VII Nueve Campanadas

44 23 10
                                    

Maxwell (Blaze) había sido muy amable con ella, la escoltó hasta la verja y la envió a casa en su precioso carruaje personal nada menos. Se encontraba ansiosa por contarle a Via por su buen día. La empresa que querían emprender era riesgosa pero al menos representaba un futuro para aquellos que como ella vivían con el temor de que descubrieran su secreto.
Cuando puso a la pequeña al día ella estaba más que feliz por su hermana.

—Entonces el príncipe en persona vino a coquetearte, guau. Tienes que probarte el uniforme para perfeccionarlo si te queda algo grande, porque la consejera del príncipe Blaze tiene que ser la más hermosa...

—Eso opino yo también, aunque ella se ve hermosa con cualquier cosa que se ponga.— dijo una voz desde la ventana del mismo segundo piso.

—¡Oh! Maxwell, digo, ¡Blaze!— se corrigió Milah al instante y los colores de su cara subieron.— ¿Cómo has llegado hasta aquí arriba? ¡Entra, vas a hacerte daño!

Al joven parecía que le hacían cosquillas con la escena, ambas chicas lo ayudaron a entrar a la habitación en medio de su ataque de risa, lo trataban como si fuera de cristal.

—Hola, por cierto.— dijo al fin.

—¡Hola! Es un gusto conocerte— respondió Via que evidentemente era la menos penosa y tras observar el gesto que Milah le hizo añadió.— Emm, digo, bienvenido a nuestra humilde morada, Alteza.

Eso hizo reír aún más a Blaze, que ni corto ni perezoso le despeinó el dorado cabello a la niña tiernamente.

—Milah, hoy me equivoqué con algunas cosas, de suma importancia.—comenzó a decir.

—Por favor, no me digas que no puedes aceptarme.— agregó Milah suplicante.

—No, tonta, obvio que no. Para empezar, tu salario mensual será de 700 carmines. Olvidé decírtelo.

—¿!QUÉ?!— Exclamó con asombro.— Es demasiado, no puedo aceptarlo.

—Lo harás, créeme, no te vas a librar de mí tan fácilmente.— y esbozó una de esas sonrisas que ponían a Milah de los nervios.— Solo tengo una condición.

—Adelante, te escucho.— dijo Milah por fin.

—Que comiences a trabajar ahora mismo. Necesito que te pongas un traje oscuro, debes tener alguno, y la capa con la que vas a cazar. Y me acompañes a un sitio súper importante.— toda aquella información dejó a Milah anonadada.

—Eh, vale. Lo haré. Pero, ¿Qué es tan importante que no puede esperar a mañana?— preguntó.

-Vamos a desmantelar a una patrulla que se propone atrapar a unos emigrantes que viven al final de la calle.

Ella sabía exactamente lo que había al final de la calle, los suburbios, donde vivían las personas de menor estatus social, y la mayoría de los que venían de otros países aunque fuesen de clase media iban a parar allí porque la tasa que el Alto Señor imponía era abusivamente alta, dado que no quería que ningún extranjero se estableciera en su territorio y mucho menos que se enriqueciera.

—Comprendo. Dame unos minutos y estoy lista.— replicó.

—Tómate tu tiempo que yo aprovecharé para conocer mejor a Via, y darle un pequeño regalo que le traje.— contestó el príncipe.

—¿En serio? ¡Muéstramelo!— la niña estaba súper entusiasmada.

Y entonces Blaze sacó de un fajo unas hermosas manzanas maduras y un libro de cuentos infantiles.

—Actualmente me tienes a tus pies. No deje de visitarnos, altecha.— ya estaba engullendo una de las manzanas y Blaze se regocijó con su respuesta.

Mientras, Milah salió vestida exactamente como él le pidió y tomó su arco solo por precaución, o tal vez por costumbre.

—Avancemos, que nos espera una larga noche.— Blaze era muy cortés pero se le notaba que estaba hecho para dirigir. Tras despedirse de Via salieron a la calle cuando sonaban exactamente las 9 campanadas nocturnas.

La Orden De Los SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora