VI Rostros Conocidos

61 25 26
                                    

—Supongo que estarás satisfecho— dijo el príncipe ya no tan tímido, aunque ahora mismo ya no sabía qué estaba pasando y con quién hablaba.

—Por supuesto, Clay— respondió Maxwell y dirigiéndose a Milah agregó: Pequeña Alba, pensé que sería muy divertido que te encontraras con la versión del príncipe que tenías, y contaba con el personaje perfecto. Te presento a Clayton, mi asistente personal, de pocas palabras como ya ves.

Maxwell estaba precioso con galas de príncipe, el cabello rubio le caía en mechones ondeados por los hombros, peinado de forma despreocupada y con un traje de seda color vino con remates dorados. Parecía uno de los Antiguos Gloriosos que crearon el mundo. La cabeza de Milah daba vueltas y más vueltas

—Si sirve de algo, no vi nada divertido en esto— comentó Clayton incómodo— Señorita Alba, le presento al auténtico príncipe Blaze.

—Pero no entiendo...—empezó a decir.

—Digamos que me gusta divertirme y quería sorprenderte un poco, pero como vi que Clay te ponía tan nerviosa decidí terminar el juego. Decidí que mi padre no me impondría nunca más con quién aprender, por fortuna me aceptaste.—

—Genial, pero...— entonces calló, tal vez nadie sabía que él había estado deambulando por la ciudad vestido de vagabundo.

—No te preocupes, que Clay conoce mis excursiones nocturnas, ¿Quién crees que duerme en mis habitaciones cuando no estoy? De otro modo se enterarían.—

—Vale, entonces me mentiste. Maxwell. Blaze. Alteza. Ni siquiera sé cómo debo llamarte ya— alegó Milah un poco furiosa.

—Yo me voy que tengo que cambiarme, con permiso Blaze— intervino Clay Nos vemos a la hora de almuerzo. No te tardes o habrá problemas. Ha sido un placer, Alba.

—Lo mismo digo, Clayton.

Al fin solos el príncipe continuó:

—Te entiendo, perfectamente, pero realmente necesitaba atraerte hasta aquí. No sabes cuánto tiempo llevo observándote— Milah se sonrojó, ¿qué tanto sabría él en realidad?— Además, te necesito como algo más que una institutriz.

—¿Qué? Creo que tienes a la chica equivocada.—

—No me malinterpretes, preciosa. Necesito una consejera, he descubierto ciertos asuntos relacionados con mi padre que no pienso tolerar.— ella se relajó, exhalando el aire- Y creo que tienes la inteligencia y las habilidades que necesito— mientras decía esto, sus ojos grises brillaron como solían hacer los de ella cuando ponía en práctica su don. No podía ser.

—¿Por qué me confías todo esto? dijo mientras se mordía el labio.

—Porque lo que he averiguado nos pone en peligro a los dos, creo que no necesito ser más claro.— le susurró al oído.

Su cuerpo vibró ante tal contacto, pero mantuvo la calma y contestó: anjá.

—¿Me vas a decir qué es?— interrogó él.

—Prefiero ponerlo en práctica— contestó— Mi piedra celestial no tiene nada que ver, lo heredé. De mi madre. Y eres la única persona fuera de mi familia que lo sabe.

—Telepatía, interesante. Era justo lo que estaba pensando ahora mismo. Por cierto, es muy linda la piedra.— sonrió ¿Por qué diablos sonreía tanto?— Con eso podrías dominar a quien quieras. Lo mío tiene un matiz más... práctico— y tras rozarle la mano se convirtió en la imagen exacta de ella— Eres la segunda persona fuera de la familia que lo sabe— respondió dejándola perpleja.

—¿El Alto Señor...lo sabe?— preguntó Milah temerosa ¿Y por qué no ocultaste tu rostro de mi?

—Porque necesitaba tu confianza desde el principio. Mi padre lo sospecha, ¿Nunca te contaron la historia de mi madre?

Claro, ella había oído la historia, la reina Blair era de origen talnio, la tierra de la que supuestamente provenía toda la magia. El Alto Señor la amaba pero un día de repente dieron la noticia de que había fallecido.

—Si,supongo.

—Ella podía leer la mente también. Mi padre no pudo soportar tener una esposa con un don, cuando se enteró ya yo había nacido, sino no habría aceptado tener descendencia con ella. Su orgullo fue más fuerte que su amor. Mi madre fue aislada como un monstruo en una celda, hasta que la tristeza la mató.— y agregó Nunca se lo perdonaré, yo tenía 10 años.

—¡Qué injusto! Imagina lo que haría conmigo...¿Qué tienes planeado?

—Revisar los archivos del censo, los ciudadanos con posibles dones podrían estar en cualquier parte, los reuniremos y detendremos este proceso. No seré un Alto Señor despiadado, sería hipócrita e infiel a los ideales de mi madre. ¿Qué dices? ¿Mañana a las 8 campanadas?— le dio una hermosa sonrisa de medio lado.

—Mañana, es demasiado riesgo,pero supongo que sabes lo que haces y debo confiar en ti— dijo ya llegando a la puerta.

—Una última cosa, Maxwell es...

—Lo sé, tu segundo nombre.— sonrió ella.— Por cierto, Alba también es mi segundo nombre.

—También lo sé, Milah, he hablado cientos de veces contigo por las calles, bajo muchos rostros.— Y de pronto apareció ante ella el panadero a quien le cambiaba las frutas, la joven que iba la librería y siempre hablaba con ella y Via, y el mendigo al que a veces le daba alguna que otra comida.

—Por supuesto, ¿cómo no ibas a conocerme?

—Gracias, Milah, vamos a por tu uniforme. Y por tu seguridad, seguiré llamándote Alba ante todos. No quiero que te estén estudiando los chismosos de la  corte— guiñó un ojo y la tomó de la mano, sacándola de la magnífica biblioteca, logrando ruborizarla.

La Orden De Los SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora