IX Hipnotizante

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Sus pasos resonaron en la biblioteca. Había llegado poco antes de las nueve campanadas y disponía de unos minutos a solas pues Blaze aún estaba en sus habitaciones. Disfrutó del olor a madera y conocimientos, como si absorbiera la esencia del lugar.

Pronto encontró la sección que buscaba, donde se encontraban los anales de historia. Su mano rozó cada tomo hasta casi detenerse en el que correspondía al año 406 de Lowbart. El año en que su padre desapareció.

Sin embargo, uno de los libros hizo que su mente vibrara y por un momento se sintió poseída por una fuerza hipnótica que le susurraba que  tomara el libro entre sus manos. Sintió el poder que emanaba de él y un halo brillante selló su toque. Era como si el libro hubiese estado esperando por ella. Cuando realmente lo observó vio que no tenía título en la carátula, solo era de color azul celeste, su color favorito casualmente.

Superado el trance se dispuso a tomar el libro de historia para analizarlo, cuando la puerta de la biblioteca se abrió y varias personas entraron.

Milah logró esconderse justo a tiempo tras unos estantes más allá de donde antes se encontraba, en la sección de poemas donde no sería sospechoso ver a una chica. Una mujer hablaba sin parar mientras caminaba por la inmensa habitación.

—Ya te dije que es imposible que no esté aquí. Si no encontramos ese libro no tendremos jamás lo que buscamos. Eres un verdadero incompetente.— tronaba ella.

Su compañero permanecía en silencio  aparentemente a su lado. Milah no se atrevía a mirar. Sin embargo, su don percibía las energías negativas que despedían. Lo que sea que buscaran no era para nada bueno.

—No te permito que me hables así, Fera. Ya te he dicho que ese libro se considera infantil aquí en Alfen, es posible que Blair lo mantuviera en la biblioteca personal de Blaze o la suya.— esa voz le era familiar, fuerte, intimidante y a la vez hueca. Era el Alto Señor en persona. Tras una pausa agregó: O quizás lo haya destruido.

—Lo siento, pero realmente creo que has perdido miserablemente tu tiempo destruyendo a los dotados a lo largo de estos años. Cuando en realidad podrías usarlos para...

Desde su puesto de espía involuntaria Milah trató de vencer su miedo y sacó la cabeza de detrás del estante, logrando alcanzar a ver como una mano tapaba la boca de la mujer.

—Dices que soy estúpido, podría haber alguien oyendo. No vuelvas a repetir eso. Si mi hijo se entera podría terminar buscándose una esposa y destronándome. Y tú y yo no queremos eso ¿verdad?

Milah estaba alucinando, además de haber oído todo aquello que al parecer comprometía al reino, había escuchado al Alto Señor flirteando con esa tal Fera. Aunque en verdad era una mujer que resaltaba, de esas que no puedes apartar la vista.

Tenía cabellos negros azulados que terminaban en ondas por la cintura, piel dorada y ojos que destellaban, ¿Tendría ella algún don también? Sin embargo, podía sentir que en su interior bullía una gran maldad. Era exactamente lo que  ella y Blaze no necesitaban en ese momento.

—¿Cómo se traduce en este idioma el nombre de ese libro, mi querido Armand?— continuó Fera.

—La Orden de los Susurros.— contestó el Alto Señor con cierto matiz de respeto en su voz.

Milah se percató que estaban en el estante donde ella había estado buscando, no entendía realmente por qué era tan importante ese libro, pero aún así tenía una ligera corazonada.

Luego de unos minutos, ambos seguían allí revisando entre libros sin mediar palabra, hasta que Fera se cansó y comenzó a decir una serie de frases que a Milah no le sonaban a nada, pero obviamente eran maldiciones en otro idioma, eso explicaba su color de piel tan diferente al níveo de los alfenios.

—Olvídalo, ya sobornaré a alguno de mis consejeros para que lo busque. Vámonos, que Blaze tiene planeado estudiar aquí hoy.

Ambos salieron dejando un pequeño desorden en los libros y Milah suspiró aliviada, dejándose caer en la mesa donde habían planeado empezar sus investigaciones. Y entonces, cuando se disponía a ver el título del libro que "quería ser protegido" entró Blaze, radiante con su traje azul y blanco. Cerró el libro de golpe y corrió a su encuentro, y al unísono dijeron:

—¡Tenemos que hablar!—

La Orden De Los SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora