Capítulo... Ya Sabrán Ustedes

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Descansaba en mi cama entre las cobijas, cómoda, aunque muy adolorida, me sentía como una fruta pichada, aunque al menos la máscara evito que me llevara algún golpe o herida en la cara, la máscara de metal era muy buena.

Las noticias no eran alentadoras, pues, aunque los cuatro ladrones estaban muertos, tres civiles y cinco policías también habían muerto el chocar por culpa de la persecución, sin contar a diez heridos tras la explosión de la furgoneta…pero, por otro lado, no sabían de mi… de hecho eso fue lo que más me molestó, nadie me vio… ¡NADIE! No había nada, ni siquiera una suposición.

Era domingo, asi que solo debía descansar y estar tranquila después de lo de la noche anterior, solo veía caricaturas y uno que otro documental de criaturas marinas, de vez en cuando escuchaba al otro lado de la puerta de mi habitación como Casandra tocaba su guitarra eléctrica que me estresaba.

Me tuve que levantar, salir de mi cuarto, y tocar la puerta de Casandra, que cuando la abrió solo me preguntó…

- ¿Algún problema?

- Bájale - le dije mientras pensaba que ya se notaba lo acostumbrada que estaba a embriagarse y vomitar, pues al día siguiente amanecía como si nada.

- ¿Por qué no pasas y me escuchas tocar?

Estuve a punto de decir que no, pero la verdad la televisión ya me había aburrido, y el internet tampoco me brindaba mucha emoción, asi que seguí a su habitación.

- ¿Por qué cojeas?

- Me pegue con un mueble - “me habían disparado”.

Al sentarme en su cama estaba claro que me sentía incomoda, ya estaba lamentando mi situación. Casandra mientras tocaba y cantaba Weatherman, me señalaba, pues, aunque la canción no tiene una letra nada romántica, el ritmo me gustaba, y a veces solo habría la puerta del cuarto para escucharla cuando ella la cantaba o la ponía en su pequeño parlante a Bluetooth.

- Estuvo genial - dije mientras salía del cuarto de ella.

- Oye, espera - me dijo tomándome con fuerza el brazo, el brusco agarre me hizo gritar por dentro, pues todo el cuerpo me dolía, y lo último que necesitaba era un duro jalón que alborotara los dolores.

- ¿Qué te pasó? - preguntó mientras levanto un poco mi camisón térmico.

- Nada.

- No te soltare hasta que me dejes ver.

Casi a la fuerza me hizo sentarme en su cama de nuevo, ella se subió y se hizo detrás de mí, y me descubrió la espalda, yo lo único que hice fue agarrarme la parte de adelante, pues no tenía sostén puesto.

- ¡WOW! Eso no se ve bien, ¿Qué te paso? - exclamó.

- Mi ex - no se me ocurrió nada más.

- Que idiota - murmuró mientras pasaba sus manos suavemente en mi espalda - lo que te hace falta es alguien que te proteja.

- Estoy bien - le dije, aunque debí decirle “no tranquila, ya he matado a diez escorias, estoy bien”.

Casandra más alta que yo, más ejercitada y muy persistente, no me dejaba ir, insistió hacerme un masaje en la espalda para que el dolor aliviara, pero sabía que estaba intentando tocar algo más, pues sus manos pasaban a los costados donde no había ningún moretón. Después se dejo llevar por sus impulsos y se puso ruda, paso sus manos adelante en mi abdomen, y me jalo luego me acostó bocarriba y se sentó encima de mis caderas.

- No me gustas Casandra, déjame en paz.

- Eso no es lo que tu mirada dice.

No era cierto, sino que la fuerza que hacía para soltarme no era ni cerca a la de ella, me deje atrapar de una manera muy estúpida, pues no estaba en posición de hacerle una llave y obligarla a soltarme, era una batalla de fuerza, y eso era lo que no tenía, era una esponja haciendo fuerza contra un ladrillo.

Mis manos las metió debajo de sus almohadas donde me terminó de atrapar, pues me había esposado la izquierda a la cama, y como la derecha estaba enyesada, se quito su correa y con esa lo amarro.

Con mi pierna izquierda mandaba patadas que no le daban en ningún lado, la derecha era inútil, pues estaba recién cocida de una herida de bala.

- Casandra no hagas esto - le dije - no te doy mi consentimiento…

- No lo necesito - dijo mientras me tomaba del cuello con fuerza.

Se levantó, y se dirigió a su escritorio, de donde saco cinta aislante, y me la coloco en la boca, también saco una aguja y la puso a un lado de la cama.

- Tu pelo color ceniza me gusta mucho, sabes - dijo mientras me jalaba algo rustica el cabello, entonces caí en cuentas que había olvidado la peluca que era parte del traje, nunca la llevé, y estaba debajo de mi cama, obviamente por distraída.

Me inyectó suavemente en el cuello, sentí como mi cuerpo se sentía ligero, y el dolor desaparecía, también sentía como mi mente se dormía casi por completo, y mientras hacía todo lo que le gustaba, yo iba quedando inconsciente.

Cuando desperté, ella ya no estaba, toda mi ropa estaba rasgada, y ya no estaba amarrada, al parecer, no se dio cuenta de mi herida en la pierna, estaba intacta, aunque por lo demás, me dolía todo, me sentí como carne echada a un fileteado, pero con una vieja cuchilla que hacia que los cortes finos parecían una utopía inexistente.

Las cosas de ahí en adelante fueron muy distintas, pues Cassandra había grabado un video, y me deje chantajear por el clásico, “Seguimos o lo Público”, y pues la verdad es que no me convenía por ningún motivo.


El Odio Es Mi P%#o PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora