Epílogo: Así termina el verano

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Después de haber pasado por aquel evento desafortunado en el bosque, y debido a la gravedad de sus heridas, no hubo otro remedio para Mildré más que ser trasladado de vuelta a al ciudad y quedarse hospitalizado hasta que sanara, perdiéndose lamentablemente del resto del verano entre sábanas de hospital y olor a gasas esterilizadas. Sin embargo, él no consideraba que el viaje había sido en vano, ya que a pesar de no poder acompañar a su primo a divertirse como prometió, al final lo había llevado solo hasta al pueblo, donde pudo disfrutar junto a su tía del tan ansiado festival y del mejor concierto de rock que jamás había escuchado en su vida. Y aunque a ambos les dolía no poder cumplir su objetivo juntos, no cabía duda alguna de que a partir de ese día todo iba a cambiar para los dos, tanto emocionalmente como en su propia relación familiar.

El tiempo que Mildré pasó en el hospital le había hecho reflexionar sobre el qué podía hacer para disfrutar de su vida, y si realmente valía despertarse otro día. Pasaba todas las tardes pensando en eso, y la confidencia de un psicólogo le ayudaba a desahogarse cuando le asaltaban las lágrimas, así como también liberar todas sus emociones negativas y soltar eso que tanto le lastimaba a través del diálogo. Todo esto lo hacía por su propio bien, y aunque al principio sólo lo hacía por insistencia de Brendon, poco a poco iba desenvolviéndose por su cuenta, liberando sentimientos que ni siquiera sabía que se guardaba en lo más profundo de su pecho y alma. Gracias a ese aislamiento, Mildré no sólo aprendió a apreciar el canto de las cigarras o el aire nocturno que lo arrullaba cuando se colaba por la ventaba, sino que también aprendió a apreciar a aquella que consideraba su triste vida, y a encontrar en las estrellas una sonrisa.

Gracias a esto, y ahora que ya había sido dado de alta en el hospital, hoy por fin se dirigía de vuelta a casa, respirando tranquilamente y disfrutando los recuerdos y grabaciones del largo viaje que alguna vez había recorrido al lado de su primo, a quien debía un pedazo de su alegría. Ansioso por volver a su hogar, donde su madre y Brendon le esperaban con ansias, no podía dejar de imaginar la feliz bienvenida que le darían, la cual tenía planeado disfrutar como nunca había hecho en su vida. Sabía de antemano que aquello simbolizaría una nueva etapa para él, y aunque al principio no sería nada fácil acostumbrarse a iniciar y terminar los días con una sonrisa, estaba dispuesto a darlo todo de sí para mejorar, y de esa forma finalmente olvidarse de sus antiguos pensamientos suicidas.

La vida no siempre es fácil, eso es verdad. Pero si nos detenemos un momento a ver el lado bueno de las cosas, y a disfrutar de la calma que siempre viene después de una tormenta, sabremos con certeza que no todo está perdido, y que, en algún lugar, algún amigo nos esperará con los brazos abiertos, una botella de cerveza, y un cielo colmado de estrellas...

¿Qué sentido tiene tirarlo todo por la borda, cuando tu barco apenas si ha sido rozado por unas cuantas gotas de lluvia? Ya sea un mal momento, o un día que haya iniciado con el pie izquierdo, no serán impedimentos para continuar el trayecto. En vez de lamentarse o preocuparse por ello, es mucho mejor sonreír al problema, y dejar que se desvanezca la niebla. Al menos, eso era lo que Mildré trataba de aprender de Brendon, que, como él, era imperfecto, pero que estaba seguro de que le ayudaría a iniciar una nueva vida, y de paso, a darle aún más alegría de la que antes tenían.

¡No podía esperar a verlo!

Por eso, cuando al fin llegó a su casa, y se le permitió bajar del taxi que lo había hasta allí, Mildré inhaló profundamente, aliviado y agradecido por aquel maravilloso día. Admiró por unos segundos el anochecer tan cálido que se cernía sobre su cabeza, y escuchó el silbido del aire sobre los árboles, quienes también parecían darle la bienvenida.

No pudo ni dar el primer paso hacia su hogar cuando enseguida divisó a su madre saliendo a toda prisa a su encuentro, vestida con ese delantal amarillo que tanto le gustaba. Con lágrimas de alegría, lo atrapó entre sus brazos, dándole un fuerte, cálido, y cariñoso abrazo, el cual Mildré no dudó en corresponder.

Booze n' Buzz: Cerveza de Abeja | YA DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora