Aprender a vivir

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Una luz incandescente envolvió todo su ambiente, cegándolo cuando trató de abrir los ojos después de un sueño profundo y largo. Al pasar el dorso de su mano por sus párpados para intentar despabilarse, apretó la mandíbula en respuesta al dolor que sentía en sus extremidades, pero que poco a poco se desvanecía hasta permitirle el movimiento. Parpadeó un par de veces más, acoplándose a la tan intensa luz que parecía venir de una especie de túnel... O más bien, de las lámparas alargadas que iluminaban el lugar en tonos blancos y azulados.
Así como si de su alarma diaria se tratara, los pitidos del monitor a su lado regulando su frecuencia cardíaca fueron el primer sonido que Mildré escuchó cuando finalmente volvió en sí, respirando apaciblemente bajo el tacto esterilizado de una mascarilla de oxígeno.

Lo había logrado, estaba vivo... ¡Estaba vivo!
Estaba vivo dentro de una habitación de hospital.

Alzando la cabeza con lentitud, un tanto imposibilitado por el collarín que llevaba, Mildré trató de reconocer su nuevo entorno y su situación, enfocando su vista en el yeso que inmovilizaba su brazo fracturado, y del cual todavía era visible una mancha de coágulo sin limpiar. Chasqueó la lengua, tratando de enderezarse sobre la cama, provocando así que la silueta que había estado todo el tiempo con él abandonara el pequeño sillón en el que se sentaba, y fuera a atenderlo con solícitas manos. Manos que acomodaron una almohada bajo su espalda, y aclararon su visión al limpiarle las lagañas...
Reconociendo aquel rostro familiar, Mildré de pronto se sintió atrapado.

—¿Mamá...?

—Shh, no te esfuerces, cariño —dijo ella, entregada a su instinto maternal—. Tu inmunidad al alcohol hace que sea casi imposible anestesiarte o curarte del todo, por lo que debes descansar si en verdad quieres recuperarte. No te esfuerces, hijo, tranquilo. Ya estoy aquí, descuida...

—Pero, mamá... —interrumpió él, apretando los dientes al sentir el ardor de sus rasguños y moretones bajo su bata de hospital—. ¿... Exactamente dónde estoy? ¿Volvimos a la ciudad? ¿Dónde está Brendon, mamá? Dime algo, por favor...

Ella acarició su frente, suspirando lentamente. Negó con la cabeza, y tomó su mano para tranquilizarle.

—Estamos en el hospital del pueblo, Mildré. Vine de inmediato al enterarme de lo que les ocurrió a ti y a tu primo. La señora Lucía fue quien se encargó de contarme.

Al oír esto, Mildré por fin se terminó de despertar, volteando hacia la ventana para así comprobar la verdad. Afuera se podían apreciar triángulos de papel colgados entre los postes de luz y las paredes de las casas, como decoración para el festival de música. La pequeña plaza hacía lucir los apretados puestecitos que sus dueños apenas se preocupaban en montar. Un vistazo rápido al calendario sobre el muro le hizo entender a Mildré que había recobrado el conocimiento la mañana del jueves; el penúltimo día del festival.
A pesar de todos los contratiempos y su estado actual, Mildré soltó un suspiro de alivio al saber que por fin estaba allí, feliz por haber cumplido su promesa de traer a Brendon al festival.

Recordando entonces aquella promesa a su primo, de quien no tuvo conocimiento alguno desde que se separaron y cayó inconsciente, Mildré miró nuevamente a su madre e insistió con el resto de las preguntas.

—¿Y entonces? ¿Qué pasó con Brendon, mamá? ¿Dónde está Brendon? Dime que está bien, por favor... Necesito verlo, debo comprobar que ambos estamos bien.

La señora Matilde sonrió levemente, como orgullosa de que a pesar de que su hijo estuviera internado de gravedad, éste todavía buscara a su primo como su única responsabilidad. Con la cabeza, señaló a una ventanilla por la que se podía apreciar el movimiento agitado del pasillo del hospital. Aplastados contra el cristal, unos cabellos de color otoñal y una espalda delgada y pálida esperaban a ser llamados, mientras su dueño se cruzaba de brazos y de vez en cuando alzaba su mano hasta su nariz para limpiar las lágrimas que resbalaban allí.
Brendon estaba tan preocupado en sus asuntos que ni siquiera sintió cuando su primo posó su mirada, a través de la ventana, sobre él.

Booze n' Buzz: Cerveza de Abeja | YA DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora