Metallica ⎯ Rápido. Ruidoso. Fuera de control.

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"Sigue hablando así y te golpearé en la boca"
                                            
                                            

"Sigue hablando así y te golpearé en la boca"                                                                                         

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Lo de Young Metal Attack era correcto. Aquí soy apenas un muchacho, todavía en Metallica.
Fotografía por William Hale.
     
          

En el comienzo se trataba más de estilo que de contenido.

Recuerdo ir de compras con Lars un día y maravillarme mientras él se pasaba la mayor parte de la tarde tratando de instruirme sobre las razones por las cuales me convenía comprar zapatillas deportivas tipo bota. Aparentemente, se trataba de una especie de ciencia, y Lars y yo discrepábamos sobre la fórmula adecuada. Miren las primeras fotos de Metallica y me verán usando Converse All-Stars brillantes de cuero blanco con estrellas rojas a los costados. Esa era mi decisión, no la de Lars. Por alguna razón, él era de los que sostenían que las estrellas de rock usaban Chuck Taylors [1] tradicionales.

"¡Al diablo con eso!" dije. "Esas son como las de los chicos de Fat Albert [2], no voy a usar esa mierda"

Podría estar equivocado, pero recuerdo a esta como mi primera discrepancia con Lars. Puede que parezca un detalle insignificante, pero creo que muestra lo inevitable de la disolución de Metallica tal como había sido en su infancia. Demasiados cocineros en la cocina. Yo era un líder de banda. Lars también lo era. Inevitablemente, la imposibilidad de coincidir en un objetivo común o aceptar los roles específicos creció dentro del núcleo del grupo. Lo he visto una y otra vez. Los egos chocan, las personalidades inflamables se encienden. Las posibilidades de superar estos obstáculos ⎯ sin mencionar los desafíos financieros, artísticos y de dirección en general ⎯ son astronómicamente remotas.

Y sin embargo, en retrospectiva, entiendo lo que Lars estaba haciendo porque yo mismo lo he hecho: él estaba tratando de formar tanto una imagen como una entidad musical. Su corazón, pienso yo, estaba en el lugar correcto. Para mí, era su gusto lo que estaba equivocado. Un día sacó una foto de Diamond Head, una banda británica de heavy metal que él admiraba al punto de convertirse en una obsesión (incluso los había perseguido, al estilo Deadhead [3], durante una gira europea el año anterior).

"Mira esto", dijo. "Estos tipos se ven como estrellas de rock".

Yo me quedé mirando, con la boca abierta. Había mucho para admirar de Diamond Head, pero su gusto por la moda no estaba muy alto en esa lista. Miré la foto, vi todo el spandex negro, las botas blancas, las largas y holgadas camisas tipo vestido sin abotonar con un nudo atado a la cintura, dejando ver los vellos del ombligo del cantante, y me dieron ganas de reírme.

"Lars, ni siquiera puedo creer que un tipo se vista de esa manera. Parece una chica".

Verán, había líneas divisoras que no podían ser cruzadas. Uno tenía que decidir que tipo de música iba a tocar, y su apariencia debía reflejar adecuadamente esa música. En ese sentido, Diamond Head no eran precisamente santos de mi devoción. Muchas bandas eran así. Tengamos en cuenta la importancia del cabello. Todo el mundo tenía cabello largo en esa época, a excepción de las bandas punk. En el hard rock y el metal, el cabello era largo, y dentro de ese marco había una decisión que tomar:

Mustaine: A Heavy Metal MemoirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora