Capítulo 7

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Alguien una vez dijo “toda acción tiene una reacción” y está pasando, ya hace unos meses que pasó el desastre de la bodega, y ahora, un equipo táctico de la policía sube por las escaleras, ya deben ir en el primer piso, yo… yo solo como un sándwich, esperando que pase lo que tenga que pasar, y mientras la policía inspecciona departamento por departamento, terminare este delicioso sándwich, acostada en mi cama, y les contare que paso después.

Ya estaba en el departamento, ya me había deshecho de la ropa que tenía sangre, yo estaba en el baño, mirándome en el espejo, esos tres días habían sido los peores de mi vida, las manos me temblaban mucho, ya eran las 7:00 PM, mi maldita idiota compañera aun no llegaba.

Asi que tome una larga ducha, solo dejaba que el agua recorriera mi cuerpo, esta vez estaba más tibia, y era mejor asi, pues los morados que me quedaron después de caer del techo de teja, y de todo lo que paso después de eso, eran notables, sobre todo en una piel tan blanca como la mía, entonces note que no dejaba de caer sangre en la ducha, me toque la cabeza, y tenia una herida, probablemente ocasionada por el golpe que me dio el sujeto con el arma.

Al salir de la ducha, me mire de nuevo al espejo, la sangre empezaba a bajar por la parte derecha de mi frente, y goteaba en mi seno derecho. Me tape la herida con papel higiénico, fue al cuarto me vestí primero, no quería que la puta esa me volviera a ver desnuda, busque en un cajón donde suelo guardar cosas que pueden servir, como botones de camisas, hilos, tornillos, chinches o agujas.

Tomé unos hilos y la aguja, y volví al baño, donde me coci la cabeza por suerte, el jean que siempre se rompía en la nalga derecha me sirvió de instructor. Sentía como la aguja atravesaba y jalaba el cuero cabelludo, y aunque dolía, la droga y la adrenalina me hacían estar calmada y concentrada, ya al fin lo estaba controlando, me sentí muy calmada y termine de juntar el cuero cabelludo, y aunque no fue la mejor intervención, bastaría por el momento.

Entre de nuevo al cuarto y le eché seguro a la puerta, abrí la mochila y la volteé, en la cama cayeron los cinco fajos de billetes, y la pistola, al principio me alarmé un poco al ver el arma, pero no tenia manchas de sangre ni nada, ya sabia como ponerle el seguro, asi que eso hice, y la metí debajo de mi almohada.

Conté el dinero, eran cuarenta mil, era mucho, mis gastos mensuales no pasaban los trecientos. Tome mil, el resto lo guarde todo en una caja de zapatos que meto al fondo de mi pequeño armario.

- ¿Tienes lo mío? - sonó al otro lado de la puerta, no me había dado cuenta que había llegado. Abrí la puerta. -Mierda, ¿Qué te paso? ¿te metiste al Club de La pelea? - ríe - era para ayer sabes, asi que… puedes irte quitando esa camisa.

- Tengo los doscientos.

- Bien por ti, pero el precio subió a cuatrocientos.

- Bien por ti - tome cuatrocientos de los mil que deje encima de la cama y se los di.

- ¿Cómo los conseguiste?

- Vendí mi cuerpo por mil, y si, preferí dárselo a un desconocido que a ti, y toma de una vez - le di doscientos más, que eran del mes de arriendo.

- Hasta el otro mes, vecina que no sé el nombre.

Casi le cierro la puerta en la cara, pero la tranco con el pie.

- Nadie daría tanto por ti, y menos con ese ojo de mapache que te deje.

- Ya tienes tu dinero, déjame en paz - le dije mientras le pateé el pie para cerrar la puerta, pero la detuvo con la mano, y la abrió con fuerza, observo de re ojo mi cuarto, y solo vio los billetes encima de la cama.

El Odio Es Mi P%#o PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora