Una herradura de caballo metida en el culo

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Hunt, Texas - Enero 2002

Si quieres saber lo que es tocar fondo, este lugar puede ser tan bueno como cualquier otro, aunque yo seré el primero en admitir que tocar fondo ha sido un blanco móvil a lo largo de mi oscura y retorcida versión speed metal de una vida dickensiana.

¿Una infancia empobrecida y vagabunda? Sí, la tuve.

¿Un padre alcohólico y abusivo? También.

¿Locuras religiosas que te joden la mente (en mi caso los dos extremos de los Testigos de Jehová y el Satanismo)? También.

¿Alcoholismo, drogadicción y no tener un lugar donde vivir? También, también y también.

¿Reveses artísticos y profesionales que te destrozan el alma? También.

¿Rehabilitación? También (unas 17 veces, más o menos).

¿Experiencia cercana a la muerte? Sí, esa también.

James Hetfield, quien solía ser uno de mis mejores amigos, tan cercano como un hermano, alguna vez dijo con algo de incredulidad que yo debo haber nacido con una herradura de caballo metida en el culo. Así fue que tuve la suerte que tuve y fui lo afortunado que fui como para poder seguir respirando después de haberme salvado por tan poco tantas veces. Y debo admitir que en algún punto tiene razón. He tenido suerte. He sido bendecido. Pero el problema de tener una herradura clavada en el recto es el siguiente: también duele como la puta madre. Y nunca te olvidas que está ahí.

Así que aquí estoy, en la antesala de otro período en rehabilitación en un lugar llamado La Hacienda, en el corazón del inmaculado condado de Texas Hill. Está apenas a unas doscientas millas de Forth Worth más o menos, pero parece que fuera un mundo de distancia, con granjas y campamentos de verano como únicos vecinos. La idea es curarme...estar mejor. Física, espiritual y emocionalmente. Como siempre, sólo traje mi entusiasmo y expectativas más modestas para la ocasión. Después de todo, esta no es mi primera vez.

Permítanme explicarles, aprendí más sobre cómo darme vuelta, cómo conseguir drogas, cómo mezclar tragos y cómo terminar acostándome con el sexo opuesto en Alcohólicos Anónimos que en ninguna otra parte del mundo. AA ⎯ y esto se aplica a la mayoría de los programas de rehabilitación y centros de tratamiento ⎯ es una fraternidad, y como a todos los hermanos de una fraternidad, a nosotros nos gusta contar historias. Es una ridícula glorificación de lo vivido: se les dice drogálogos y alcohólogos [1]. Una de las cosas que siempre me molestó fue esa constante de querer ver quién era el mejor. Uno contaba una historia, a veces abriendo su alma, y el tipo que estaba al lado tuyo sonreía y te decía: "Ah, hombre, yo derramé más de lo que tú consumiste en toda tu vida".

"Ah, ¿sí?"

"Claro que sí".

"Bueno, yo consumí un montón, así que debes ser muy estúpido".

Por alguna razón, esta especie de interacción nunca me sirvió de mucho. Nunca me hizo sentir que estaba curándome o progresando como ser humano. A veces terminé peor. Irónicamente, fue en una reunión de AA donde aprendí por primera vez acerca de la facilidad con que se pueden conseguir medicamentos para el dolor buscando en Internet. Yo no tenía ninguna necesidad en particular para requerir analgésicos en ese momento, pero la mujer que estaba contando la historia hizo que sonara como algo realmente genial. Al poco tiempo, los paquetes estaban llegando a mi casa y yo había cultivado una adicción a gran escala. Para ese entonces ya era una estrella de rock reconocida mundialmente: era fundador, líder, cantante, compositor y guitarrista (y Director General de facto) de Megadeth, una de las bandas más populares del heavy metal. Tenía una hermosa esposa y dos hijos maravillosos, una linda casa, autos y más dinero del que jamás hubiese soñado. Y estaba a punto de tirar todo eso a la basura. Sucede que detrás de la fachada, yo me sentía realmente miserable: estaba cansado de las giras, de las peleas entre los miembros de la banda, las demandas irracionales de los ejecutivos de management y las compañías discográficas y de la soledad de una vida estropeada por las drogas. Y como siempre, era incapaz de ver que todo lo que tenía era más importante que lo que no tenía. El placer de escribir canciones y tocar música, que me había servido de sustento durante tantos años, había ido desapareciendo de a poco.

Ahora simplemente me sentía...vacío.

Y entonces me fui hasta Hunt, Texas, esperando que esta vez el cambio realmente causara efecto. ¿En cuanto a un cambio a largo plazo? Bueno, digamos que eso no estaba muy arriba en mi lista de prioridades.

Y entonces sucedió lo siguiente. Al poco tiempo de llegar me fui por ahí para tratar de descansar un poco. Recuerdo desplomarme en una silla y pasar mi brazo izquierdo por sobre el respaldo, tratando de acurrucarme para dormir. Lo próximo que recuerdo es que me estoy levantando, despabilándome de una siesta de veinte minutos y cuando me quiero parar, algo me tira para atrás, como si estuviese abrochado a la silla o algo por el estilo. Y entonces me doy cuenta de lo que había pasado: mi brazo se durmió y todavía está enganchado en el respaldo de la silla. Me río y trato de sacar el brazo nuevamente.

No pasa nada.

Otra vez.

Nada.

Repito este movimiento (o intento de movimiento) un par de veces antes de finalmente usar mi brazo derecho para sacar mi brazo izquierdo de la silla. En el momento en que lo suelto, cae a mi costado, colgando inútilmente, con un hormigueo que va desde el hombro hasta la punta de los dedos. Después de un par de minutos recupero algo de sensibilidad en la parte superior de mi brazo y después en parte de mi antebrazo. Pero mi mano permanece muerta, como si la hubiesen inyectado completamente con Novocaína. Sigo sacudiéndola, frotándola, golpeándola contra la silla. Pero la mano está dormida. Pasan diez minutos. Quince. Trato de cerrar el puño, pero mis dedos no responden.

Salgo por la puerta y empiezo a caminar por el pasillo. Me cuesta respirar, en parte porque estoy fuera de forma y tratando de expulsar drogas, pero también porque estoy más asustado que la mierda. Entro bruscamente en la enfermería, sosteniendo mi mano izquierda con la derecha. Balbuceo algo sobre quedarme dormido y no poder sentir mi mano. La enfermera trata de calmarme. Ella presume, no sin razón, que es simplemente parte del proceso ⎯ la ansiedad y el malestar son parte del territorio en rehabilitación. Pero no es eso. Esto es diferente.

En menos de 24 horas voy a estar haciendo un paréntesis de La Hacienda, sentado en el consultorio de un cirujano traumatológico, quien va a pasar su mano a lo largo de mis bíceps y mi antebrazo, trazando cuidadosamente el recorrido de un nervio y explicándome cómo ese nervio ha sido increíblemente comprimido, como un sorbete aplastado contra el costado de un vaso. Cuando la circulación se corta de esta manera, me explica, el nervio queda dañado; simplemente se atrofia y muere.

"¿En cuánto tiempo se recupera la sensibilidad?", pregunto.

"Deberías tener cerca del 80 por cierto en un par de meses...tal vez entre cuatro y seis".

"¿Y el veinte por ciento restante?"

Se encoje de hombros. El tipo es bien tejano, en su forma de hablar y de moverse.

"No sabría decirte" dice arrastrando las palabras.

Hay una pausa. Otra vez, nervioso, trato de hacer un puño con la mano pero los dedos no quieren. Esta es mi mano izquierda, la que danza sobre el diapasón. La que hace todo el trabajo creativo. La gallina de los huevos de oro [2], como se dice en el ambiente.

"¿Y qué hay sobre tocar la guitarra?", pregunto, aunque en realidad no quiero escuchar la respuesta.

El doctor respira largo y profundo, exhala despacio.

"Eh...no creo que puedas contar con eso."

"¿Hasta cuando?"

Me mira directo a los ojos. Carga. Y entonces da en el blanco.

"Bueno...nunca".

Y ahí está. El tiro de gracia. No puedo respirar, no puedo pensar con claridad. Pero de alguna manera el mensaje llega fuerte y claro: este es el fin de Megadeth...el fin de mi carrera...el fin de la música.

El fin de la vida como la conozco.


[1] En el original: "drugalogues and drunkalogues", juego de palabras entre "drogas" (drugs), "borrachos" (drunks) y "monólogos" (monologues).

[2] En el original: "moneymaker".

Mustaine: A Heavy Metal MemoirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora