Amor a primera sonrisa (Aokaga)

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Publicare cada vez que pueda una historia antigua mía pero las mezclare con las actuales que escribo, aunque siempre cambiara el toque de las historias antiguas siguiendo su linea. 

Hace millones de años, un vampiro de sangre pura descendiente del apellido más conocido en toda Transilvania estaba mirando esa luna rojiza que le transmitía tanta calma, anhelando volver a esos días en los que sonreía

-Señor Aomine-su mayordomo lo llamo haciendo una pequeña reverencia- ¿Termino de comer? - dijo mirando los tres cuerpos de unas mujeres de hermosas figuras, cabellos largos y bustos prominente

-Si, Domian-dice levantándose poniéndose su bata tranquilamente-Iré a mi despacho-salió de ahí recordando que pronto sería ese dichoso día, su cumpleaños y aniversario de la matanza de su familia. De pronto el silencio de su casa se vio interrumpida por unos golpes en la puerta y varios gritos fuertes

- ¿Otra vez? - gruñe molesto caminando hacia la puerta

-Señor Aomine, no hace falta que vaya usted-dijo el mayordomo siguiendo sus pasos rápidamente-Me ocupare de ellos-dijo inexpresivo adelantándose a él unos pasos

-No hace falta Domian, son mis invitados y los atenderé personalmente-dijo con una sonrisa fría enseñando sus colmillos. Abrió la puerta y por arte del destino todo quedo en silencio mientras un rayo caía asustando a todos, como siempre un grupo de humanos furiosos venia con fuego y arma

-Otra vez a robado a nuestras mujeres, quedamos en que podría...-no lo dejo terminar ya que gruño molesto mirándolos fijamente

-No quiero a los enfermos ni menos a viejos inválidos cual sangre es una basura-escupió molesto-Yo os doy tierras a cambio me dais de comer, aparte yo no las traigo, son ellas solas las que vienen a mi-sonríe divertido de brazos cruzados, un señor corrió hacia él con un tridente

-Lizana no haría eso-dijo apuntando para apuñalarlo, Aomine lo esquivo como si nada tirando al señor al suelo

-Lizana tenía una sangre muy dulce, vino la semana pasada cuando tu no le diste lo que necesitaba... en la cama-sonrió viendo a todos-Yo no robo nada, vosotros os caváis vuestras tumbas-cerro las puertas de golpe dejando a los humanos mirando al suelo molestos. Aomine subió sin decir nada más, su mayordomo atento a cualquier perturbación quedo vigilando dejando a su amo descansar

-Malditos humanos-murmuro echándose en su enorme cama, sin darse cuenta quedo dormido maldiciendo toda su existencia e inmortalidad. A la mañana siguiente con nada de ánimos bajo a desayunar, era un vampiro de sangre pura, pero podía comer cualquier cosa mientras tuviera su copa de sangre, pero al bajar se sorprendió al ver que no había nada en la mesa. Busco a Domian con su mirada, no lo encontraba y comenzó a imaginarse que esos humanos lo buscaron al ser un viejo tan débil solo para destrozarlo, su mano derecha nunca fallaba

-Quédate quieto-era la voz de Domian, aunque en un tono más tranquilo del normal. Aomine abrió la puerta y quedo sorprendido al ver todo el suelo de espuma. Había un aroma distinto al de Domian curioso asomo su cabeza y vio un pequeña hibrido entre los brazos de Domian

-¿Quién es, Domian?-dijo serio, el nombrado pego un salto casi cayéndose

-Perdón señor, ahora mismo le hago el desayuno, pero esta mañana limpiando el jardín me encontré a este pequeño entre los arbustos-sonríe tierno enseñando al hibrido. Unas orejas y cola de tigre con una piel canela, un pelo rojo pasión al igual que esa mirada que lo dejaba embelesado, unos rubíes brillantes que miraban fijo a Aomine dejándolo sin aliento.

-Hola-dijo el pequeño sonriendo suave, tendría alrededor de 10 años pero estaba muy delgado para su altura

-Esperaré el desayuno-dijo saliendo de ahí, entro a su recamara medio corriendo y se miro al espejo. Sus ojos después de tantos años brillaban emocionados por ver ese pequeño hibrido, su piel se erizo y su aliento se calentó, un olor a canela y manzanas seguía picándole la punta de su nariz

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