Hoy mi padre ha reunido a todos los empleados de la revista a la sala de conferencias del edificio. No sé qué pasa y mi hermana tampoco. La última vez que nos reunimos todos, fue cuando tuvimos que despedir a casi la mitad de la plantilla por una crisis bastante chunga por la que pasó la revista. Aunque nos recuperamos y volvimos a contratar a las mismas personas, no sé cómo estamos ahora.
―A ver ―dice papá dando una palmada al aire. John, a su lado, se frota las manos.
―Están sonriendo ―susurra mi hermana―. No es nada malo.
―Nos alegra mucho comunicar que en un plazo máximo de tres meses, va a ser abierta una segunda oficina de "Century California" en Los Ángeles.
La gente empieza a murmurar por lo bajo y yo miro a mi hermana con los ojos muy abiertos. Ella me mira igual.
―¿Por qué no sabíamos nada de esto? ―susurro. Ella se encoge de hombros.
―Todos mantendréis vuestro puesto de trabajo aquí pero os damos la oportunidad de seguir con vuestro puesto en las oficinas de Los Ángeles. Nadie está obligado, solo estamos haciendo una propuesta. La selección de personal para esas oficinas comenzará dentro de un mes, así que debemos saber vuestra decisión antes de entonces ―informa John.
―¿Alguna duda? ―pregunta papá.
―¿Cobraríamos lo mismo? ―pregunta uno de recursos humanos.
―Exactamente lo mismo.
La gente pregunta algunas cosas y nosotras nos limitamos a escuchar las preguntas pues ninguna tenemos la intención de irse de aquí. Cuando mi padre nos da permiso para que nos vayamos, vamos hacia él. Alexander también va a hacia su padre.
―¿Por qué no sabíamos nada de esto? ―pregunto a ambos.
―No quisimos decir nada porque hasta hace una semana no logramos todos los papeles pertinentes. El edificio está en reforma ahora mismo, habilitando los espacios y haciéndolo todo tal y como está aquí ―responde John colocando su mano en mi hombro.
Los tres asentimos con la cabeza.
Tras intercambiar un par de palabras más, cada uno vuelve a su puesto de trabajo. O eso pensaba porque, tras ir a buscar mi vaso al despacho e ir a la zona de las máquinas, me encuentro a Alexander.
―No hay café descafeinado ―me dice con una mueca, mientras el café sale de la máquina hacia su vaso.
―¿No?
―No, mira.
Señala el botón de café descafeinado. Está rojo. Yo suspiro sonoramente. Pues bueno, chocolate solo. Doble. Cuando él retira su vaso, yo meto el mío y tras meter una moneda, pulso dos veces el botón del chocolate.
―No sabía que te gustaba tanto el chocolate ―dice tras darle un trago a su vaso.
―Amo todo lo que lleve chocolate: galletas, tartas, helados... ―Me encojo de hombros―. Es la cosa más deliciosa del universo.
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IMPULSIVE ©
RomanceBeth-Anne nunca ha destacado por su paciencia y su autocontrol. De hecho, ha destacado por todo lo contrario. Es una chica bastante inestable que lucha por controlarse a sí misma desde que es una niña. Muy pocas cosas hacían que se mantuviera establ...