Mentirosos de autobús

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A veces, una pequeña mentira nos salva el pellejo en más de una ocasión... Aún por más tonto que sea el motivo.

Si bien la publicidad de un viaje con transporte incluido era lo que los había motivado a salir tan de madrugada a la central de autobuses, Mildré no pudo sino resoplar, incrédulo, al ver que su madre caía redondita en la pequeña mentira de Brendon. Una mentira que, muy a su pesar, el propio Mildré ayudó a elaborar. Y es que en realidad el premio no incluía el transporte al festival, por lo que Brendon y Mildré tuvieron que comprar boletos para el autobús en Internet usando la tarjeta de crédito de la señora Baggot mientras ésta dormía para que no se diera cuenta. Y aunque hubiera sido fácil para Mildré negarse a ayudar a su primo, y quedarse en su casa después de revelar la mentira, la insistencia de su primo (y la promesa de una buena paga) fue tanta que no tuvo opción alguna más que ayudarle a conseguir los preciados boletos, recogerlos discretamente en ventanilla apenas llegaron a la central de autobuses, y deslizarlos en sus bolsillos como quien trafica drogas enfrente de la policía. Así pues, con la mentira armada, y su misión cumplida, es como la familia ya se hallaba en la rampa de la central, esperando el momento en que el autobús les llamara y pudieran empezar su viaje sin problema alguno. Eran aproximadamente las 6:30 de la madrugada.

A su alrededor, múltiples personas adormiladas esperaban su viaje de igual manera, formadas como reos contra la pared. Muchas de ellas se quejaban en silencio por tan temprana hora, deseando subir lo más pronto posible al vehículo para adueñarse de un asiento y dormitar. Otras tantas aprovechaban la espera para leer un libro o un periódico adquirido en el quiosco de la central, e incluso había aquellos pasajeros que se la pasaban riendo y charlando con gente desconocida con tal de crear algo de familiaridad con la cual contar durante el viaje. El chofer del autobús también charlaba con un compañero de trabajo mientras se preparaba, fumando alegremente un cigarro que al extinguirse marcaría el fin de la conversación. El autobús aguardaba a todos pacientemente, listo para partir.

Pero hasta que eso no ocurriera, la madre de Mildré aprovecharía para deshacerse en despedidas y consejos para ambos adolescentes, quienes a juzgar de la cantidad de abrazos y besos que ya les había dado, daban la impresión de que se iban para siempre. Con la cara rosada de vergüenza, y los labios de su madre pegados a sus cabellos rubios, Mildré sentía que el momento se hacía cada vez más eterno, más insoportable... Hubiera estado mejor quedarse sin concierto que soportar esta humillación.

Al menos, eso pensaba él.

—¡Oh, no saben cuánto los voy a extrañar, chicos! —exclamaba ella, llamando la atención de otros pasajeros mientras apretaba como por onceava vez las pecosas mejillas del menor. Mientras el pelirrojo hacía su mejor esfuerzo por sonreír amablemente, entumecido por tantas caricias, ella añadió—: Sentiré que la casa está embrujada por tanto silencio... ¡Me harán tanta falta en cuanto se vayan!

—¿Segura que no quieres que me quede, mamá? —insistía su hijo, acomodándose la pesada mochila que su madre había preparado para él, justo como solía hacer en el preescolar—. Con todo lo que le has dado a Brendon para su maleta, seguro se quedaría sin problemas a vivir como soltero allá durante un mes.

—De ninguna manera, ¡ya te dije que estaré bien en casa! Soy una mujer grande —bromeó ella, antes de mirar el reloj que colgaba en la pared detrás suyo, y batir palmas para dar una nueva instrucción a los muchachos. Colocando sus manos en su cadera, recordó—: Hablando de eso, ¿ya revisaron si tienen todo lo necesario?

—¡Por Dios, tía! —exclamó Brendon, en tono juguetón—. Ya hemos repasado la lista como cinco veces. ¡Parecerá que nos robamos algo de tanto sacar y meter cosas a las mochilas!

—Oh, pero sabes que soy olvidadiza —se excusó—, y no hace mal dar una miradita de vez en cuando. Ya sabes, más vale prevenir...

—De acuerdo, de acuerdo —murmuró Mildré, también mirando al reloj que les indicaría la hora de partida—, revisaremos una vez más. Pero será la última vez, ¿ok? El autobús ya no debe tardar en llamar...

Booze n' Buzz: Cerveza de Abeja | YA DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora