Día 8: Primera Discusión

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¿Huí? Sí, huí. Ayer había huido de mi mejor amigo dejándolo plantado por una estupidez. Genial. Ya no sabia ni como mirarlo a la cara. Hoy tendría que ir al colegio y enfrentarlo a él. Y a su vez, hoy fue el primer día en 2 años y medio que no pasaría por él. No quería verlo a los ojos, no después de eso.

Salí de mi casa totalmente agazapado y además avergonzado conmigo mismo. Aún seguía enojado y no había tenido tiempo ni siquiera en pensar porqué. Pase cerca de la casa de Harry y aumente el paso, huyendo de nuevo, aterrado de que saliera por aquella puerta justo cuanto pasaba por ahí.

Afortunadamente no lo encontré en todo el camino, y llegue a clase normalmente. Quince minutos después de que la clase hubiera iniciado llegó Harry apresuradamente. ¿Había estado esperándome? ¿Aún después de aquello? Me sentí terrible, sin poder controlarlo, mis ojos se posaron sobre el, lo advirtió y me lanzó una mirada afligida, a lo que yo aparte la mirada. No sabía cómo aguantaría ese día vivo.

Las clases transcurrieron con normalidad, o al menos eso aparentaba, por qué yo notaba cada una de las miradas qué Harry posaba sobre mi, buscando mi atención, posiblemente buscando una explicación, sentía su aflicción, sentía que mi nuca escocía con cada una de sus miradas. No cedí, aún estaba enojado y ni siquiera sabía el porqué, además de que me sentía avergonzado. Finjo durante todo el tiempo que advertí cada una de sus miradas.

Al fin, después de 3 eternas horas había un descanso, huí del aula inmediatamente pero mis pies me traicionaron. Sin pensarlo inmediatamente me dirigí hacia nuestro lugar en la escuela. Aquel rincón en la parte trasera del patio del colegio en el que habíamos pasado juntos aquellos momentos en los que Erica y Simón necesitaban su espacio. Los ojos me ardían, no quería saber de nada más en ese momento. Pero la vida tenía planes diferentes para mí. Oh, maldita y contradictoria vida.

Me hallaba sentado en el césped contra una pared, mi cabeza recostada hacia atrás y mis piernas extendidas con una rodilla recogida, mirando al horizonte, simplemente pensando. Pensando en todo. Pensando en nada. A veces pensar era muy doloroso, y por ello creo que a veces nuestros peores enemigos somos nosotros mismos. Dejando eso de lado, me percaté de los pasos que se dirigían hacía mi. No me moleste siquiera en fijarme quién era, ya lo sabía. Aquella se persona se dejó caer a mi lado y se sentó igual que yo, acompañándome por unos momentos en silencio. Me removí incomodo, pero me quedé en lugar de seguir huyendo. El silencio era incómodo, era del tipode silencia que denotaba la tensión de dos personas que necesitaban decir demasiadas cosas.

Luego de un momento en silencio, él por fin se decidió a hablar.

—Dime, ¿Que paso? —Suscitó suavemente, como si tuviera miedo de que yo volviera a huir, como si tuviera miedo de que sus palabras me hirieran. Y me hirió saber que aún después de eso se preocupaba por mi, me sentí fatal.

—Nada. —Declaré. Mi voz no le hacía caso a la razón, solo al enojo que llevaba en mi desde ayer.

—No, Cameron, algo, algo es lo que pasó. —Dijo afligido. —Dime, explícame que es lo que te sucedió.

—Harry, preferiría no hablar de eso.

—Cameron Evans, por favor. —Utilizó mi nombre completo con demasiada aflicción en su voz, no lo dijo enojado y alzó la voz, solo lo noté desesperado por una respuesta.

—Harry, por favor... —Estaba rompiéndome lentamente, no quería seguir esa conversación, no si sabía que podría llegar a algo peor, no si sabía que no me estaba controlando. No si sabía que Harry solo intentaba ayudarme.

Me escocían los ojos, posiblemente cristalizados por las lágrimas que amenazaban por salir, que intentaba mantener adentro. Lagrimas de vergüenza y enojo.

—Cam —Me llamo suavemente, pusó su mano sobre mi mentón y giro mi cara hacia el para que lo mirará directamente a los ojos. —Podria entenderte, podría ay-

Me rompí. Alejé mi cara de él. Y esa fue la gota que derramó el vaso de mi irá inexplicable.

—No, no. ¡No, Harry Griffin! —Grité, afilando inconscientemente cada una de mis palabras. —No puedes entenderme y menos ayudarme. No entiendo yo que es lo que me sucede, no puedo entenderlo ¿y esperas entenderlo tú? Esta no es una de tus tontas fantasías en las que arreglas todo con tu estúpido optimismo y tú linda sonrisa, ¿Ok? No es así. Esto es más complicado. Pero puedes entender que necesito mi espacio.

>>¡No sabes cómo me siento! Nadie lo sabe. Apenas lo sé yo. No esperes ayudarme. No quiero saber nada de nadie en estos momentos. Solo quiero pensar. Dame mi espacio.

—Cameron, eres un terco. —Habló Harry de la manera más seria de la que nunca lo había oído hablar. Mis ojos se abrieron y mis lágrimas que habían estado cayendo a borbotones aumentaron, en un baile silencioso a través de mi cara. —No te hagas la puñetera víctima, Cameron Evans. Me dejaste plantado y estoy tratando de ayudarte, pero veo que solo eres un obstinado. ¿Sabes que? Está bien, te dejo tu espacio. Pero entiende una cosa, no me busques después. Toma, quédatelo, es lo menos que puedes hacer ahora.

—Vete...

—Eso hago.

Y se fue. Me dejó solo junto con aquel regalo de 100 dólares que había comprado especialmente para mi. Aquel estúpido videojuego que un día me había quedado mirando como un niño pequeño mira un dulce. El lo había notado. Y yo no era capaz de notar mis sentimientos ni los suyos.

Simón y Erica trataron de indagar en lo sucedido, no sabían por que Harry y yo estábamos tan distanciados y preguntaban por lo que había pasado ayer después de que se fueran. Ni siquiera les respondí. Solo... Los ignoré. Me sentía mal por haberlo hecho. Pero no estaba en condiciones.

Y durante aquel día no dirigí palabra ni siquiera a mis padres. Al llegar a casa ni siquiera les dirigí el saludo, me apresuré a mi cuarto y me encerré durante lo que quedaba de día.

Treinta Y Un Días: Juego De NoviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora