Sabias palabras

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En casa, Gonzo no hizo preguntas sobre lo que había sucedido con Mauro, se limitó a preguntar si me sentía mejor y guardar silencio en lo que restó de la tarde. 

Cerca de las 5 de la tarde recibí un mensaje de Yannick, en el cual pedía que abriera la puerta principal. Me sorprendí bastante al verlo con una bolsa en la mano y una amplia sonrisa, la cual borró inmediatamente pues yo no estaba en mi mejor día, y eso era notorio.

- Pasa - lo dirigí a la cocina para ofrecerle algo de beber. - Qué sorpresa. 

De repente tomó mi rostro suavemente y me dio un beso cálido en los labios - ¿Cómo estás? - asentí como respuesta - se que te gusta el café a cualquier hora del día, pero aproveché que realmente es la hora oficial del café  y te compré una repostería para acompañarlo. 

Abrí las bolsas y visualicé variedad de panecillos, los cuales emanaban un olor delicioso. 

- ¿Cómo sabes que me encanta el café? - pregunté. Sonrió poco a poco y alzó los hombros. - Gracias por pensar en mí. Enseguida preparo el café para ambos. 

- Traje para toda tu familia, por si gustan acompañarnos... Consulté con tu mamá antes de venir por cierto, por cuestión de respeto. - Lo último que dijo me hizo sonreír. Yannick era tan respetuoso que causaba ternura. 

Tomamos el café y probamos la repostería (la cual estaba deliciosa), comentamos varias cosas sobre las reuniones, e intercambiamos un par de sonrisas. Yannick significaba un punto de neutralidad en mi vida, no sentía ninguna emoción al límite, ni sin control. Por el contrario, con él todo fluía con naturalidad, en su tiempo. 

- Todo estaba buenísimo, en serio. No me había enterado del hambre que tenía - limpié los restos de boronas del desayunador.

- ¿Almorzaste temprano?

- No, en realidad no almorcé - no había caído en cuenta de ello. 

Él me miró algo sorprendido - ¿Tenías examen para el cual repasar? Deberías llevar aunque sea una merienda pequeña, pasarse las comidas no es bueno, Mindy. 

La había liado a lo grande. No podía contarle a Yannick el motivo por el cual me salté el almuerzo, ¿verdad? 

Una llamada de Saskia me salvó la vida, y sentí alivio hasta que mencionó que iba para clases de danza y que si quería que pasara por mi. Llevaba semanas intentando hacerme volver, lo había abandonado del todo, hace mucho no regresaba. No había hecho más que hacer un par de rutinas en mi habitación, me daba cierta nostalgia, pues el baile ha sido parte de mi vida durante mucho tiempo. 

De seguro que al colgar, ese sentimiento lo reflejé, pues Yannick se acercó y tomó mi mano sobre el desayunador y me miró con preocupación. 

- ¿Segura que te encuentras bien, Mindy? 

- Sí, era Saskia. Iba para la academia, y preguntaba si yo iba a ir. 

- ¿Te refieres a la academia que se encuentra cerca del mercado? - asentí - no sabía que bailabas. No me lo habías comentado... 

- Hace algunos meses ya no voy... 

- Pero quieres ir - negué, intentando restarle importancia. - Algo me hace intuir que te hace falta. Si quieres puedo llevarte, aunque sea para que veamos a tu amiga. 

Su propuesta me tomó por sorpresa. - No, estamos pasando tiempo juntos, no importa. 

- Claro que importa, gustoso te acompañaría a que hagas algo que te gusta, e igual pasaríamos tiempo juntos. Tú haciendo algo que gusta, y yo viendo alguien me gusta practicando algo que le apasiona. Jamás se me habría ocurrido mejor manera de pasar una noche. 

Mi corazón latió un poco más rápido al escucharlo decir aquellas cosas tan bonitas. Me levanté del banquillo y lo abracé fuertemente,  hundí mi rostro en su cuello y aspiré su olor. 

- ¿Estás seguro? - asintió riendo por mi reacción. - Enseguida vengo, iré a cambiarme. 

Avisé a Gonzalo y a mamá que iba para ensayo, y ambos bajaron a despedirse. Situación que hace mucho tiempo no sucedía; por la prisa no había caído en cuenta de lo que esa acción significaba para mis familiares, hasta que observé a mi hermano con una sonrisa que hace mucho no aparecía en su rostro. Les di un beso a cada uno y me dirigí con Yannick a la academia. 

Mis nervios comenzaron a crecer a medida que nos acercábamos al lugar. Yannick conducía con una mano al volante y con la otra comenzó a acariciar mi mano como acción de calmarme, lo cual efectivamente minimizó un poco mi reacción.

Tardamos al menos 10 minutos en ingresar, no sabía si estaba preparada. ¿La profesora me permitiría ingresar? ¿Recordaría todos los pasos? ¿Me verían algunos de mala manera? Nunca me acostumbraría a lo último. 

Lo que más agradecí fue el tener a Yannick junto a mi en ese tiempo, sin decir nada, ni siquiera me miraba esperando algo, tan sólo aguardó en silencio a que yo tomara una decisión. No sabía cuánto conocía Yannick de mi pasado, de mis situaciones, per él comprendía cada etapa que necesitaba vivir a pasitos pequeños y me acompañaba a pasarlos a mi tiempo. Respetaba mis procesos. 

Cuando por fin decidí entrar, tomé su mano e ingresamos juntos. A menudo tenemos la costumbre de cargar con nuestras situaciones solos, vivir los procesos en soledad. Con Yannick, cada día entendía mejor la calidez de sus abrazos, y su sincero anhelo de darme la mano para ayudar a levantarme de esa caída de tan duramente afectó mi vida. 

Y aunque todos se sorprendieron con mi llegada, muchos intentaron actuar con normalidad bajo las estrictas miradas de la instructora, quien simplemente asintió en mi dirección como aprobación para mi reingreso. 

Comencé a prepararme en compañía de Yannick, quien a cada momento hacía comentarios como "Siento que estoy más emocionado que tú", "qué increíble todo lo que sabes hacer para ponerte tus zapatillas", "no necesito verte bailar para saber que eres fantástica" y antes de ingresar al salón dijo alegremente "aquí te espera tu fan número uno". 

Regresé para darle un abrazo antes de iniciar el ensayo, y le miré fijamente. 

- Algo muy bueno tuve que haber hecho para encontrarte, Yannick, en serio. No sabes cuánto significa esto para mí.

- Un buen amor más que encontrarlo, hay que construirlo, preciosa. Demuéstrales quién manda en esa pista. - Nos dimos un beso corto en los labios. 

¿Cómo podría haber llegado a dos límites en un mismo día? Observé a Yannick a través del vidrio que separaba el vestidor del salón principal. Miraba con atención cada movimiento que hacía, a veces daba la impresión de estar asombrado con los movimientos, se emocionaba con la coreografía. Y yo... allí, volando en medio del salón, sentía como a vida seguía fluyendo a través de mis venas. 

Saskia me tomó de la mano en determinado momento y me sonrió al tiempo que miró en dirección a Yannick.

- Me alegra que hayas vuelto, Mindy. Tomaste una decisión correcta. 

Y sabía que no se refería a volver a la danza.

También dirigí mi mirada hacia Yannick, - Lo sé. 







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