- Capitulo 8: Progresión -

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Capítulo 8

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Progresión

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Cuando desperté toda la habitación yacía en penumbra, me encontraba recostada bajo las sabanas con la mirada fija en el techo, podía sentir mis ojos hinchados y las mejillas humedecidas por las lágrimas que ya se habían secado. Gire la cabeza y a tan solo unos pies de distancia se encontraba Urokodaki aparentemente dormido en su futón, tendido de costado dándome la espalda. Con la mente nublada me senté cruzando las piernas; recordé entonces como mis emociones alcanzaron su límite. y me derrumbé dolorosamente sobre aquel anciano sin siquiera poder terminar la cena, incluso mi cabello permanecía recogido en un nudo detrás de mi cabeza; era la primera vez que me sucedía algo así... no sabía cómo sentirme al respecto, pero sin dudas percibía algo distinto; recordaba cómo se sentían las emociones dentro de mi siendo reprimidas, un dolor constante que me consumía mientras lo ignoraba y que aún mi cuerpo resentía los daños... ahora que habían salido una fuerte sensación de vacío me oprimía el pecho, era como si mi llanto hubiera expulsado hasta el alma. No podía dormir de vuelta, no solo por mi estado, sentía como si tuviese algo pendiente. Quizás sea solo el cansancio, pero algo en mi cabeza no me deja tranquila.... No estaba pensando con claridad, me puse de pie apartando las sabanas y decidí salir de la cabaña, creía que me sentiría mejor si tomaba un poco de aire fresco. Ocurría raras veces, pero eso siempre me ayudó a racionalizar. Cerré la puerta lo más silenciosa que pude y ande sin rumbo, necesitaba aclarar mi mente.

La noche estaba despejada, escasas nubes adornaban el cielo nocturno en compañía de la luna creciente, como si negaran la tormenta que nos había azotado; una fresca brisa me arropaba con cada paso mientras mecía mis ropas... una fría corriente sopló de pronto enviando un escalofrió a través de mi piel; casi temblando me detuve abrazándome para conservar el calor, fue entonces que alcé la mirada; encontrándome con el cielo estrellado.... Desde pequeña siempre me gustó admirar el firmamento, la belleza de las estrellas que recorrían el espacio sobre nosotros cada noche de primavera, verano u otoño; desde que tengo memoria salía en compañía de Tanjiro una vez finalizadas nuestras labores, nos recostábamos en la hierba con la mirada fija en las alturas mientras platicábamos de nuestro día o rememorando como nuestros padres solían acompañarnos en el pasado; lagrimas comenzaron a rodar mientras los recuerdos circulaban frente a mis ojos, mi madre enviaba a uno de nuestros hermanos por nosotros una vez lista la cena; solloce afligida recordando su voz, aquella amargura comenzaba a carcomerme obligándome a bajar la mirada mientras sentía como se me contraía pecho.

Todo el tiempo desde que vi a mi familia masacrada, el ataque de mi hermano convertido en demonio y el intento de Tomioka de quitarme lo único que me quedaba, me reprimí, nunca me detuve a procesar lo que sentía y evitaba pensar en ello. Sabía que eso me detendría y me engañaba creyendo que algún día lo olvidaría... simplemente me negué a aceptar esa realidad, Solo trataba de ser fuerte, no quería sufrir; jamás tomé en cuenta las heridas de mi corazón. Antes de notarlo me había vuelto una carga para quienes me tendieron la mano, mientras más tiempo pasaba y los entrenamientos empeoraban más me hundía en mi sufrimiento y en la frustración de no poder cambiar mi situación, estaba siendo cegada por el dolor y Urokodaki pagaba las consecuencias. No fue sino hasta que todos esos sentimientos oprimidos salieron que mi mente se aclaró... me di cuenta de lo que estaba haciendo en ese momento, no podía continuar aferrándome a algo que se había ido, ya no había nada que hacer, si continuaba reprochándome seguiría desgarrando mi corazón, y el solo desearlo con fuerza no haría que esas noches estrelladas regresaran; tenía que dejarlo ir.

La Dama de la Katana  ||  『 Kimetsu no Yaiba 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora