Capitulo 5. ¿Sobrevivió la diadema?

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Llegamos al cuadro de la Señora Gorda que para nuestra mala suerte no se encontraba en él, Ron se miraba ansioso, así que cuando nos detuvimos me lance a sus brazos y lo abrace, como lo hacía cada vez que recordaba a Fred, como protegiéndolo de todo lo exterior y haciéndole entender que solo estábamos él y yo para defender todo lo que se nos presentara.

Estaba tan sumida en ese dulce abrazo que no note cuando Harry llegaba con la mano de Ginny.

–Creo que por fin se animaron a dar un paso más allá – dijo la pelirroja con una sonrisa pícara, abrí los ojos para encontrarme con los de ella, pero mis ojos se clavaron en los un Harry pálido como un fantasma.

– ¿Qué te pasa Harry? – pregunte soltando a Ron y tomándolo de la mano.

–Hermione, ¿Qué es lo que tienes en tu mano? – me pregunto con un hilo de voz.

–La diadema de Ravenclaw – me respondió Ginny en mi lugar a su novio.

–Sí, te buscábamos Harry para… – no sabía cómo darle la noticia sin que se pusiera paranoico como él lo hacía cuando se trataba de Voldemort – decirte que la Sala de Menesteres no tubo tantos daños como pensábamos que tendría gracias al maleficio de Crabbe – su cara mostraba pánico y confusión a la vez

–Pero Hermi nosotros vimos como Voldemort murió, si el Horrocrux no hubiera sido destruido…

–Él no hubiera muerto – termino Harry la frase de Ginny – Neville destruyó el ultimo, vimos cortarle la cabeza a Nagini con la espada de Gryffindor.

–Lo sé Harry y mírala – le tendí la diadema – está muy maltratada, puede que la sala solo proteja los objetos que no están infestados de magia oscura – le dije para tranquilizarlo.

–Si – me apoyo Ron – puede que por eso la diadema este tan…. Chamuscada.

–Estaba pensando en llevársela a Kingsley para que vea si es un Horrocrux todavía – pero de repente se me ocurrió otra idea mejor – a menos de que quieras ir al despacho de McGonagall y clavarle la espada de Gryffindor para destruir lo poco que quedoó, si es que quedó, del alama de Voldemort.

–Es una mejor idea – comento Ginny

–Sí, Kingsley no sabe nada de los Horrocruxes – afirmó Harry y antes de que dijera algo más salimos hacia el despacho de McGonagall.

Al llegar a la gárgola de piedra nos quedamos de pie frente a ella, ninguno de nosotros sabia la contraseña, el castillo ya estaba volviendo a su normalidad por lo que este despacho volvía a estar protegido, Harry dio un paso al frente acercándose más a la gárgola y acaricio una garra de esta, se le miraba concentrado, estaba pensando en una posible contraseña, retrocedió para ponerse a la altura de nosotros y la gárgola comenzó a girar por sí sola, nos quedamos impresionados, pero no duro mucho la impresión, Harry comenzó a andar y se situó en las escaleras que giraban hacia el despacho de la nueva Directora del colegio, al llegar a la puerta del despacho, Ginny tocó la puerta por educación, sabíamos que McGonagall no se encontraba en él pero aun así lo hizo, Harry giró la perilla de la puerta y entramos a la gran oficina, los retratos de los antiguos directores nos sonreían curiosos, yo paseaba mi mirada por todos los retratos que había y mis ojos se posaron en un cuadro más grande que los demás, un mago anciano de cabello y barba largos blancos como la nieve, con cara serena y unos ojos azules que nos observaban detrás de unas gafas de media luna sostenidas en una nariz ganchuda, quebrada por la pelea con su hermano Aberforth, Albus Dumbledore nos sonreía desde su retrato, Harry al igual que el resto de nosotros se quedó mirando esa sonrisa sincera haciéndonos olvidar nuestro objetivo.

– ¿Cómo lograron entrar 4 estudiantes de Gryffindor aquí? – preguntó Snape desde su retrato con su voz tan tranquila que intimidaba.

–Hola, Snape – saludó Ron tan tranquilo como si se tratara de un viejo amigo, le di un golpecito con el codo en las costillas y este dio un pequeño salto.

–Más respeto para tu ex–director, Weasley – dijo Snape con una sonrisa malévola – no han respondido mi pregunta ¿Qué hacen aquí?

–Buscamos la espada de Godric Gryffindor – le dijo Harry posando sus ojos en la espada con empuñadura de rubíes – profesor – la última palabra fue un claro sarcasmo y Snape extrañamente sonrió.

–Adelante chico búrlate, pero no puedes tomar esa espada sin permiso de la actual dueña – dijo con una sonrisa de quien acaba de ganar una gran discusión.

–Lamento informarle profesor – intervine en su plática – pero la espada le pertenece a Harry, Dumbledore se la dejo.

–Vaya, vaya si la señorita Granger sigue con la costumbre de meterse donde no la llaman – me dijo con un toque de burla en su voz, pero esta vez su burla no me dolió.

–Vamos Severus, estoy seguro que estos chicos tienen una razón para buscar la espada – dijo Dumbledore con su acostumbrada voz serena, que acababa de llegar al retrato de Snape.

–Es increíble Dumbledore que después de muerto sigas tolerando que el joven Potter rompa las reglas.

–Severus por favor, estoy seguro de que tú al igual que yo, sabes que Harry tiene razones muy poderosas para hacer lo que hace

Todos estábamos impresionados por la forma en que Snape y Dumbledore hablaban el uno con el otro que no nos dimos cuenta cuando Harry tomaba la espada de Gryffindor y apuñalaba con esta la diadema, en el momento en que la espada tocó la diadema de ella salió un remolino de aire que revolvió papeles y movió los cuadros, un grito desgarrador se escuchó y todo quedó a oscuras, el aire me alzo del suelo y me arrojo hacia una pared continua, golpeándome fuertemente la cabeza.

–Debo admitir Potter, que esta vez has terminado bien tus deberes – fue lo último que escuche antes de desmayarme.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora