joke's on you //román x palermo

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                                                                                    2010


Trota y trota sobre el pasto. Da vueltas y no siente el más mínimo cansancio por el ejercicio. Su mente está tan enfocada en sus propios pensamientos que se siente desconectado de su cuerpo. No escucha a sus compañeros, no escucha siquiera al técnico. Y en su distracción de la realidad, se termina tropezando en un mal movimiento de sus pies. Ante el impacto, finalmente se reencuentra con sus sensaciones físicas y chista de dolor.

—Mierda —protesta Román mientras se sienta para ver si se raspó un poco las piernas.

Escucha una amable voz sonar desde arriba, lo cual provoca que su mirada se dirija hacia arriba, topándose con Martin extendiendo su mano hacia él.

—¿Estás bien?

Y sin responder con su voz, Riquelme sostiene su mano delicadamente y le permite que le ayude a levantarse. Por unos instantes estando de pie, no pudo soltar la mano de su compañero, disfrutando de aquel tacto, sintiendo su corazón latir emocionado y buscando algo que pronunciar pero nada surgía. Siempre perdía su capacidad de hablar frente a Martín. Con mucho esfuerzo, logró pronunciar un tímido "gracias" y Palermo simplemente le sonrió tiernamente. El 10 ante eso, desvió la mirada y soltó su mano al ser consciente de que ya llevaba bastante tiempo así.

—Lo siento.

—¿Seguro estás bien?

—Si, si, solamente sigo algo boludo por la caída, no es nada importante.

La sonrisa del 9 era sincera y notoria. Apreciaba cada chance donde el humor de Román fuese bueno y pudieran conversar. Era algo que siempre anhelaba, estar más cerca suyo pero siempre algo evitaba eso. Martín siempre se culpa a si mismo y Román es consciente de que aleja a Martín en cada oportunidad que tiene. Ninguno sabia esto del otro, tampoco pudieron hablarlo alguna vez.
Y ante aquella sonrisa, Román sintió su pecho presionar horriblemente. Su mente era bombardeada con dudas, inseguridades y demás ideas negativas. Siente que baja la guardia, siente que no debería estar permitiendo esto. Respira profundo y trata de irse pero siente nuevamente ese tacto gentil y todo en su interior baja de volumen. La mano de Martín sosteniendo la suya se sentía tan agradable, era como un calmante extraño y odiaba aceptar esa idea.

—Sabes, mañana yo...—Palermo no puede finalizar sus palabras, sus compañeros les advierten que mejor continúen entrenando—. Te comento después.

Una parte suya agradeció la excusa para separarse y otra, más estruendosa, soltó maldiciones ante ello, enfurecido por quebrar aquel momento. Observó como su compañero rápidamente se unió otra vez al entrenamiento. Román respiró profundo, tratando de recomponerse desde lo mental incluso y volvió a trotar lento, tratando de evitar caerse nuevamente.
Otra vez no sentía cansancio o dolor, su mente se enfocó sobre Palermo, igual que su mirada. No podía dejar de contemplar a su compañero y eso le avergonzaba. ¿Por que debía verlo tanto? ¿Alguien noto eso? ¿Qué debe decir si alguien le cuestiona eso? Era fácil para Riquelme perderse en su mente, más aún cuando Palermo era aquello que le invitaba a desconectarse de todo. Tampoco es como si tuviera alguna conexión con la realidad. Y ahí lo ve a Palermo rodeado de gente, y se ve a si mismo aislado. El amor se vuelve odio otra vez y eso le enferma.
Se siente solo, se siente incapaz de conseguir lo que Martín y le enfurece eso. Y más aún le enfada pensar que el goleador no se fijaría en él, teniendo tantas opciones mejores. Lo odia por eso, odia ser "uno más"; odia sentir y pensar tanto. Quiere escapar de su mente, quiere volver a sentir la mano de Martin, que le hable a él, que esté a su lado; quiere que Martin lo elija. Se siente abrumado y maldice a sus piernas por no provocar que otro tropezón. Así que se limita a rogar que el entrenamiento finalice.
Contempla al 9 una vez más y este voltea a verlo, regalando una cálida sonrisa que provoca al 10 sonrojarse y apartar la mirada deprisa. Es difícil soportar un entrenamiento así ¿Cómo hizo para soportar tantos años? Claro, en medio se había ido a Europa, pudo despejar su cabeza un poco pero aún así, ya transcurrieron tres años desde que se encontraron nuevamente. Otra vez todo comenzó de maravilla y se fue marchitando, pudriendo hasta dejar todo este desastre que Román no sabe exactamente como solucionar. Y eso le fastidia aun más.
El tiempo pasa entre miradas, silencios y ejercicios, Román parecía tener sus ojos encima de Palermo a cada minuto. Para su sorpresa, nadie notaba esto, como si de repente fuese invisible pero él sabe lo que pasa: A nadie le interesa su persona porque apenas habla con ellos. Y otra vez extrañó el principio de su historia, otra vez extrañó a sus compañeros y amigos que conoció bajo la dirección de Bianchi. Y extraña esos días inocentes donde podía abrazar al 9 sin sentirse aterrado y confundido, sin que su cabeza sea un desastre.
Perdido entre sentimientos abrumadores y recuerdos de momentos felices, el tiempo pasó y cuando regresó al mundo fuera de su cabeza, sus compañeros estaban estaban entrando al vestuario. Y agradeció que finalmente el día de trabajo terminó.
Se dirigió hacia el vestuario, yendo hacia su casillero donde guardaba sus cosas. Pasaba entre sus compañeros, todos charlando, comentando cosas que el apenas escucha, perdiéndose en su intento por escuchar a cada uno y no logrando captar nada. Chistó molesto, frunciendo el ceño y dejando ver esa expresión a la que tanto están todos acostumbrados.
Al llegar a su casillero, encuentra a su lado a Ibarra, una de las pocas personas con quien suele conversar. Ese simple pensamiento de "es de los pocos con quien habló" le frustra y no entiende exactamente la razón. Comienzan a hablar pero Riquelme actúa en automático, así que no recuerda exactamente sur dice su compañero o él. Escapa a mente nuevamente hasta que su mirada se posa sobre el tumulto de gente que tiene por centro a Martin. Y comienza a sentirse molesto otra vez.
Siempre observando silencioso, mostrando un hostil semblante en cada instante donde sus miradas se crucen. Sobre cada detalle, Román sentía una molestia que crecía y crecía. Veía el amplio grupo de personas que rodeaban a Martin en el vestuario, veía la alegría que irradiaba este y el contraste vergonzoso con su propia persona: En un pequeño grupo que muchas veces resultaba asfixiante de la tensión en el mismo. Su pequeño circulo no estaba cómodo con mantener tal aislamiento. Y así el 10 permanecía solitario en silencio, contemplando como todos se relacionaban alrededor de Martin, como si este fuese el sol. Ciertamente el 9 tenía cualidades que servían para compararlo con el sol, tan brillante y cálido, decorando el día donde la gente suele reunirse. Y Román podía identificarse más bien con la luna. Un brillo más suave, un ser más frio y una reunión menor de gente. Y ambos podían coincidir, creando maravillas como los mismos eclipses. Pensando en ello, Riquelme quisiera soltar una pequeña risa pero físicamente no le nace aquello y se detiene sobre aquel concepto: Coincidir con Martín. Claro que pueden coincidir, es parte de su trabajo ello pero no logra encontrarse con él, personalmente hablando. No logra lo mutuo, no logra una conexión entre ambos y solo consigue detenerse a contemplarlo con fastidio, maldiciendo el caos de emociones que yacen en su interior. Y es que no siempre todo fue tan complejo entre ambos, no siempre se mantuvo ajeno.
Entonces Riquelme recuerda aquellos inocentes días donde la historia apenas comenzaba, donde Martin aún no era aquel sol que hoy alaban pero Román si era una luna, una que siquiera mostraba un cuarto y apenas iba entrando en fases de revelarse. Un periodo donde ninguno era consciente de aquel paralelismo, donde nada era confuso, ni tenso; un periodo donde Román podía encontrarse con Martín. Atesora algo temeroso esas risas compartidas, vívidamente puede observar las memorias de Martin sonriendo, enterneciendo su ser. Y se maldice por esos recuerdos, desprecia esa inocencia suya, ese optimismo inútil tantas fantasías alimentó. Con disgusto, piensa cuán patético era al enamorarse de Palermo; desprecia la simple idea de creer que Martin podría amar a alguien como él. Y más patética considera su incapacidad por pronunciarse sobre sus sentimientos. Nunca se permitió expresar lo que tantos sueños le ocupaba. Y a su vez, creía ser demasiado obvio, creía construir algo a lo cual Martín debía responder.
Todo en la cancha le resulta tan sencillo, todo sobre jugar fútbol le nace tan natural. El costo de eso es ser torpe en todo lo que implique el mundo fuera de la cancha y las reglas del fútbol. Y se maldice por ello, a su vez que maldice al goleador por descolocar sus pensamientos y sentimientos. Es como observar directo al sol por y unos instantes y sufrir el dolor de aquellos rayos intensos, que terminan aturdiendo.
En su torpeza social, el 10 piensa frenético, dejando que las reglas del fútbol se mezclen con su ser personal, que siempre le dejó servido todo a Martín, que siempre "armó la jugada" pero el goleador perdía el pase. Y nuevamente lo maldice, frunciendo el ceño expresando odio hacia ideas que asume como realidad, creyendo que su mirada molesta, perturba al 9. Martín siquiera voltea, simplemente está riéndose con Battaglia, encerrado en ese mundo que su compañero considera imposible de acceder. Y Román odia como Palermo sigue una vida sin algún conflicto, riendo y riendo mientras él se atormenta. ¿Acaso nunca importaron sus sentimientos? ¿Acaso él siempre debe hacer todo el trabajo? ¿Qué no ve toda su jugada armada? ¿Qué no ve su dificultad para expresarse?
Antes de enredarse más, Ibarra le comenta algo que no logra entender del todo debido a estar demasiado perdido en su mente. La voz de su compañero sonó a un ruido incomprensible, irritando levemente a una de las estrellas de Boca.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2022 ⏰

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