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El viernes por la mañana, mientras disfruto de mi fin de semana libre comiendo palomitas remojadas en chocolate y acaricio a Lincoln, el timbre de mi casa suena

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El viernes por la mañana, mientras disfruto de mi fin de semana libre comiendo palomitas remojadas en chocolate y acaricio a Lincoln, el timbre de mi casa suena. Pero no el de abajo, sino el de la puerta de mi departamento. Me levanto del sofá y voy a abrir.

―¿No es muy temprano para que estés en la puerta de mi casa? ―pregunto a Alex alzando mis cejas.

―¡No! ―exclama obvio, entrando en casa―. ¿Por casualidad no tendrás una mochila más o menos grande? Más grande que la que traes a trabajar.

―Sí, tengo la que usaba en la uni. ¿La quieres?

―Sí, pero la quiero llena con tu cargador del móvil, tu cartera y un par de mudas de ropa. Oh, y tu identificación.

―¿Qué? ¿Por qué? ―pregunto confundida.

―¿Tienes algún vecino de confianza que pueda darle de comer a tu gato durante el fin de semana?

―Sí, pero...

―Pues haz la maleta porque nos vamos.

―¡Alex! ―exclamo mirándolo con el ceño fruncido―. ¿Cómo que nos vamos? ¿Qué dices?

Se acerca a mí con una sonrisa y me agarra de los hombros.

―Quiero que cojas lo necesario para pasar el fin de semana en un clima de cuatro grados centígrados por la noche y veintidós durante el día, tu identificación, tu cartera y un cargador para el móvil. Eso es todo. 

―¿Pero por qué? ―murmuro.

―Porque dentro de dos horas y media sale nuestro vuelo hacia un lugar que no te voy a decir. Volvemos mañana por la noche.

―¿Un vuelo? ¿Pero por qué?

―Porque quiero y porque puedo. Venga, guapa.

Totalmente confundida, hago lo que me dice. Meto un par de mudas y ropa interior en la mochila de universidad, con mi cargador del móvil, mi cartera y mi identificación. Me cambio el pijama por un jean mom y un top de manga corta de color negro que se ajusta a mi torso. Encima, una chaqueta de cuero negra. Me coloco unas deportivas blancas cómodas y salgo con mi mochila.

Espera...

―¿Has dicho vuelo?

―Efectivamente ―dice con una gran sonrisa.

No entiendo absolutamente nada. Cuando comprobamos que lo tenga todo, bajamos persianas, relleno el plato de comida y el de bebida a Lincoln para que hoy ya no le haga falta comida. Antes de irnos del edificio, le pido a mi vecina, Sussy, que mañana por la mañana le vaya a echar un buen puñado de comida a Lincoln.

―Te juro que no entiendo nada... Debería avisar a mis padres y...

―No vas a avisar a nadie ―dice mientras arranca el coche―. Vas a salir del estado por primera vez en tu vida. Disfrútalo y no tengas en mente a tus padres, por favor.

IMPULSIVE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora