Capítulo Dos

2.9K 299 41
                                    

Hanna Jones

Era martes 19 cuando caminaba por la acera del cementerio de Seattle. Era el cumpleaños de mi padre, pero solo eran las 7 de la mañana y antes que nada, quería venir a visitar la tumba de Thiago.

Entré caminando entre las tumbas hasta encontrar la de aquel chico que aún no podía olvidar y el que quizás nunca pueda olvidarlo. Pero en sí, no quería hacer nada de eso. Me arrodillo frente a la tumba observando la lápida.

-Thiago Miller-

16 de mayo 2000-13 de julio 2016

—Hola, Thiago—dije dejando un ramo de rosas blancas encima de su tumba. Encima de la lapida noté un ramo de las mismas que seguían frescas—. Lamento no haber venido durante un año entero. Inicié mi carrera de pediatra en Londres y trato de no faltar a clases de la universidad. Tengo una semana entera sin clases y he venido por el cumpleaños de papá. No sabes cuantas ganas tengo de que tú estuvieses aquí con nosotros para celebrarlo, porque yo no quiero celebrar nada. No estoy para celebraciones, pero debo hacerlo por mi padre.

Me quedé observando su nombre escrito en la lápida por unos segundos. Ese nombre tan hermoso que nunca podré llegar a olvidar. Ese chico tan dulce que nadie llegó a conocer. Y ese chico, era único. Nunca llegaría a existir un chico como Thiago Miller. Y me encantaría encontrar a alguien en este mundo que sea igual que él. No para remplazarlo, sino para sentirme cómoda en un mundo lleno de hipocresía y falsas amistades. Pero no quiero que nadie se parezca totalmente a él. Quiero al verdadero Thiago Miller conmigo. Pero eso es imposible.

Parpadee y noté que tenía los ojos casi mojados por las lágrimas. Sorbo por la nariz y dijo:

—¿Adivina qué? Traje algo que te pertenece—me quité el bolso. La correa de este me ayudaba a mantenerlo cruzado por mi cabeza hasta mis hombros y tomé un pequeño diario—. Tu madre me entregó tu diario. Espero que no te enojes con ambas. Con ella por habérmelo entregado y conmigo por haber aceptado y tenerlo—sonreí tímidamente y abrí el diario—. ¿Sabes? Aún no leo todo lo que escribiste y no creo que deba hacerlo ya que era tu pequeño espacio privado y no quiero irrumpir en él. Pero si leí cosas que escribiste sobre mi—. Me senté en el suelo frente a su tumba y junté las piernas—. Te leeré algo de tus palabras—carraspeé mi garganta y me dispuse a leer—. Sé que suelo ser muy susceptible para este mundo, pero aquella chica de la casa de enfrente me hace sentir cada vez más peor. Es muy linda y dice que me quiere, pero no creo que lo dice en serio. Todo eso suele pasar en los libros: Dicen que te quieren y luego terminan lastimándote. Pero quizás y tal vez un quizás, ella diga la verdad. Pero hay un problema, no quiero que se me acerque. No quiero que me siga lastimando como ya lo ha hecho—me detuve recordando cuando me dijo que aquella vez que si me quería y una lágrima rodó por mi mejilla derecha.

Cerré los ojos un momento y suspiré despacio.

—Sonrío cada vez que pienso que no quisiste que me acercara a ti. Pero nos enamoramos sin importar que no me querías cerca. Adoro leer eso, porque supe que te parecía muy linda—volví a sorber por la nariz.

—¿Cómo es posible que las cosas nos sigan doliendo sin importar el pasar de los años?—dijo una voz a mi derecha. Levanté la mirada y vi al chico pelirrojo a pocos pasos de mi con unas flores blancas en su mano izquierda.

Limpié mis lágrimas dándole una pequeña sonrisa.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté cuando se me iba acercando.

—Digamos que tengo un familiar en este mismo lugar—dijo sin dejar de caminar en mi dirección y se detuve cuando se me acerco lo suficiente—. Estaba en su tumba cuando escuché a alguien hablar y luego te vi a ti, Hanna. ¿Puedo? —señaló el suelo como pidiendo permiso para sentarse.

Después de ti © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora