Capítulo 19

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Sin apartar la vista de sus penetrantes y lasivos ojos, intente inútilmente buscar la perrilla, a tientas con mi mano. El frío de su piel me atravesó la piel hasta llegar a mi corazón obligándole a latir desenfrenado.

—Entonces hazlo, acaba de una vez por todas conmigo o tendré que marcharme las manos de tu sangre.

Una de sus manos subió a mi cuello, apretando mi garganta. El pulso me tronaba en los oidos, ensordeciendome. El pánico se apoderó de mi sistema nervioso y automaticamente deje de buscar la cerradura, me quede estática en mi lugar, mirandolo, sentí como su otra mano envolvía mi cintura y pega a su fornido cuerpo.

Pude ver el gran enojo que llameaba en sus orbes verdes, como un fuego incesante. Hizo la cabeza a un lado, sus labios eran una fina linea de carne rosada. Pocos minutos después de mirarme a detalle, se acercó a mi oído hablando en un tono suave y, tranquilo:

—Intenta matarme. Hazlo. Pero te seguro que no será facil. Muchos lo han intentado, pero jamás pondrán matarme, Malory. Soy una bestia. Un monstruo insaciable, sediento de sangre y devorador de doncellas hermosas, como lo es mi hermosa esposa.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Estaba claro que no intentaría, ni en un millón de años, matar a alguien aunque ese alguien me hubiera tratado peor que a la basura que va rondando sin rumbo por una calle de mala muerte, simplemente no podría. Por otro lado tenía razon, es un monstruo, un ser con mas de cien años de vida, era evidente que yo, no podría ni siquiera de broma acercarme a él y tratar de dañarlo. Sólo soy una diminuta y esqueletuda humana contra un grande y musculoso hombre con el poder de tranformarse en un lobo.

Ni siquiera puedo odiar a mi padre, soy tan débil emocionalmente que no puedo, aunque él siempre me trato de la patada. Por que ni siquiera un animal puede ser tan duro y cruel con sus hijos, ha como él fue toda mi vida conmigo. 

—Ya hemos jugado mucho tiempo al lobo y al conejo cariño. Necesito volver a sentir tu piel, conejita.— sentí sus suaves labios rozar mi mejilla despabílandome, parpadeo volviendo a la realidad. Una realidad donde el está acorralandome contra la puerta y su gélido cuerpo.

Una corriente electrizante me recorre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies al entender el significado de sus palabras, la cosa es, ¿yo también anhelo ser tocada por él?.

Tragó duro.

Cierro los ojos, y el movimiento de sus labios bajando, de mis mejillas, hasta mi mandíbula y al inicio de mi cuello, me hace apretar ambos puños e incluso los dedos de los pies. El estremecedor movimiento de sus labios en mi piel me derritío cual nueve bajo el sol caliente de verano.

—Anthon....—dije en un hilo de voz. Esto se sentía tan bien, el recorrido de sus labios bajando por mi cuello, dando suaves y húmedas caricias, sus manos apretando ligeramente la carne suave de mi espalda, su suave hálito rozar mi piel erizando los vellos de mi nuca era fantastico, exquisito, maravilloso.

—Tienes un sabor extraordinario cariño.

Tras decir aquellas palabras la poca cordura que tenía en ese instante se hizo polvo, polvo que el aire se llevó sin dejar rastros. Mi cuerpo comenzó a sentirse más caliente cada vez mas. Mis manos comenzaron a sentir un extraño cosquilleo que sólo se curaba cuando tocaron los anchos y musculosos hombros de Anthony. Su cuerpo, apesar que las pocas veces que lo toque, siempre estaba gélido, frío igual que sus sentimientos, pero en esos instantes era fuego, que poco a poco me estaba consumiendo como si yo fuera una hoja de papel bajo sus manos ardientes.

Destino; Atada A Ti © Nueva actualización Donde viven las historias. Descúbrelo ahora