Capítulo Uno

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Hanna Jones.
Minutos después de haber regresado de Londres.

Me encontraba en la sala de la casa de mi padre, cuando Jeremy entró con dos vasos de zumo de naranja. Me extendió uno a mí y uno al chico pelirrojo sentado a mi lado izquierdo en el sofá.

-Gracias-fue lo único que pude decir con la voz un poco ronca y tomé un trago del zumo.

-¿Y qué tal Londres, Hanna? -preguntó Jeremy en el momento que tomó asiento en frente.

-Bien. De hecho, muy bien. Tengo esta semana libre de la universidad y vine por el cumpleaños de papá que es mañana.

-Nos alegra tenerte aquí, ¿cierto Ander?-miro al chico sentado a mi lado que asintió con su cabeza despegando de sus labios del vaso con zumo.

-Así es. Es bueno tenerte de vuelta. Aunque no nos conocemos muy bien-se inclinó hacia adelante para depositar su vaso en la mesita que tenemos delante-. No sé si aún te acuerdas de mí. Nos conocimos en el baile de la escuela, Klayn High School.

-Sí. Te recuerdo.

-Aún lamentamos mucho lo que pasó aquella noche. Eso es inolvidable.

-No hablemos de aquella noche por favor, Ander-dijo Jeremy-. Pasó hace tres años.

-Vale, lo siento-le dijo a Jeremy y luego me miró a mí. Además, ya lo hemos superado, ¿cierto?

Jeremy y Ander se observaron por unos momentos y ninguno dijo nada.

-Veo que ya lo has superado, ¿no?-le pregunté a Jeremy.

-Hanna, ya han pasado tres años. Si no lo superas ahora, no podrás hacerlo jamás.

-¿Y crees que no quiero superar esto? Fuimos los culpables de que él no esté aquí con nosotros en esta estúpida disque reunión que tenemos ahora mismo.

Me pongo de pie en dirección a las escaleras ignorando la voz de Jeremy que me llama a mis espaldas. Vi a papá que entraba a la sala, pero opté porque creyera que no lo vi llegar. Subí a mi antiguo cuarto y me lancé en la cama que estaba perfectamente ordenada. Todo estaba como lo había dejado antes. Solo que se notaba que mi padre se pasea por aquí de ves en cuando para dar una que otra limpieza.

Fui hasta aquella ventana con vistas a la casa de los Miller. Sí, aquella ventana que ocupa la habitación del chico que más amé en tan poco tiempo. Posé una de mis manos al lado de la ventana y recordé cuando grité su nombre por primera vez a las tres de la maña. ¿En que estaba pensando ese día?

Recordé cuando me gritó que me callara y dejé caer la linterna hacia los arbustos de abajo. Y ahora que recuerdo, nunca fui a buscar esa linterna.

Observé la puerta de la entrada de aquella casa y vi que estaba cerrada al igual que aquella ventana. Una lágrima recorrió mi mejilla y cerré los ojos con fuerza, sorbiendo por mi nariz.

Salí de la habitación bajando las escaleras. Mi padre estaba sentado en el lugar que yo ocupaba hace poco y estaba hablando con Jeremy cuando su mirada y la mía se encontraron. Le di un sonrisa tímida a mi padre y Salí de casa observando los arbustos al frente. A cada lado de la puerta.

Busqué en ellos y en la tierra y la vi allí. No puedo creer que aún siga allí. La linterna verde estaba cubierta de tierra seca cuando la tomé en mis manos. De seguro mi padre nunca la notó cuando regaba los arbustos. Sonreí.

Intenté encenderla, pero no pasaba nada. Quizás ya se había dañado al estar absorbiendo agua y tierra durante tres años.

Me alejé de los arbustos y volví a dentro.

...

Estaba sentada en un extremo de la cama pensando en que mañana será el cumpleaños de mi padre. Mi obsequio para él aún sigue en el coche y solo espero que le guste.

Odio tener que pensar en que debo ir al mismo lugar en donde terminé rentando mi coche para llegar hasta aquí. Era necesario, no podía traer mi coche desde londres.

Me puse de pie y fui hasta la ventana y me senté allí, observando la casa de los Miller. Apoyé mi cabeza a un lado de la pared y observé justamente aquella ventana.

Suspiré despacio recordando las veces que Thiago y yo hablamos con aquellos pequeños trozos de papel y rotulador. Creo que extraño hacer eso. De hecho, sí. Sí extraño escribir en papel para mostrarle lo que había escrito a aquel chico a través de su ventana.

Me levanté de mi lugar encendiendo la lamparita en mi escritorio al lado de la ventana. Busqué en uno de los cajones de este y encontré el rotulador que utilizaba y un trozo de cartulina. Sonreí.

Me senté en la silla y escribí en el papel.

Volví a la ventana con una gran sonrisa mostrándole a aquella ventana del otro lado de la calle, lo que había escrito en el papel.

Hola, Thiago.
Te he echado de menos.

Pero no se encendió la luz del interior. Él tampoco apareció frente a la ventana con un trozo de papel con una respuesta escrita con rotulador azul.

Dejé caer mis hombros y mi sonrisa se borro al instante. ¿En que demonios estaba pensando? Él no estaba allí, no iba a volver nunca más. ¡Nunca!

Me puse de pie lanzando el papel y el rotulador al suelo llena de furia y volví a mi cama lanzándome en ella con un fuerte dolor en el pecho. Con un dolor que nunca cesaba y con el que he estado viviendo durante tres malditos años.

Lloré.

Lloré toda la noche pensando él. ¿Por qué aún no podía dejar de dolerme? ¿Por qué aún seguía amándolo después de la muerte? ¿Cómo se puede seguir amando a alguien que ya no pertenece a tu vida ni al mismo universo?

¿No era así? Él ya no existía.

Tengo miedo de que algún día pueda llegar a olvidarle. Han pasado tres años y aún no puedo vivir sin dejar de pensar en él un maldito segundo. Solo quiero que deje de dolerme. Que este dolor se vaya de una maldita vez por todas, porque si me sigue doliendo voy a terminar muriendo. Ya no lo soporto más.

Pero nadie sabe como es la vida ni lo que puede llegar a pasar. ¿Y si un día me despierto y no lo recuerdo? Tengo mucho miedo porque su voz se está borrando de mi cabeza. No quiero olvidarle, por el amor de Dios. No quiero olvidarte Thiago Miller. No quiero que te vayas de mi cabeza.

Debí grabar tu voz. Debí grabar en vídeo aquel día que fuimos juntos al supermercado y tú estabas en el carrito de compras. Debí guardar todos los recuerdos. Debí guardar todos aquellos momentos juntos a ti. De haber sabido que estarías aquí tan poco tiempo...

Pero ese el maldito problema de la vida, que nunca sabes lo que puede llegar a pasar.

Ni con tu vida, ni con la vida de la persona a la que amas.

Después de ti © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora