Ordinario

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Después de varios meses lidiando con el colegio, los comentarios de la gente, integrarme de nuevo a mis rutinas, y entre todos conseguirle alguna habilidad a Gonzo, volvía a sentirme cansada. 

Aunque habían  pasado un par de cosas que compensaban el mal rato. Mi madre me obligó a ir a un grupo de la iglesia (por supuesto arrastré a Gonzalo conmigo), en el cual conocimos a personas interesantes. No diré que ha sido del todo malo, fue curioso integrarse a un grupo juvenil después de lo que sucedió; la sorpresa realmente fue cuando llegamos y muchos ya conocían a Gonzalo, pues luego salió a la luz que llevaba un tiempo saliendo con una de las chicas de acá. Cuando me enteré lo miré con el ceño fruncido y de brazos cruzados, y éste tan sólo alzó los hombros.  

El líder grupal había iniciado la reunión presentándome a los demás, está de más decir que soy bastante tímida a pesar de haber pertenecido a varias agrupaciones; nunca me acostumbré a la atención. 

- Soy Aymara, y estoy acá porque mi madre insistió en que viniera... Soy hermana de Gonzalo, a quien al parecer ya conocían. - todos rieron - básicamente eso es. 

- Bien, en nuestro grupo dejamos que las personas se integren como deseen,  no te vamos a presionar. Puedes charlar con quien quieras, todos vamos a ayudarte. Estamos contigo  - Dante, el líder, había sonreído de forma agradable. Se veía joven, tal vez unos 25 años, pero con gran carisma. Me agradó al instante. 

El desarrollo de la reunión era sencillo, prácticamente tenían un tema específico para conversarlo y se hacía alguna actividad para complementar. Charlaron un poco del amor propio, y su relación con la perfección con la que nos creó Dios, el cómo a veces rechazarnos nos afecta en todos los aspectos de nuestras vidas, hasta llegar a perjudicar tus relaciones con los demás, y lo que te daña a ti, dañaría a los demás en algún momento, a tus seres queridos. 

Cada uno dio su punto de vista acerca del tema, y llegó el turno de Gonzo, que la verdad no creo que tuviera nada qué agregar, mi hermano tenía el autoestima por las nubes.


- Es... complejo, creo.  - Fue lo único que mencionó.

Dante le animó a seguir hablando - ¿Qué parte te parece más interesante, Gonzo?

- Tal vez la parte de que, todo lo que hacemos afecta a los de nuestro alrededor... - todos prestaban atención mientras yo en mi interior deseaba que no siguiera hablando, algo me decía que ya sabía qué podría salir a relucir allí. Por un momento no quería ser el centro, no quería ser la loca del grupo.  Pero por otro lado, inconscientemente deseaba saber qué pensaba él, qué sentía. Qué le afectaba.

- Simplemente eso, es interesante. - Se negó a seguir hablando. 

Yo me negué a participar. 

Y el regreso a casa fue silencioso.

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El resto de las semanas continuaron sin más, cada vez me sentía un poco más integrada en las reuniones. Hablaba poco pero definitivamente los chicos me hacían sentir acogida. 

Me di cuenta de que nunca había sido espiritual, tan sólo religiosa; participaba con regularidad a la iglesia porque mi madre insistía, cumplía con todas las oraciones, sin embargo nunca había logrado sentir todo lo que estaba experimentando ahora. Se lo expresé a Dante al finalizar una de las reuniones.  Decidí abrirme porque sentía la necesidad de darle una explicación para todo mi comportamiento, quería que supiera que sí habían cambios importantes en mí. 

- Vine aquí en pedazos, ¿sabes? - Dante sonrió - me estaba desmoronando lentamente, e hice las cosas mal... Y al estar acá me estoy armando de a poquitos. No sé si tiene sentido lo que digo. - De repente me sentí avergonzada. 

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