—¡Maldita sea, Joaquín, responde! —me espetó.
"¡Mierda, mierda, mierda!" pensé para mis adentros. ¿Acaso no podía haber sido más estúpido?, era evidente que aquel Emilio del accidente del que me habló Azul, era el mismo Emilio que tenía frente a mi. Ahora comprendía que había cruzado una línea demasiado delicada que no debía haber sido cruzada.
—Yo... —no era capaz de formular una respuesta.
—¡No sabes absolutamente NADA de lo que pasó ésa noche!, ¡Nadie lo sabe!, ¡No estabas ahí! —parecía que gruñía entre palabras. —, no sabes lo que hubiera dado por tomar su lugar.
Abrí los ojos con sorpresa. ¿Quería morir?, ¿Acaso quería desaparecer?, ¿Tan poco valía su vida?
—Emilio... —intenté enmendar lo que había hecho, pero él me interrumpió.
—Yo iba manejando —dijo. Su voz se escuchó completamente quebrada y mi corazón se quebró en mil pedazos. — Era yo quien conducía el auto. Yo lo maté.
Abrí la boca para decir algo, pero la cerré inmediatamente. Mi mente, en ése momento, era un caos terrible. Quería abrazarlo, quería gritarle que era un estúpido por querer morir, quería llorar, quería alejarme de él y quería acercarme más...
—Merezco lo que me pasó y si estoy vivo es porque la vida se encarga de recordarme a diario que yo lo maté...
—¡Cállate! —lo interrumpí, con la voz entrecortada por el nudo que sentía en mi garganta. —, ¡Tú no lo mataste!, ¡Fue un accidente!
—¡NO FUE UN MALDITO ACCIDENTE, MALDITA SEA! —gritó él. Bajó el tono de su voz hasta casi ser un susurro —, si no hubiera bebido..., si no hubiera sido tan imbécil, Adrián estaría vivo y yo podría ver. No merezco tu ayuda, ni la de nadie. No merezco ser feliz.
Las lágrimas se agolparon en mis ojos al ver su expresión de dolor y frustración. Tenía todo el cuerpo tenso y las manos apretadas contra el edredón de su cama.
—Agradezco lo que intentas hacer, pero no quiero tu ayuda. —me dijo en voz baja y ronca. —Ahora, por favor, vete.
Me obligué a tragar el nudo de mi garganta. —No merezco que me trates de ésta forma —murmuré intentando no llorar.
—Lo irónico aquí es que no tienes ni poquito orgullo. Te trato de la mierda y sigues aquí, ¿Acaso te tienes tan poquito amor propio?, ten dignidad y vete de aquí —me soltó, con amargura pintándole la voz.
Me estaba echando y yo estaba escuchándolo. Se estaba comportando como un imbécil. Debía irme y, sin embargo, no podía mover los pies.
—Bien. —dije, con la voz entrecortada por el nudo de mi garganta. Una lágrima se me escapó pero la sequé rápidamente con el dorso de mi mano mientras salía precipitadamente de la habitación.
—¡Joaco! —me llamó Niurka, desde la sala pero yo era incapaz de mirarla. Abrí la puerta de la entrada y salí casi tropezando con mis propios pies.
Comencé a caminar rápidamente por la acera mientras me regañaba mentalmente.
"No llores, no llores, por el amor de Dios, Joaquín; no llores." repetía para mis adentros.
Golpeé con un cuerpo a unos cuantos metros de la casa de Niurka y me disculpé sin levantar la vista. Unos brazos me rodearon lentamente y el gesto me tomó por sorpresa.
Alcé la vista y pude mirar a Romina abrazándome con ternura y comprensión.
—¿Estás bien? —preguntó apartándose un poco para mirarme a la cara.
Estoy seguro que mi aspecto era terrible porque hizo una mueca y me tomó las manos con firmeza. —, ¿Fue Emilio, cierto?
Yo comencé a negar con la cabeza intentando parecer normal.
—No me engañes. Sé que mi hermano puede llegar a ser un imbécil —me miró con aprehensión. —. Sólo, por favor no lo abandones.
Fruncí el ceño confundido con su comentario.
—Emilio es un completo imbécil a veces. Suele intentar ahuyentar a las personas con sus estupideces pero, has logrado más en él en un día que cualquiera de nosotros en casi un año. No lo abandones ahora. Es demasiado estúpido como para notarlo pero, te necesita. Aquel imbécil llamado Emilio Marcos, te necesita. —dijo, mirándome con intensidad.
Yo no podía comprender porqué tenían tanta fe en mi. No podría ayudar a Emilio. No si él seguía con sus estúpidas actitudes.
—Me tengo que ir. —murmuré. Romina me dio un cálido apretón en las manos y sonrió tiernamente. Me di la media vuelta y di un par de pasos antes de volverme hacia ella y decir—: Romina, no voy a volver.
Ella hizo una mueca triste y dijo —Lo sé.
Asentí lentamente y seguí mi camino. Ésa noche, fue la primer noche que lloré por un chico.
Jamás lo había hecho. Me burlaba de las chicas que dejaban de dormir por llorar desconsoladas por alguien que no las merecía; ésa noche, yo había llorado por él. De frustración por su actitud, de coraje conmigo mismo por permitirle tratarme como basura, por creer que yo era capaz de ayudar a un chico como él, y por ser tan imbécil y creer que él podría agradecerlo...
❀❀❀❀❀❀❀❀❀
La semana siguiente fue un completo martirio.
Había días en los que sólo quería correr a casa de Niurka e intentar hablar con Emilio, pero sus palabras me frenaban.
Tenía razón, necesitaba tener un poquito de amor propio y no buscarlo así tuviera que arrancarme todos y cada uno de los cabellos de mi cuero cabelludo por la ansiedad.
Había pasado ya una semana y media desde el incidente con Emilio y comenzaba a asimilar la idea de que él no quería ser ayudado y que, por más que yo quisiera, no iba a poder hacerlo si él no me lo permitía.
Me encontraba sentado en la silla detrás del aparador de la tienda de abarrotes que mis padres tenían. Mi mamá había salido con mi papá a surtir las cosas que hacían falta en la tienda y yo me había quedado atendiendo.
Las ventas estaban muy flojas a ésa hora del día así que decidí ponerme a leer.
Tenía la mirada inmersa en el libro y toda mi concentración puesta en las letras cuando escuché la campana de la entrada sonar.
Salí de mi ensoñación y puse un pequeño papelito en la hoja que me había quedado para no perder la página. Al dejar el libro en la vitrina tumbé un par de botes de sopa instantánea y maldije en voz baja al agacharme a recogerlos.
Estiré la mano por la rendija intentando alcanzar un bote de debajo de la vitrina, alcanzándolo después de varios intentos.
—¿Joaquín? —dijo una voz ronca, impresionantemente familiar. Me levanté bruscamente y golpeé mi cabeza en el borde de la vitrina y caí al suelo sosteniéndome la cabeza con los ojos cerrados. Dolía un infierno.
Abrí los ojos y me congelé al verlo ahí, de pie, con el ceño fruncido en un gesto confundido. Insoportablemente atractivo...
—¿Emilio? —dije abriendo los ojos como platos. El corazón comenzó a latirme fuertemente contra las costillas. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí?
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Aunque no pueda verte |#1| Emiliaco (adaptación)
FanfictionDespués de aquel accidente automovilístico, Emilio Marcos había pasado de ser un chico fuerte, altanero, arrogante y decidido, a ser un pobre diablo enfadado con el mundo. Un chico huraño y solitario que parecía que lo único que quería hacer era mor...