Siempre he considerado a la danza como la dominante del primer puesto de las artes más bellas que el hombre pudo haber creado. Los delicados movimientos acompañados con la embriagadora y suave melodía, eran considerados un éxtasis que el ojo humano era dichoso de poder observar.
Pero aquel día descubrí que toda mi vida había estado completamente equivocada.
La danza debía ser considerada en el segundo puesto, pues el primero había comenzado a ocuparlo aquel ángel caído del olimpo; de otro modo, no había encontrado alguna explicación coherente para la existencia de aquella deidad.
Sus masculinos y suaves pasos de baile se coordinaban de una manera extremadamente lujuriosa al ritmo de las estrofas cantadas por Annie Lennox. Sus movimientos completamente eróticos a través de la pista, lograban hipnotizar a cada persona presente en la sala, y yo no era la excepción.
Los efectos de las luces estroboscópicas rojas le daban el enfoque preciso a su cuerpo completamente musculoso y ejercitado. El moreno enmascarado, no desviaba por mucho tiempo su mirada del lugar donde me encontraba, como si esperase que esta vez me volviese a acercar a la tarima como aquella vez en la que me invitó a unirme a él.
Pero no, esta vez sería diferente. Esta vez dejaría que sea él quién me deseara, quién me buscara. Por lo tanto, me mantuve sentada en mi sitio esperando a mi mejor amiga, quién se había acercado en dirección al centro de todo aquel show, esperando que yo vaya detrás de ella. Pero me mantuve sentada con mis piernas cruzadas, degustando un Martini que, cada trago que se deslizaba por mi garganta, lograba alborotar aún más mis revolucionadas hormonas, siendo incapaz de mantener mi respiración regular por más de unos minutos.
No fui consciente de la duración del espectáculo, sólo supe que había terminado cuando mi bailarín predilecto se ocultaba delicadamente detrás del telón, no sin antes dedicarme una última mirada que no supe cómo descifrar.
Las luces dejaron de enfocar la tarima para volverse en miles de luces de colores iluminando la pista central de baile, y pasados los minutos, el lugar fue llenándose de público masculino. Sin darme cuenta, al momento, tenía a mi mejor amiga jadeante y con el pelo revuelto frente a mí con un vaso de whisky en sus manos.
—¡¿Dónde diablos estabas?! —gritó sobre la música electrónica que comenzó a sonar en ese momento—. Te perdiste de las mejores vistas. Ese adonis se movía como los dioses, y ya creo que te habrás dado cuenta de la manera en la que te miraba...
—Anna, ¿Podrías dejar de exagerar? Creo que has bebido demasiado...
Pero ella me interrumpió: —Cariño, es recién la segunda copa que ingiero esta noche —señaló alzando brevemente su vaso—, y soy completamente consciente de la mirada de deseo en un hombre, y más un hombre como él. Estoy al cien por ciento segura que te reconoció de la otra noche.
—¿Quieres dejarme tranquila? Ya estoy un poco exhausta de hombres en mi vida, ahora sólo busco divertirme, no buscar un rollo de una noche.
—Como gustes, aunque si fuera tú, no dejaría pasar esas dos oportunidades que tienes esta noche.
Bien, puede que haya tenido algo de razón, pero de ninguna manera me iban esas aventuras de una noche y no pensaba empezar a romper mis principios esa noche. Con un suspiro de resignación, me encaminé a la barra a pedir otro trago; en ese momento se me antojaba algo más fuerte así que pedí tres shots de tequila, y sin pestañear, me los tragué en menos de un minuto.
Era consciente del riesgo de tomar sin medir y más aún sin haber comido nada anteriormente, pero esa noche deseaba romper mis propias reglas impuestas con los años.
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Detrás de la máscara ©
Romance«Al final del día, es inútil esconderte tras la máscara cuando tú mismo logras delatarte» Annabelle Carter creía tener la vida perfecta. Creía ser la protagonista de su propio cuento de hadas al lado de su amado príncipe azul. Sin embargo, una serie...