Cerró la puerta de la consulta y fue a pagar en recepción el costo de la cita anterior.
Parecía como si el tiempo no estuviera pasando, como si nada de lo que escuchaba o veía era real. La vida era tan solo un reflejo ante sus ojos. De seguro que si pestañeaba un par de veces, las cosas iban a volver como estaban.
Sin embargo, un milagro ya es mucho pedir.
Caminó rápido hacia la salida, sin poder ocultar el terror en su andar. Intentaba no temblar tanto mientras avanzaba por las calles, pero le era inútil. Su mente estaba nublada por la muerte que lo rodeaba.
Sus pulmones estaban colapsados de flores. Tres, para ser exactos. Tres pensamientos negros crecían dentro de él. Al ser los pétalos y las hojas suaves, no sufriría tanto dolor como los demás que portaban la enfermedad. Mas tampoco sabría cuándo iría a morir, porque no notaría las flores crecer en su faringe. El doctor le había estimado que, si se cuidaba, tendría tiempo de pensar en su decisión por cerca de dos meses. Pero si continuaba estresando su mente no lograría vivir más de un par de semanas.
El estrés que hace crecer a las flores no es el del trabajo, o de los problemas familiares ni amistades, sino que específicamente problemas de amor. Si continuaba pensando en Bonnie, la flor brotaría más rápido que si se dedicaba a evadir el tema.
Pero tampoco era la idea rehuir del joven hasta que falleciese. Necesitaba enfrentarse a su encrucijada.
El destino le otorgó un juego cruel al muchacho. No importaba qué camino tomara, el dolor lo acompañaría hasta el fin de su tiempo. ¿Confesarse? Ni se le había cruzado por la cabeza. ¿Morir? Apenas presenciar la palabra lo hacía frenarse en pánico. ¿Olvidar a Bonnie?
Jamás.
Las opciones podía contarlas con sus dedos. Podía hacerse una operación a los pulmones (no te preocupes, no sentirás dolor alguno en la operación, le dijo el doctor) . Pero la idea de olvidar a su mejor amigo descartaba todo planteamiento de esta opción, además de que nunca conseguiría el dinero suficiente para pagarla. Su padre quedaría endeudado y...
¿Qué pensará su papá de todo esto?
Que era un marica, claro está.
Probablemente no le daría ni la oportunidad de excusarse, lo echaría de la casa al empezar a escuchar la historia de las flores. No llegaría a creerle ni al doctor. ¿Y si se muriera? ¿Acaso lo extrañaría? Al fin y al cabo, su padre no tenía a nadie más que fuera su familia. Sus abuelos ya no estaban, y había perdido toda relación con sus hermanos y primos, Bon no llegó siquiera a conocerlos. La idea de que su padre quedara solo no deleitaba al joven. Aún si este era generalmente la causa de muchos de sus problemas e inseguridades, Bon lo amaba, y no le gustaría que sufriera en absoluto. Él ya había pasado por demasiado.
Tampoco quería hacerle pasar malos momentos a sus amigos y compañeros cercanos. Aunque no fuera una persona muy crucial en la vida de los demás, los lazos que había forjado durante su estancia no se quebrarían fácilmente. Uno no se lleva su dolor cuando muere, sino que se reparte entre toda la gente que amó.
Dios, ¿por casualidad la enfermedad venía también con síntomas de poeta agonizante?
Sin darse cuenta, llegó a la plaza donde practicaba con Bonnie.
Y como tenía tantas ganas de sufrir, se fue a sentar a la banca de siempre.
Podía sentir la incómoda sensación en su garganta con tan solo acercarse a un lugar donde estuvo él.
En algún momento tendrá que contarle la verdad. Él era el que debía saber más que nadie. Pero el miedo de que lo rechazara superaba las ganas de enfrentar su cobardía. O peor, que Bonnie se sintiera culpable de su muerte...
Otro día será mejor.
Revisó la hora en su celular. Era seguro que tenía muchos mensajes sin responder, pero como dejó su móvil en modo avión, no le llegaba ninguno. No estaba preparado para afrontar a nadie aún.
El colegio ya había terminado. Eso significaba que Bonnie venía en camino, si es que no decidía irse a casa, ya que no tenía a su compañero de práctica.
Sin embargo la primera hipótesis era correcta, y vio una cabeza morada a la distancia.
Oh, no; la tos apareció con tan solo verlo.
El doctor le recomendó que lo mejor era sacar los pétalos de su interior, ya que no lograba nada con dejarlos adentro.
Intentó pararse con todas sus fuerzas de la banca mientras intentaba respirar. Colocó sus manos en el asiento para apoyar su cuerpo agotado. Había tenido demasiados ataques de tos, apenas podía a su propio peso.
Bonnie se aproximaba.
No esperó a ver si lo había advertido o no. Bon salió corriendo apenas recobró sus fuerzas, pero no se dio cuenta que algunos de sus pétalos no habían caído en su mano, sino en la banca donde estuvo antes.
El chico no había notado la presencia de su mentor. En realidad no notaba la mayoría de las cosas que pasaban. Estaba demasiado preocupado pensando en su amigo. Desde el sábado que no respondía a los mensajes que le mandaba, y ahora no venía al colegio. Nunca faltaba. Todo era demasiado extraño...
Antes de que se sentara en la banca que compartían con Bon, bajó su vista a tres pétalos de una flor que desconocía. Estos estaban manchados de sangre y de un líquido transparente viscoso, que supuso que era ¿saliva?
Qué raro. No era algo que te encontraras todos los días.
De alguna forma, sintió que esos pétalos le pertenecían.
Y alguien, unos cuantos metros más adelante, agonizaba por un fuerte dolor en su pecho.
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La Danza de los Pensamientos (BxB Hanahaki AU)
FanfictionLa enfermedad de Hanahaki ocurre cuando una persona sufre de amor no correspondido. Flores comienzan a crecer dentro de sus pulmones, haciendo que tosa los pétalos de esta hasta el punto en que le termina matando. --- Bonnie se encuentra en su últim...