3º "Alianzas."

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Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Naoko Takeuchi, solo los utilizo porque me gusta perder mi cabeza en historias locas.

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Senderos Perdidos

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3º "Alianzas."

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Minako

Desperté algo asustada, recordando de pronto dónde y en qué condiciones me encontraba, y no estaba nada contenta.

Había estado horas intentando mantenerme despierta, pero estaba tan cansada que finalmente caí dormida. Estaba aun oscuro, pero pude adivinar que no faltaba mucho para el amanecer, y eso significaba que perdería un poco más de ventaja.

Di la pelea contra todo lo que me mantenía inmóvil. Mi cuerpo dolía, mi cabeza estaba a punto de reventar de rabia acumulada contra el hombre que aquí me tenía retenida. Saijo lo mataría si lo encontraba. Y sinceramente no me importaba si lo hacía, quizá hasta le ayudaría.

Sonreí cuando al fin logré soltar una de mis manos, sabiendo que en adelante era fácil escapar. Y no demoré mucho en estar completamente libre de ataduras y comenzar a observar hacia donde él estaba dormido, decidiendo cómo proceder.

Parte de mi sabía que lo mejor era correr lo más lejos posible y regresar a donde estaría a salvo, porque me sentía demasiado expuesta y en peligro. Pero también necesité información. Ya no sería tan fácil encontrar la espada, y estaba bajo el mismo techo de la persona que podía ayudarme con ello.

Caminé hasta la habitación, siendo cautelosa porque no quería cometer más errores. Lo vi dormido sin moverse sobre una cama no tan grande, en general este lugar no era muy grande para lo que acostumbré a ver de la gente que se movía en el bajo mundo. Era una pequeña cabaña donde imaginé que él escondía sus porquerías personales.

Me gustaría tener un lugar propio, un escondite, un refugio. Pero no me quejo, mi habitación en las instalaciones del poderoso Kaito Ace, son maravillosas. Más de lo que alguna vez tuve en la vida.

Aquí no había un despacho para negocios, ni muchas habitaciones para invitados. Apenas una cocina pequeña, habitación precisa para su ocupante, y un salón donde estaba el sofá donde tuve que dormir. Tampoco esperaba que este hombre me dejara dormir con él, aunque habría sido mucha más fácil manipularlo teniéndolo al alcance de mi mano en una cama. Por mucho que alardee, se que algo debo moverle. ¿Qué es eso de que ahora soy suya? Suyas serán sus pelotas. Nadie es mi dueño, incluso cuando Saijo me cree de su propiedad, no es mi dueño.

En su habitación había un pequeño armario abierto, con algunas carpetas y ropa. Enseguida me acerqué allí para buscar algo en el papeleo, pero los papeles más que información sobre la espada o él, eran fotos mías, fotos sacadas a lo lejos de los últimos días desde que nos encontramos en el museo por primera vez. Lástima que no pueda averiguar mucho, porque mi vida antes de entrar a trabajar para Saijo ya no existe.

Entonces mi brazo fue apretado fuertemente, haciéndome girar y ver su mirada y su sonrisa altanera nuevamente. ¿Cómo puedo ser tan idiota? Obviamente el armario abierto y sus cosas expuestas eran una simple distracción.

—Nunca puedes mantener tus manos lejos, ¿cierto? —me regañó, ¿qué se cree?

—¿Algún lugar en especial donde quieras mis manos cerca? —comenté poco sutil—. Tú no hablas, y yo necesito respuestas, ¿qué más puedo hacer?

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