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Sé que no puedo recompensarle a Alex por el viaje exprés, pero me he prometido hacer lo posible para hacerlo

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Sé que no puedo recompensarle a Alex por el viaje exprés, pero me he prometido hacer lo posible para hacerlo. Han pasado ya dos semanas desde que fuimos y desde entonces entre nosotros ha habido una extraña tensión. Pero no tensión de la mala, sino tensión sexual. Joder, siempre que lo veo quiero que volvamos al jacuzzi y no precisamente a hablar. Lo pillo mirándome de arriba a abajo, desviando la mirada hacia mi escote... Y esas simples mierdas acaban poniéndome caliente a mí.

Hoy es domingo. Ninguno de los dos trabajamos y he decidido llevarlo al lago Mountain. Es un lago a las afueras de San Francisco, escondido en el bosque. En verano suele haber mucha gente. Pero se me ha jodido el plan porque se ha puesto a llover. Puta primavera. Hasta había preparado la misma pizza del día que me quedé en su casa.

Cuando se lo he contado a Alex, prácticamente me ha obligado ir a su casa para que nos comamos la pizza y hagamos lo que haríamos en el lago. Yo quería bañarme, pero me vale con estar en el sofá de su casa con él.

Nada más llegar a su casa, dejo la pizza en la barra de la cocina.

―He probado un trozo mientras venía hacia aquí y reconozco que sabe igual que la otra vez ―digo con una leve sonrisa.

―Así me gusta ―dice revolviéndome el pelo.

Coloca la pizza en dos platos diferentes, me da uno de ellos y vamos hacia el salón. Dejamos los platos en la mesita y nos sentamos en el suelo como la última vez. En la tele están echando una película sobre brujas en la que sale Nicolas Cage, así que la dejamos. No se le puede decir que no a Nicolas.

Mientras comemos como posesos, me quito la sudadera pues aquí ya empieza a hacer calor. Me quedo con una camiseta de tirantes finos negra básica que suelo llevar debajo de los jerseys para no ir solo con el sujetador.

Nada más terminar, dejamos los platos en la mesita y nos quedamos en el suelo. Yo apoyo mis brazos y mi barbilla en la mesa, fijándome en el crush de mi madre. Me sobresalto un poco cuando noto la mano de Alex en mi nuca. Me encanta que me toque la nuca. Subo mis brazos para hacerme un moño despeinado y vuelvo a ponerme de la misma forma que antes, pero con la cabeza gacha para que siga acariciándome.

Y eso hace.

Su mano acaricia mi nuca con suavidad y la baja poco a poco hacia mi hombro. Entonces me doy cuenta de que está siguiendo el camino de los lunares. Sigue el recorrido incluso por encima de la camiseta, como si se conociera de memoria el sendero de mis lunares. Se detiene cuando llega a la copa del sujetador. Baja la mano por mi cintura y luego hacia mi muslo. La deja allí.

Ambos suspiramos a la vez.

No quiero que pare. Y sé que él tampoco quiere parar. 

Levanto la cabeza y la giro para mirarle. Sus pupilas están tan dilatadas que sus ojos están a punto de pasar de ser azules a ser negros. No sé de dónde saco el atrevimiento de agarrarle la mano que tiene en mi muslo y la subo de nuevo a mis costillas. Pero por dentro de mi camiseta. Sus ojos están fijos en los míos y nuestras respiraciones están igual de aceleradas. Muevo mi mano hacia el centro de vientre y lo subo un poco.

IMPULSIVE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora