II Alba

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La antigua librería Rays estaba cerrada, Via tenía prohibido atender el mostrador cuando ella no estaba. Su casa quedaba en el segundo piso, básicamente era el desván de la librería, pues esta era más grande que su habitación.

Todo estaba perfectamente ordenado cuando Milah entró. Via leía un libro a la mesa y al verla llegar saltó de la silla y corrió a abrazarla.

—¡Hola hermanita! —su sonrisa siempre le alegraba el día.

—Hola, avecilla ¿Qué tal tu día?— colocó la cesta sobre la mesa– Mira lo que traje solo para ti.

—¡Una manzana! Eres la mejor arquera del mundo, no tiene ni un rasguño. Y eshtá delichiosa —dijo mientras la saboreaba.

—Me alegro que te guste, casi me cuesta una noche en la cárcel.
Via dejó de masticar sorprendida y un poco avergonzada. —No te preocupes,no vieron el arco ni vendrán a buscarme. Sigue comiendo que voy a preparar un pato para la cena.

—Eshtá biem, Milj.

Luego de terminar la comida, Milah se sentó frente al libro de cuentas del negocio. Amaba esa librería pero no tenía las ganancias suficientes, Alfen no estaba precisamente poblada de personas ávidas de conocimiento, era hora de aceptar la idea de un nuevo empleo, ya Via se encargaría de los libros cuando creciera.

Si tan solo no hubieran quedado huérfanas sería menos complicado. Su madre había muerto hacía diez años de una misteriosa fiebre que la agotó por varias semanas, justo cuando Via cumplía tres años, y su padre se había alistado al cuerpo de oficiales y tras una misión hacía cuatro años no había regresado.

Con estas ideas en su cabeza salió a la calle iluminada tenuemente por faroles, hasta encontrarse en el sendero principal donde los mercaderes colocaban las ofertas de trabajo.

La mayoría eran desalentadoras y estaban mal pagadas, cuando se decidió por arrancar el anuncio de un granjero para recolectora de frutas su instinto le hizo girar la cabeza hacia un chico de aproximadamente unos 20 años que leía o fingía leer los carteles.

—Hey, chica curiosa ¿Sabes leer?— sonrió de medio lado.

—Pasa que sí, sé leer. ¿No lo ves?— respondió.

—Pues si, solo intentaba llamar tu atención. Escuché que en palacio necesitan una maestra para el príncipe.

—¿Y cómo sabes tú eso?— examinó al jovenzuelo que parecía ser de un escaño muy bajo de la sociedad a pesar de tener un rostro bonito, los ojos grises y el cabello recogido en un moño.

—Pues...trabajo en las caballerizas. Deberías pasar por allí a que te entrevisten si sabes algo de literatura, arte y números.

—Suena genial, pero no me estarás tomando el pelo, ¿verdad?— su entusiasmo iba creciendo pero no quería que.

—Obvio que no, llegas a palacio y preguntas por Gwen el ama de llaves, y ella te llevará ante el Alto Señor.

—Puaj, preferiría no verlo pero no tengo más alternativa.

—No creo que ser granjera sea tu estilo. Además el príncipe es un chico muy majo y aprende rápido. Montamos a caballo a veces juntos.— afirmó orgulloso.

—Yo solo he oído que apenas habla con la gente y es súper arrogante. Típico de un futuro Alto Señor, mimado y petulante.

El joven se echó a reír y ella no tuvo más que dejarse llevar para terminar riendo también.

—Supongo que mañana nos veremos entonces...

—Alba.

—Alba, hermoso como tu cabello blanco, yo soy Maxwell.— murmuró para sí. Tras esa breve presentación se fue caminando en dirección opuesta a la de ella.

La Orden De Los SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora