Mi mañana no comenzó de maravilla. Para empezar, la cabeza me dolía como si estuviese siendo golpeada continuamente con miles de martillos diminutos; la bilis subía continuamente por mi garganta provocándome arcadas, y mis músculos se encontraban completamente entumecidos y adoloridos.
Mi visión comenzó a aclararse a medida que parpadeaba y de inmediato, pude darme cuenta del motivo de mis dolores; me encontraba en ropa interior recostada sobre el frío suelo. Para mi suerte, estábamos en primavera, por lo tanto no sentía baja la temperatura. Sin embargo, mis sentidos se pusieron alerta al no reconocer el lugar.
Me levanté de inmediato provocando que mi mundo se torne confuso y desorientado. Lo único que logró calmarme fue reconocer las paredes del departamento de mi mejor amiga. Bien, no recordaba cómo pude regresar pero por lo menos no me encontraba en un lugar desconocido.
Lo único que me inquietaba era encontrarme cubierta únicamente por mi ropa interior y una resaca monumental con la cual no podía mantenerme ni cinco minutos de pie.
—¡Vamos! ¡Arriba, asquerosa ebria! —Definitivamente, el tono de voz chillón de mi mejor amiga a primera hora de la mañana, y si agregamos a la ecuación, una resaca descomunal; era imposible sobrevivir a ello.
—Por favor, dime que no hice una estupidez... —Carajo, mi voz sonaba rasposa y aún no lograba hablar con claridad sin arrastrar las palabras.
—Si llamas estupidez a casi acostarte con semejante adonis pero haberlo arruinado por tu ebriedad, sí. Hiciste una estupidez.
—Mierda, dime ya mismo qué fue lo que sucedió —supliqué mirándola con terror.
—Pues, en un momento te perdí pero me encontraba lo suficientemente consciente como para alarmarme y comencé a buscarte como una loca por todo el lugar cuando de repente escuché un lío femenino. Por un momento temí que hubieses sido tú quién protagonizabas esa pelea pero fue mucho peor cuando te vi inconsciente en los brazos de un musculoso en los reservados —Oh carajos, por un momento imaginé que ese beso había sido producto de mi imaginación—. Debo admitir que me aterré y subí ignorando al monigote que me perseguía diciendo que estaba prohibido para mí subir pero me dio igual. Insulté al adonis, el guardia me insultó a mí, tú insultaste al guardia, todo fue una confusión hasta que vomitaste sobre las botas del adonis y este ya no supo qué hacer. Debo admitir que fue raro que esté llevando una máscara allí dentro y cuando se la quitó...
— ¡Momento! —interrumpí su explicación cuando ya pude encontrarme sentada sin la sensación de mi estómago dando vueltas y de inmediato me dí cuenta de sus últimas palabras—. ¿Cómo que se quitó la máscara? —susurré confundida—. ¿Viste su rostro?
—Pues claro, tonta. ¿Cómo no voy a ver su...? —Su semblante cambió de divertido a inquieto en un microsegundo— ¡Joder! No me digas que él era el bailarín... —murmuró sin poder creérselo— ¡Y le estabas metiendo la lengua en la garganta sin ver siquiera su rostro!
—¿Cómo supiste lo que hicimos si me encontraste inconsciente?
—No lo sabía, pero gracias por confirmarlo —Joder, que bien me la hizo.
—Bien, lo admito, me dejé llevar. Ahora continúa.
—Luego me contarás todo, pero siguiendo con la explicación; el guardia de seguridad nos sacó afuera y el adonis al ver que estábamos solas y ebrias nos trajo hasta aquí.
—¿Eso es todo...?
—Sí.
—¿No hice nada más?
—Excepto colgarte de su cuello mientras conducía y decirle lo bueno que estaban sus abdominales una y otra vez, no. Aunque no te culpo, el hombre estaba como un tren.
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Detrás de la máscara ©
Romantik«Al final del día, es inútil esconderte tras la máscara cuando tú mismo logras delatarte» Annabelle Carter creía tener la vida perfecta. Creía ser la protagonista de su propio cuento de hadas al lado de su amado príncipe azul. Sin embargo, una serie...