Mis manos se fueron a su cabello, mis pies en puntillas y sus brazos sosteniéndome por la cintura, apretándome tan fuerte como si en algún momento fuera a desaparecer. Extrañaba el sabor de su boca, extrañaba sentir sus manos en mi piel, su aroma junto al mío, su cuerpo anhelándome. Mi corazón se ensanchó, y el nudo en mi pecho fue suplantado por la enorme necesidad de su cuerpo, de sus besos, de sus caricias, de todo él.
Nunca he estado tan perdidamente loca por sentir su piel como ahora, tan loca por sentirlo, tan desesperada por su amor.
Mi corazón está tan acelerado que temo sufrir un infarto, y mi estómago está revuelto por todas esas mariposas que una vez pensé que estaban muertas, pero están más vivas que nunca.
—No juegues conmigo —me susurra Jake entre mis labios—. Si no te detienes ahora, juro que no me detendré.
—No lo hagas —lo incito a seguir tocándome y besándome tan apasionadamente como lo está haciendo—. Te necesito conmigo.
De repente, se detiene, me mira a los ojos con ese destello dorado que tanto me encanta y, en segundos, me encuentro contra un auto mientras sus labios se apoderan de mi cuello desesperadamente y sus manos, de mis muslos. Disfruto tanto de la caricia apasionada como si fuera la última, y sus dedos no tardan en bajar por debajo de mi vestido y tocar por encima de mi ropa interior. No soy capaz de pensar con claridad ni tampoco quiero hacerlo. Solo lo quiero a él.
Extrañaba esto desde el día en el hospital, extrañaba sentir que aún me desea, que a pesar del tiempo seguimos sintiendo esa misma conexión que nos unió desde el principio.
Sigilosamente, bajo mis manos por su pecho hasta llegar al botón de sus pantalones.
—Podría vernos alguien —dice de una manera burlona y a la vez coqueta—. A mí no me importa.
—No juegues conmigo, Jake...
—Pero si estamos jugando los dos —él hace un movimiento con sus dedos debajo de mí y yo jadeo de placer—. ¿O quieres que pare?
—Sí, digo que no.
—Sabes que no me detendré si tan solo me dices lo que quiero escuchar —pide, mirándome a los ojos fijamente, y yo trato de sonreír, pero termina siendo una mueca—. ¿Ya no sientes lo mismo?
—No, es decir, sí, es complicado, Jake —él se separa de mí y se pasa una mano por su cabello desordenado—. Estoy... confusa.
—¿Estás saliendo con alguien? —cuestiona, y no sé por qué, pero mi mente se acuerda de Rexie—. ¿Con... el doctor?
—¡No! No es eso, Jake, es que... es complicado.
—Me lo imagino —ironiza.
—¡Por fin llegan! —exclama Hari, encontrándonos. Nos observa a ambos y sonríe—. Deberían entrar, tórtolos, todos los estamos esperando.
—Espero que no te arrepientas —murmura Jake entre dientes, yéndose al antro sin siquiera verme.
—¿Interrumpí algo? ¿O pasó algo? —inquire ella con una preocupación genuina.
—No, para nada —le regalo una sonrisa tranquilizadora—. Vamos, entremos.
Por lo que veo, no solo Hari se cambió de ropa, sino que Lily también. Seguramente, Kang las llevó a casa para que se cambiaran.
El bar es agradable, a pesar de que está repleto de personas. Tiene un aire de elegancia, con mesas de vidrio, cortinas negras y blancas, luces de neón en el suelo y mesas de vidrio con lucesitas a los lados.
En nuestra mesa está, en este orden: Hari por un lado, un amigo de ella que nos acaba de presentar, Jake, con una cara de pocos amigos y los brazos extendidos a cada lado del mueble; el señor Kang, con un brazo extendido hacia Lily; y luego estoy yo, al otro lado.
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A media noche, acaba nuestra noche© #2 Amedianoche
Teen FictionSegundo libro de la trilogía A media noche. Jessi Taylor sufrió todo un año sin saber nada de Jake Russell, pero para ella fueron como siglos lentos y tortuosos. Decidida a olvidarlo, cambia su vida por completo, desde su apariencia, sus al...