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El lunes por la mañana no voy a trabajar porque no tengo nada que hacer pues mañana salen las revistas y yo ya lo tengo todo listo

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El lunes por la mañana no voy a trabajar porque no tengo nada que hacer pues mañana salen las revistas y yo ya lo tengo todo listo. Me paso la mañana haciendo una pequeña limpieza en mi habitación, tirando post-it viejos, haciendo los horarios de la semana y comiendo pizza.

A las cinco y media me visto rápidamente con un jean ajustado, un jersey color lavanda ajustado al cuerpo y de cuello alto y en los pies unas converse blancas. Cojo mi mochila pequeña con mis cosas y algo de mi departamento a paso rápido.

A pesar de no ir a trabajar, tengo un compromiso y ese es ir a la librería de la señora Martin con Alexander. Ayer, cuando me ofreció ir a la librería a leer, casi le achucho las mejillas. Quería pedírselo yo, aunque no creo que me hubiese atrevido. Es bonito leer con compañía. Y más con la suya.

Cuando llego a la revista, lo espero fuera y por suerte no me hace esperar mucho.

―Hola ―me saluda con una sonrisa. Me atrae por la cintura y besa mi mejilla sonoramente.

―Hola, Alex.

―¿Vamos?

―Vamos.

Pasa su brazo por mis hombros y me atrae a él, como muchas veces hace cuando caminamos. Andamos en silencio por las calles de San Francisco dirección a la librería.

―¿Cómo ha ido tu mañana de vagos? ―me pregunta con una sonrisa.

―Muy bien. He limpiado, he hecho los horarios de esta semana y he comido piz... he comido.

Alex suelta una carcajada echando su cabeza hacia atrás y yo sonrío, sin poder evitar mirar su nuez de adán. Si es que vienen ganas de mordérsela.

¿Pero qué coño digo?

La medicación nueva me está haciendo mal.

Cuando llegamos a la librería, saludamos a la señora Martin y le enseñamos los sellos de los libros antes de irnos a la zona de lectura. Solo hay un chico al fondo leyendo en una silla. Vamos hacia el mismo sitio que la última vez. Nos sentamos ―yo esta vez sin subir los pies― y sacamos nuestros libros.

―Te he traído una cosa ―me susurra mientras rebusca en su mochila.

De ésta saca una bolsa de papel y me la da. Yo, confundida, la cojo y la abro. Un delicioso aroma a chocolate invade todos mis sentidos.

―Bizcocho de chocolate ―susurro emocionada. Dios mío, qué hambre.

―Hace un rato que fui a comprarme algo para merendar y vi el bizcocho, y pensé que te encantaría. Así que... todo tuyo.

―Jo, Alex ―murmuro sonriéndole―. Muchas gracias. Lo partiré contigo.

―No, Beth-Anne, acabo de comerme medio bizcocho de limón de la misma pastelería. Es todo para ti.

IMPULSIVE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora