Pelea

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A veces nuestras acciones nos condenan ante los ojos de los demás. A veces una frase se puede malinterpretar. A veces, tenemos que pelear.

Mildré y Brendon se habían separado, apartados ambos por una confesión. Una confesión indirecta que ninguno de los dos hubiese querido saber o decir. Mildré nunca quiso que su primo se enterara de que se iba a suicidar. Y Brendon hubiera preferido saber desde mucho antes esta verdad.

Las hojas secas eran dejadas atrás. El rubio no hacía más que rogar. Buscaba a Brendon, pero él no aparecía por ninguna parte ni se daba a mostrar. Y, por ende, tenía que adentrarse en el bosque más y más...

—¿Dónde estás? Oh, Brendon, ¿dónde estás? —llamaba, recorriendo los arbustos y las ramas con la mirada. Había llegado hasta un punto del bosque donde su paso fue abruptamente cortado por la presencia de un barranco, en cuya orilla varios arbustos secos y espinosos y rocas filosas servían como valla de seguridad para todo aquel que buscara asomarse de más. Varios árboles delgados y unas cuantas rocas más se enterraban en su pendiente inclinada, y el color de la tierra oscura demostraba lo resbaloso que podía llegar a ser el terreno si no se pisaba con la precaución suficiente.

Confiado en que Brendon ni loco se hubiese atrevido a escapar por allí, y que estaba sano y salvo en algún otro punto de aquel extenso bosque, Mildré estuvo a punto de darse media vuelta y retomar la búsqueda en diferente dirección, incluso considerando regresar, pues quizá hasta se había olvidado de registrar algún lugar. Pero justo cuando apenas iba a girar sobre sus pasos, una piedrecita golpeó su hombro, haciéndolo voltear. A un lado, completamente enojado y frustrado, Brendon le arrojaba más piedritas, tratando de alejarlo de aquel lugar.
Por la forma en que mordía su labio inferior, y sus lanzamientos sin mirar, Mildré supo que Brendon estaba a punto de llorar.

—¡Vete! ¿Por qué no me dijiste la verdad? —gritaba Brendon, mientras se inclinaba para recoger más piedras que lanzar. Mildré avanzó hasta él con calma, queriendo explicarlo todo, pero el menor se lo impidió lanzando una nueva piedra a su brazo—. ¿Por qué nunca me dijiste que te querías suicidar?

—Brendon, no podría explicar...

—¿Qué no puedes explicar, eh? —reclamó el menor, y al darse cuenta de que las piedras no detenían a su primo, dejó que se acercara a él sólo para poderlo empujar. Golpeándolo en el pecho con las palmas abiertas, se puso a preguntar—: ¿Acaso no íbamos a ir juntos al festival? ¿Acaso no prometiste que me ibas a cuidar? ¡Responde! ¿Por qué me quieres abandonar?

Y dicho esto, Brendon no aguantó más, y se echó a llorar. Ocultaba el rostro en el pecho de Mildré, apretando su camisa para ahí sus lágrimas secar. El rubio no supo si debía abrazarlo o no, pues jamás lo había visto llorar con tanta intensidad, así que se limitó a bajar la mirada nomás. De un momento a otro, comenzó a hablar con seriedad.

—No es que no quiera ir al festival...

—¿Por qué no me quieres acompañar?

—Tampoco es porque te quiero abandonar...

—¿Por qué ya no me hablas como antes?

—Brendon, si tan sólo supieses desde cuándo me he querido matar...

—¡¿Por qué, Mildré?! ¡¿Por qué te quieres suicidar?!

Sentir un nuevo golpe con el pálido puño cerrado de su primo sobre su corazón hizo que Mildré tomara a Brendon por los hombros, y lo sacudiera tratando de hacerle callar. Sin dignarse a mirarlo, comenzaba a gritar, ignorando por completo el hecho de que él también empezaba a llorar.

Las palabras salían de su garganta como un enjambre de abejas listo para atacar.

—¡Brendon, tú no sabes cuántas veces he pensado o intentado suicidarme! ¡Tú no sabes lo que es llegar a casa corriendo sólo para llorar, ni pasar noches enteras vaciando tus lágrimas contra la almohada y en silencio porque si gritas nadie te escuchará! ¡Tú no sabes lo que es olvidar por completo la felicidad, que tus compañeros día tras día te empiecen a molestar sólo porque no les caes bien, o porque tienes un maldito defecto en tu persona que no puedes corregir! ¡No sabes absolutamente nada sobre lo que es perder a un padre después de conseguir el mayor logro de tu vida! ¡No sabes lo horrible que es saber que la persona más importante de tu vida ya no estará contigo nunca más, ni para celebrar tus logros, ni mucho menos ayudarte con tus problemas o siquiera enseñarte a pelear contra ellos!

Booze n' Buzz: Cerveza de Abeja | YA DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora