21. El pequeño diario de Louis.

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El dolor es lo primero que mi mente registra. El dolor siempre es lo peor de todo. Se extiende por todo tu cuerpo con crueldad. Siguen pasando los días, y mi padre ha dejado de pegarme. Estoy tumbado en el suelo, dejando que el dolor se extienda por mis venas, reemplazando el odio y enfado que siento por mi padre. He crecido acostumbrado al frío contacto del suelo contra mi piel desde que todo esto comenzó, hace ya unos cuantos años.

Todo empezó cuando mi padre comenzó a pegar a mi madre. Al principio eran sólo golpes suaves, pero luego empezó a empeorar. Podía dejarla con grande moratones y costillas rotas. Recuerdo el día perfectamente; tenía cinco años. Entré en la cocina y me encontré con mi padre pegando de nuevo a mi madre, pero ese día me prometí a mí mismo que no dejaría que le volviera a hacer daño. Me puse adelante de mi madre, pensando que mi padre jamás me pondría un dedo encima. Siempre creí que me quería, que no tocaría ni un solo pelo de mi cabeza.

Estaba equivocado. Una vez adelante suyo comenzó a pegarme. Y así es como empezó. Dejó de abusar a mi madre, y me pegaba a mí en su lugar. Eso continuó años y años. Nunca hirió a mi madre de nuevo. Sino a mí. Y ella siempre miraba hacia otro lado, no queriendo ayudarme de ninguna manera. Supongo que pensaba que mejor yo a que ella.

Soy el mayor de la familia. Odio mi vida, y si no fuera por mi mejor amigo Charlie, probablemente me hubiera ido de casa hace años.

Charlie, es la única persona que sabe de los abusos en casa. Hice que prometiera no contárselo a nadie. Intentó convencerme muchas veces para que denunciara el maltrato, pero siempre tenía que recordarle que mi padre tiene mucho dinero.

Así que, aquí estoy, tumbado en el suelo y tragándome todo el enfado que mí padre descarga en mí. Ni siquiera sé por qué lo hace. Llega a casa borracho y sé que es hora de jugar a ser su saco de boxeo. Nadie nunca pensaría que mi padre es este tipo de persona, porque es un conocido traficante. De los buenos. Nadie tiene ninguna razón para pensar que es un maltratador que hiere a su hijo sólo por diversión.

Tesha, ella gracias a dios jamás tuvo un dedo sucio sobre ella.
Que me mate, pero con Tesha no, con mi pequeña no se mete nadie.

Ésta casa ya no es mi hogar, y no sé cuánto más seré capaz de aguantar.

Mi cuerpo me duele horrores. Mi padre ha salido de la cocina, posiblemente para seguir bebiendo. Me levanto del suelo despacio. Cojeo cuando doy el primer paso; el costado me duele mucho. Mi labio sangra y mi cabeza me da vueltas. Doy pasos suaves y cautelosos hasta mi habitación, mientras el dolor crece con cada paso que doy. Puedo escuchar una voz que me dice lo inútil que soy, que tengo que hacerle frente. Pero sé que no puedo; una vez lo intenté varios años atrás, pero él tenía más fuerza que yo, salí peor que de costumbre. Y aprendo de mis errores.

Me siento en la cama cogiendo cortas y profundas bocanadas de aire, intentando aguantar las lágrimas que se me acumulan en la garganta. Tengo que ser fuerte, no puedo dejar que nadie me vea llorando. No quiero enseñarle a nadie mi lado débil, pero fracaso al intentar reprimirlas, y siento una fría lágrima rodar por mi mejilla. Escucho unos suaves golpes en la puerta y me aparto la lágrima rápidamente.

Mi madre entra en la habitación y me mira. Aparta la mirada hacia el suelo con rapidez; dejó de mirarme a los ojos hacía algunos años. Supongo que se siente culpable, aunque no haga nada para remediarlo.

Louis, la cena está lista —dice en voz baja.

No tengo hambre—respondo, prefiriendo mirar fuera de la ventana que a ella.

Deberías comer algo, cariño —dice, sin atreverse a mirarme todavía.

El enfado crece en mis entrañas. ¿Cómo puede pretender con ese descaro que le importo?

Stockholm SyndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora