Sueño al amanecer

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          Me encontraba solo, en un lugar lleno de niebla.
          Alcé mi mirada hacia el cielo y pude observar a una luna hermosa, más cerca de lo que normalmente estaba. Podía contemplar sus perfectos cráteres, hechos a lo largo del tiempo.
          En un instante, el lugar se llenó de distintas personas con distintos destinos. Algunos iban y otros venían.
          El escenario cambió: ahora era una muy transitada avenida de New York.
       Adelante, Eiji.
          Mis pies, solos, avanzaron sin rumbo.
          Miré a mi alrededor, buscando a alguien conocido, pero no encontré a nadie...
          Hasta que vi su despeinado cabello rubio.
          Ash.
          —Ash..., ¡Ash! ¡Espérame! —Ash al oír mis súplicas, se volteó y me dedicó una pequeña y suave sonrisa. Después de eso, siguió con su camino.
          Intenté abrirme paso pero me fue imposible. Los hombros de los transeúntes me golpeaban sin piedad mientras me alejaban más de mi destino.
          —¡Ash, por favor, espérame! —rogué, pero mis súplicas no fueron escuchadas por él.
          Luego de lograr hacerme un poco de espacio, respiré hondo y guardé aire en mis pulmones.
          —¡Aslan! —grité. El susodicho me miró.
          De alguna manera, la gente había desaparecido.
          —Eiji... —corrí hasta llegar a su lado. Al estar unos 10 centímetros cerca, salté a sus brazos, haciéndonos caer.
          —¡Aslan! —dejé que mi llanto manchara su camisa negra. Ash, al verme tan triste, acarició mi cabeza—. Ash...
          —Eiji, discúlpame por no haberme despedido de ti. De veras, lo siento —me abrazó con más fuerza, apegándome a él.
           —Lo que importa es que te volví a ver una vez más, aunque sea en sueños... —las lágrimas empezaron a secarse.
          —Lo único que quería decirte era esto: gracias por haberme enseñado lo que es el amor, Eiji —me dio una cálida sonrisa—. Cada vez que cerraba mis ojos nunca me sentí solo, porque tu alma siempre estaba a mi lado —indicó mi corazón con su dedo índice—. Gracias, Eiji —dijo, mientras se alejaba. Impedí varias veces que se fuera, pero por algún motivo, no podía moverme.
          —Ash, espera. Aún no te he dicho que... —Ash ya se estaba alejando. Una última vez volteó y dijo:

    —Sa-yo-na-ra.

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          Una vez más, lágrimas habían empapado mi almohada.
          Me levanté de la cama y me dirigí al escritorio. Una nota se encontraba ahí. La tomé.

No te preocupes, Eiji. Sé que algún día nos volveremos a ver.

          Una lágrima cayó en la nota.
          Abrí las cortinas de la habitación dejando pasar los nuevos rayos del sol.
          Un nuevo amanecer había llegado.
          —Confío en ti, Ash.

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¡Espero que les haya gustado!

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