que nos tranquilizamos un poco, debo volverme profesional. Ni creas que me he olvidado de tu castigo, Annabelle Carter.

—¿Qué? Pero...

—Nada de peros, me has mentido y no lo voy a consentir. Si tan sólo hubieses sido sincera, las cosas habrían sido diferentes.

—Entiendo, cometí un error y debo recompensarlo. ¿Cuál es mi sanción?

—Por eso me enorgulleces tanto.

Y realmente no supo cómo me llenaba de felicidad esas palabras viniendo de él.

Al salir de la oficina, exhalé un suspiro de alivio. El nudo en mi garganta había desaparecido y el peso en mi espalda se sentía más ligero. No supe realmente cuanto necesitaba esto hasta salir del lugar y sentirme renovada por completo.

Si bien, la sanción por la mentira no fue pasada por alto, no fue tan dura como esperaba. Esa semana debía quedarme a cumplir horas extras sin remuneración. Bien, no me quejaba ya que si hubiese estado en otro establecimiento, en ese momento debería comenzar a buscar otro empleo; pero Philips no permitiría que me quedase sin trabajo siendo consciente de lo mucho que necesitaba el dinero para vivir y de lo mucho que me esforzaba para obtenerlo, sin embargo no dejaba de ser mi jefe y debía pagar las consecuencias de mis actos.

Me dirigí hacia la cocina del lugar para empezar con el menú del día y comenzar con mi trabajo. Al entrar todos esperaban una despedida llena de lágrimas, en cambio, recibieron mi mejor sonrisa y de inmediato siguieron con su trabajo dejando de lado las miradas indiscretas por el momento.

No muchos tenían conocimiento acerca de mi allegada relación con el jefe y por qué me trataba como una hija, así que se asombraron al no tener noticias acerca de mi despido. Me imaginaba lo que rondaba por sus cabezas y las risitas sarcásticas que Nancy me dirigía con sus amigas me lo confirmaban; bien, no iba a bajar la cabeza por nadie y menos en mi lugar de trabajo. No le debía explicaciones a nadie y menos sobre un hecho erróneo.

Aquel día, Connor se mantuvo observándome con seriedad mientras realizaba su trabajo en silencio sin siquiera dirigirme la palabra. La tensión se podía palpar en el ambiente y aunque eso me incomodaba no pensaba detenerme a pensar demasiado y seguir mi trabajo sin distracciones.

Sin embargo, al finalizar la jornada no pude soportar las miradas indiscretas que comenzaba a dirigir en mi dirección. Así que ambos nos quedamos las horas extras correspondientes y al terminar mi trabajo, comencé a limpiar la cocina recibiendo su ayuda en ciertas ocasiones.

Al terminar todo, me encontraba exhausta, aunque eso no me distrajo de mi objetivo. —¿Puedes explicarme qué diablos te ocurre? —lo intercepté cuando estuvo a punto de irse.

—¿Por qué debería ocurrirme algo? —respondió con la mandíbula tensa.

—Me has estado ignorando todo el día y eso comienza a incomodarme.

—¿Ah, sí? No sabía que éramos grandes amigos y debía forzar una conversación contigo.

—No me refiero a eso, es sólo que siento que estás actuando extraño desde esta mañana. Presiento que algo te ocurre.

—Presientes mal —comentó con una frialdad poco digna de él según lo poco que lo conocía.

—Pero...

—Suficiente. Ha sido mi error flirtear contigo desde el primer momento. Creo que has confundido un poco las cosas creyendo que debes hacer preguntas que no son de tu incumbencia. Somos compañeros de trabajo y no debí sobrepasarme de la raya.

—No es eso, no confundí nada, es sólo que...

—Hasta mañana, señorita Carter.

Y se fue dejándome con la palabra en la boca y un montón de dudas corrompiendo mi mente. Definitivamente algo andaba mal. Definitivamente mi madre tenía razón cuando afirmaba que mi incesante curiosidad lograba meterme en problemas en numerosas ocasiones. Sin embargo, prefería meterme en serios problemas que seguir con la duda desfilando por mi cerebro. Sospechaba que Connor traería grandes problemas a mí ya alocada vida, pero yo no era cobarde como para no enfrentarme al reto.

Estaba segura que intentar colarme en su vida para descubrir qué le ocurría era indiscreto y casi acosador pero algo llamaba mi atención desde el primer momento en aquel hombre, un aura embriagadora que me impedía mantenerme lejos por mucho tiempo.

Detrás de la máscara ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora