Capítulo Diez

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Hanna Jones

Cuando regresamos a casa ninguno de los dos nos dispusimos a mencionar lo del beso. Ander solo me acompañó hasta la puerta y se marchó, diciéndome adiós con una mano al aire mientras retrocedía en dirección a la carretera. Debo admitir que la pasé muy bien y que él es una buena persona.

No te estoy pidiendo que lo olvides.

Sus palabras resonaron en mi cabeza y sonreí cuando me di la vuelta y abrí la puerta de la casa de mi padre.

—Buenas noches —su presencia me tomó por sorpresa, ahí, sentado en el sofá, con las piernas estiradas.

Su gesto estaba calmado, pero sus ojos decían algo más.

—¿Qué haces aquí? —busqué a mi padre con la mirada, sin verlo por ninguna parte.

Luego Masson se puso de pie muy despacio y cruzó los brazos sin dejar de mirarme. Carraspea su garganta y dice:

—Tu padre salió con mi tía a la casa de enfrente y yo decidí esperarte aquí.

Lo miré con dudas, sin saber si decía la verdad o no. Ahora llevaba un pijama azul y una camisa de franela. Su piel blanca descubierta me atrajo y mis ojos se fueron a su pecho, para luego subir a sus labios.

Tragué saliva con pesadez.

—¿Dices la casa de Tessa? —asiente con la cabeza —¿No que la pondría en venta?

—Está en proceso, sí... Pero veo que vienes muy contenta de adónde sea que hayas ido con ese tal Ander.

Mis ojos se entrecerraron un momento—¿Lo conoces?

—No, por desgracia —dijo sin mostrar una pisca de intereses—. Pero. He escuchado sobre él.

Su pelo se encuentra alborotado, tapando su frente como solía llevarlo Thiago.

Los ojos de Masson no se apartaron de los míos y las escenas del primer día que lo vi, y sus palabras, volvieron a cruzar por mi cabeza.

—Yo vine a esta casa a conocer a Hanna Jones. A conocer a la chica que mi primo Thiago le robó el corazón. Pero ella sale huyendo a través de la ventana como si nada. Y con otro chico. Algo que no me ha parecido del todo educado.

Mi seño se frunció un instante, recordando la escena de hace unas cuantas horas, cuando Ander me hizo bajar por la escalera de madera.

—¿De qué estás hablando? Puedo hacer lo que me plazca y no tengo que explicarte nada. No soy una niña.

Me observó de arriba hacia abajo, con gesto serio.

—Otra persona diría lo contrario al verte huir como lo hiciste hace poco —sus brazos se cruzaron  frente a su pecho, sin despegar la mirada de la mía.

—¿Quién te crees que eres?

—¿Disculpa?

Su entrecejo se arrugó y parpadeó frenéticamente.
Algo en el ambiente empezó a notarse diferente, haciéndome sentir un tanto incómoda.

—No tienes derecho a hablar de esa forma, Masson Miller —arrastré las palabras.

—Ja —finge una sonrisa —. Según tú, Hanna, ¿de qué forma te estoy hablando?

—Lo que haga o deje de hacer no es tu maldito problema —empecé a moverme hacia las escaleras, perdiéndolo de vista.

—Por supuesto que no es mi problema, pero deberías comportarte como lo que eres. No puedes estar huyendo de las cenas familiares con un chico que te hace salir por la ventana.

Después de ti © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora