Capítulo 11.

6 0 0
                                    

Capítulo 11

You're blinded by your hunger
Beware your days are numbered
Dream Theater, Standing on the back of angels.

Haziel sonrió. Aquella chica le sorprendía. Se notaba como las barreras que habían sido puestas a su sangre, habían sido totalmente arrancadas y esta despertaba poco a poco. Su rostro estaba comenzando a adquirir un brillo diferente, con una calidez propia de los ángeles. Su pelo, ondulado, cambiaba de color cuando su poder se desbordaba, pasando a un blanco níveo que le recordaba más al suyo que al de nadie que hubiera visto antes. Sus ojos, habitualmente marrones, se aclaraban poco a poco, mostrando esa inestabilidad que los delataba a todos como ángeles, y ese tono entre dorado y caramelo que tan sólo poseían los arcángeles y que tanto se asemejaba al icor. Todo su cuerpo parecía adquirir paso a paso una elegancia y una agilidad asombrosas, de las que ella hacía uso con suma facilidad, como si no se diera cuenta de que las estaba adquiriendo.

Incluso aquella pequeña cantidad de poder que era necesario para crear el vínculo con el árbol, más aún en un ambiente como ese donde había árboles y vida por todas partes, se había transformado en una involuntaria muestra del verdadero poder que tenía. ¿Cómo había sido capaz de generar ese cambio? ¿Cómo trajo aquel árbol hasta ese punto? ¿Qué hizo con el otro? ¿Cómo manejó su poder para hacerlo con tanta facilidad, capaz de mantenerse después en pie, aún, y de sellar aquel pacto con su Sauce?

Y por si fuera poco, ¿qué voluntad tenía aquella chica para oponerse con su Sauce a hacer lo que le era ordenado en un ambiente que debía de parecerle totalmente hostil?

Sin duda, Danielle escondía muchos secretos. Pero más allá de eso, por mucho que le costase llevar el cambio y aunque no sabía que resultaría de aquello, Haziel se había prometido hacía tiempo no dejar de lado a aquella chica.

Ella la vió llegar aquel día.

El aterrizaje de Adriel estaba mal calculado, su ropa estaba llena de icor y apestaba a onis. Llevaba a una muchacha en brazos que aún se aferraba a él, con la cabeza apoyada en su cuello como si se escondiera del resto del mundo menos de él.

Algo iba mal. Adriel, un Caróntida legendario, siempre había realizado sus misiones con absoluta precisión, trayendo únicamente el alma y a menudo dejándolo directamente en manos de Caronte. Y nunca, nunca, sufriendo daño alguno. Excepto aquella vez.

Las tropas acudieron enseguida y se los llevaron a ambos. Desde entonces llegaban todo tipo de rumores y voces distantes que sugerían quién podía ser aquella muchacha que había llegado con vida al Inframundo; y  peor aún, qué le había pasado a Adriel para haber cometido semejante error.

Cuando Adriel nos contó tanto a Lavi como a mí que aquella humana era en realidad un arcángel, supimos de inmediato que muchos pretenderían utilizar su poder hasta el final, sin importar los daños. La desesperanza había llegado hasta tal punto que nuestra gente había olvidado los límites.

Nuestro deber, tanto el de Adriel, como el de Lavi, como el mío, era defenderla.

***

 

El viento se levantó con fuerza y revolvió el cabello de Adriel mientras este esperaba apoyado sobre el tronco de un árbol. A partir de ahí, el bosque se espesaba y los caminos tan sólo se iluminaban con la luz de la energía vital que esperaba ser absorbida por la tierra.

La voz de Caronte se abría paso entre sus pensamientos, una y otra vez, recordándole la que era ahora su única misión. Sin embargo, ¿por qué él? ¿Acaso no sabían ya que él no era el de antes? Las dudas lo atacaban desde dentro, las imágenes golpeaban sus párpados.

Las nanas de los Caróntidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora