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Mi cabeza daba muchas vueltas, demasiadas. Sabía que en cualquier momento podía desfallecer y eso, el doctor Min no lo pasó por alto. Me odiaba en estos momentos, ¿por qué de todos los lugares en donde pude haberlo encontrado o topado, tenía que ser precisament en el lugar donde tenía que pasar el resto de mi año escolar? 

Creo que jalé por mucho tiempo mi cabello, me quedaría calvo en algún momento. 

Ugh, deja de ser tan malditamente melodramático. 

Cállate y déjame en paz. 

―¿Seguro que estás bien, Jimin-ssi? ―la ronca voz del doctor se escuchó demasiado cerca para mi gusto. Solo una probadita, Jiminie. Tragué duro. 

―N-no... ―fruncí el ceño, mi vista se volvía cada vez más nublada, necesitaba alimentarlo ―. Creo que no. 

No supe cómo, pero en algún momento, mis piernas fallaron y la estabilidad que me daba la pared donde estaba recargado, desapareció. Suerte la mía que no me dí de bruses contra el suelo, estaba seguro de que me dolería como los mil infiernos tener un golpe en la frente, pero como estamos hablando de mí; el humano que había sobrevivido a una posesión y que era la casa de  un demonio, yo jamás contaría con suerte. 

Jimin...

Jimin...

Ah, Jimin despierta, necesito que despiertes. 

Con el ceño fruncido, poco a poco abrí los ojos. Me di cuenta que no estaba en mi habitación en el momento en que el olor a químicos y un poco de sangre O+ golpeó mi sentido del olfato. Un nudo creció en mi garganta cuando me di cuenta que una enfermera, bastante joven, estaba atendiéndome, mirando la sonda y anotando cosas en su carpeta. Gruñí ligeramente, no solo por el dolor, sino porque sabía que no podía quedarme aquí, encerrado con ella, por tanto tiempo cuando él estaba jodidamente inquieto en mi interior. 

―Oh, has despertado ―dijo ella con voz suave cuando escuchó mi quejido ―. Espera, llamaré al doctor Min, me ha dicho que le informara nada más despertaras. 

Sin esperar a que yo dijera algo al respecto, ella salió corriendo cerrando la cortina tras de sí. Una vez que estuve relativamente solo, cerré los ojos con fuerza de nuevo. Si bien el dolor de cabeza había disminuído, los malestares del ardor en la garganta y la boca seca no se habían ido. 

¿Podrías por favor controlarte? Deberías estar más cansado que yo. Se quejó mentalmente, soltando un gruñido. 

Tengo hambre, debes alimentarme. Tienes suerte de que no haya ningún AB negati...

¡Contrólate! 

―Oh, Jimin-ssi ―la ronca y áspera voz del doctor Min se hizo presente cuando abrió la cortina que dividía mi cama de las demás. No me atreví a mirarle fijamente, dejé mis ojos sobre mis manitos en un intento de tranquilizarme ―. Tienes dieciocho años, ¿verdad? ―asentí, sin mirarle ―. Por ende eres aún menor de edad, llamamos a tus padres, la asistente me informó que se encontraban fuera del país, ¿tienes algún guardián que pueda venir por ti? Tengo algunas cosas qué decirle. 

Rápidamente el pensamiento del abuelo vino a mi cabeza, pero tan pronto estuvo, negué. Tal vez demasiado rápido como para que mi cerebro pudiera procesar lo que estaba pasando. 

―Me valgo por mí mismo ―terminé por murmurar, demasiado bajo. Demasiado sumiso

Él asintió, soltando un sonido gutural, como un "uhu", mientras leía el informe en la carpeta en sus manos ―. Entonces ahora entiendo. 

―¿Entender qué? ―pregunté alzando una ceja y mirándolo finalmente. Sus ojos felinos me estaban analisando, me tensé. Pero no solo porque tenía sus ojos fijos en mí, sino porque su felina mirada parecía querer entender algo más, como si pensara otra cosa fuera del ámbito profesional ―. ¿Sucede algo? 

Por un momento, él continuó mirándome. Joder. Directamente a los ojos, estrujándolos, buscando algo que tal vez yo no podría explicar con facilidad. ¡Contrólate! 

El doctor Min negó con la cabeza un poco antes de volver a tomar el control de su expresión y mirarme como lo haría cualquier otro médico ―. Jimin, como médico, tengo la responsabilidad de pedirte... no, más bien, de ordenarte, que comas adecuadamente ―Ay, qué chulo, se preocupa por ti ―. Estás por debajo de tu peso ideal conforme a tu estatura, la desnutrición que presentas puede generar una anemia y si no se previene, tal vez no podamos controlarla. Tener anemia no es bonito, dudo que alguien tan joven y con las metas que tiene eche todo a perder por seguir modas. 

No estamos débiles o delgados o casi enfermos porque no queramos, ¡sino porque no nos alimentas! ¡Te dije que lo hicieras! 

Lo ignoré. O por lo menos lo intenté. 

―Lo-lo siento ―atiné a decir, un poco abrumado, buscando una justificación adecuada ―. Yo... 

El doctor suspiró ―. Mira, entiendo que estés en tu último año. Recuerdo cuando yo lo estuve ―¿hace mil años? ―, pero debes alimentarte bien, encontrar un equilibrio. ¿De acuerdo? ―asentí, completamente embobado en él. En su presencia. En su aroma. En el relajado bombardeo que salía desde su corazón ―. Excelente, de lo contrario me quedaría sin asistente. 

Oh, que lo has conseguido, mocoso. Eso no lo esperaba, si te soy honesto. Pero no te quedes así, responde o haz algo, idiota. 

―Gr-gracias por la oportunidad, bagsanim ―tatamudeé mientras hacia una venia, una sonrisa pequeña apareció en mi cara. Santo cielo. Pero se borró cuando pude escuchar que su corazón se saltó un latido. Santísimo cielo. 

―S-sí, bueno... ―se rascó la nuca. ¡Qué está nervioso! ―. Cuídate, ¿quieres? Come bien y toma estos medicamentos, tómate el día de mañana libre, he sacado una constancia para que justifiques tu falta y nos vemos pasado mañana para que incies las prácticas. 

Abrí un poco los ojos, sorprendido ―. El período de prácticas comienza en una semana... 

Una bonita sonrisa apareció en sus labios. Joder que era bonita ―. Eres el único asistente de un cirujano, créeme que hay ciertas cosas que debes saber antes de ser mi sombra ―suspiró pesadamente antes de estirar por un momento sus brazos ―. Bien, debo retirarme. Toma tus medicamentos, descansa y sobre todo, come bien en estos días, te quiero completamente sano y listo para la acción. 

Sin decir más, revolvió mi cabello rosado y salió del pequeño cuarto que hacían cuatro cortinas al rededor de la cama en donde me encontraba. 

Cielos...

Oye, yo no sé tú, pero quiero volver a escuchar ese salto de latido. 

Yo también, yo también. 

Crescendo | ʸᵒᵒⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora