XII ¿Bailamos?

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–Tu hijo parece muy entusiasmado con su educación.– la chica del servicio le seguía poniendo rubor en las bronceadas mejillas de Fera. El Alto Señor le devolvió una mirada de interrogación a través del espejo.

–¿A qué se debe el comentario? A mí me alegra muchísimo. Insistió en invitarla al baile y todo, si Gwen tiene buen criterio de ella es porque en realidad lo es.– respondió.
–¡Oh cariño!– exclamó ella y dirigiéndose a la sirvienta agregó– Ya puedes marcharte, jovencita.

La joven cerró la puerta tras de sí y Ferann se levantó y caminó hacia el monarca.

–A veces eres tan ingenuo... Todos los sirvientes están confabulados entre sí, no te puedes fiar de las referencias de ninguno. No me gusta como esa chica mira a Blaze, tal vez sea una vulgar trepadora.– acentuó mucho la última palabra.

–¿Y cuándo la has visto tú?– manifestó él con cierto interés.

–Olvídalo querido, solo me dio esa impresión. No podemos dejar que nada amargue nuestra noche...–lo rodeó con sus brazos y sus ojos resplandecieron mientras el Alto Señor olvidaba la conversación.

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Via sacó los vestidos del armario que era de su madre, y los estudió minuciosamente. Quería con todo su corazón que su hermana fuera la chica más linda del baile.

Escogió uno de color malva clarísimo, que tenía un diseño moderno. A Milah no le agradaría mucho porque era escotado y un poco atrevido, pero ya era hora de que dejara ver sus encantos en la corte. A Blaze le encantaría, oh sí.

Cuando el coche vino a buscarlas ya su hermana se había adaptado a la idea del "escandaloso vestido"  y relató a la pequeña los detalles del jardín de palacio y la gentileza del príncipe. Ella se moría de ganas por ver el gran Salón con su piano, aunque sabía que los niños eran atendidos en una pequeña sala de reuniones donde tenían su celebración por separado.

Milah entregó las invitaciones y entregó la capa azul prusia a una joven que ya conocía y estaba en la puerta recibiendo a los comensales.
–Hola Arabella– y le sonrió.

–Si que has llegado lejos, chiquilla. Disfruta mientras puedas.– hizo una seña a los próximos de la fila para tomar sus abrigos y capas.

–¿Siempre actúa así?– susurró Via.

–Creo que le simpatizo muchísimo.– rodó los ojos y ambas rieron por lo bajo.– Quédate aquí y pórtate bien, por favor. No te enfades si te hacen algún comentario negativo, aunque estás tan hermosa que muchos creerían que eres la princesa.

La niña asintió obediente y dio una mirada al vestido que ella misma había adaptado para usar esa noche. Era amarillo pálido, un color de clase media muy propio para alguien de su edad.

–Y tú, hermanita. Disfruta del baile.

–Lo haré, pero sabes que mi objetivo aquí es otro. Adiós.– y se separaron.

El Salón estaba aún más hermoso de lo que recordaba, todos los candelabros dorados resaltaban entre el decorado blanco y rojo, y los trajes de las personas se fundían creando un collage precioso, digno de un cuadro.

Cuando el guardia le pidió su nombre para anunciar ella contestó que no era necesario, solo era la institutriz, pero él insistió y anunció a toda la sala la llegada de Alba Raymond.(no podía decir su verdadero apellido si quería protegerse).

La Orden De Los SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora